Les hablo de la metáfora paterna. Espero Uds. se hayan dado cuenta que les hablo del complejo de castración. Es importante, porque no es porque hablo de la metáfora paterna que les hablo del Edipo. Si estuviera centrado sobre el Edipo, eso comportaría enorme cantidad de cuestiones. No puedo decir todo a la vez.
El esquema que les he aportado en particular la última vez que constituye lo que he tratado de hacer comprender bajo el titulo de los tres tiempos del complejo de Edipo, es algo sobre lo que les recalco en todo momento que está constituido en otra parte que en la aventura del Sujeto, en la manera en la cual el Sujeto tiene que introducirse en ese algo que está constituido en otra parte y en el cual pueden interesarse por diversas razones los psicólogos es decir los que proyectan las relaciones individuales en lo que se llama el campo interhumano, o interpsicológico o social, donde las tensiones de grupos pueden tratar de incluir eso en su esquema si pueden.
Del mismo modo los sociólogos, lo he indicado suficientemente para decir que incluso para ellos, será necesario que tengan en cuenta otra cosa, y en particular relaciones estructurales que en esto constituyen nuestra medida común, por la simple razón que es la raíz última de la existencia incluso social, pues ella es socialmente injustificable (quiero decir no es fundable sobre ninguna finalidad social) la existencia incluso social del complejo de Edipo. Pero para nosotros, nos encontramos en esta posición de ver como un sujeto tiene que introducirse en este relación que es le del complejo de Edipo.
No soy yo quien se ha dado cuenta, quien haya inventado, ni quien haya comenzado a adoctrinar que el sujeto no se introduce sin que juegue un rol de primer plano, el órgano sexual macho, centro, pivote, objeto de todo lo que se relacióna a este orden de acontecimientos, hay que decirlo, muy confusos, muy mal discernidos, que se llaman complejo de castración. No se continúa menos en las observaciones, o en otra parte, a hacer mención de ello, es necesario decirlo, en términos que uno no se sorprende más que de una cosa, es que no genera en lo que son los auditores o los lectores, más interés. Trato en esta suerte de fulminación psicoanalítica, de darles una letra que no se oscurezca, quiero decir distinguir por conceptos los diversos niveles de eso de lo que se trata en el complejo de castración; ese complejo de castración que se hará intervenir igualmente al nivel de una perversión que llamaré primaria, en no imaginario, o de una perversión de lo que vamos quizás telar un poco más hoy, pero tan intimamente ligada al final complejo de Edipo como la palabra sexualidad.
Para tratar de ver claro en esto, voy de todos modos a retomar, puesto que es bastante nuevo, la manera en la cual les he articulado la última vez el complejo de Edipo teniendo, por centro, este fenómeno ligado a la función particular de objeto que juega aquí el órgano sexual macho, creo que conviene retomar estos pasos, para aclararlos bien; y también con este propósito, trataré de mostrarles, como se los he anunciado, cómo aporta al menos algunas aclaraciones sobre fenómenos bien conocidos pero mal situados de le homosexualidad por ejemplo.
Hay que partir de los esquemas directamente extraídos de le esencia de la experiencia, A partir del momento en que ustedes traten de establecer tiempos, no es forzosamente tiempos cronológicos, pero incluso se debe recurrir a eso, porque los tiempos cronológicos también pueden no desarrollarse sino en una cierta sucesión.
Ustedes tienen entonces, yo ya se los he dicho, en un primer tiempo le relación del niño, no como se lo dicen a la madre sino al deseo de la madre, deseo de deseo. He tenido la ocasión de darme cuenta que no era más una fórmula tan usual, y que a algunos les costaba un cierto esfuerzo acomodarse a esta noción que es diferente de desear algo o de desear el deseo del sujeto.
Lo que hay que comprender, es por supuesto que este deseo de ese deseo, seguramente implica que se esté en relación a algo, al primer objeto primordial, es la madre en efecto, quiero decir que se la haya constituido de tal suerte que su deseo sea algo que pueda ser seguramente otro deseo en el deseo del niño especialmente.
¿Dónde se ubica la dialéctica de esta primer etapa?
¿Dónde ven que el niño está particularmente aislado, desprovisto de toda otra cosa que no sea del deseo de este otro que él haya constituido como siendo el otro, que puede estar presente o ausente?
Tratemos de limitar hoy muy de cerca cuál es la relación con eso de lo cual se trata. Lo que se introduce aquí, a saber el objeto del deseo de la madre, lo que se debe en suma superar, es esta, es algo que vemos a llamar D, a saber el deseo de la madre, y de ver cómo ese deseo que es deseado por el niño, llamémoslo (D), provisoriamente, va a poder unir ese algo que está constituido en el nivel de la madre de manera infinitamente más elaborada. La madre está un poco más avanzada en la existencia que el niño que es al objeto de su deseo.
Este objeto, hemos planteado que en tanto que pivote de toda la dialéctica subjetiva, es el falo, el falo en tanto que deseado por la madre, lo que supone por otra parte estados diferentes al punto de vista de la estructura de esta relación de la madre al falo, puesto que detrás de este falo, en tanto que para la madre es un objeto unido a un rol primordial en su estructuración subjetiva, puede ser, es incluso lo que hará toda la complicación que sigue, en diferentes estados en tanto que objeto, pero por el momento contentémonos con tomarlo.
Pensamos que podemos Introducir orden, a saber una perspectiva Justa y normal en todo lo que es fenómeno analítico, que partiendo de la estructura y de la circulación significante, tenemos siempre indicios estables y seguros porque son indicios estructurales ligados a lo que se podría llamar las vías de construcción significante. Es eso lo que nos sirve para conducirnos y es por eso que aquí no tenemos otro modo para ocuparnos de lo que es ese falo para la madre, la madre actual en un caso determinado. Quizás hay allí cosas, y nosotros volveremos a ellas, pero para fiarnos simplemente de nuestro pequeño esquema habitual, ese falo se sitúa aquí es un objeto metonímico.
En el significante, podemos contentarnos con situarlo como eso, es un objeto metonímico esencialmente en eso que él es, de todas maneras lo que, a causa de la existencia de la cadena significante, va a circular como un hurón, por todas partes en el significado, Está en el significado lo que resulta de la existencia del significante: se encuentra en la experiencia, nos muestra que ese significado toma un rol mayor y en alguna manera de objeto universal para el sujeto.
Es bien eso lo que sea sorprendente, es eso que constituye el escándalo de los que querrían que la situación que concierne al objeto sexual sea simétrica, del mismo modo que el hombre tiene que descubrir, luego adaptar a una serie de aventuras, el uso de su instrumento, ocurrió del mismo modo para la mujer, a saber que fue el … que está en el centro de toda la dialéctica.
No es nada de eso, es precisamente lo que ha descubierto el análisis. Del mismo modo podemos decir que es en efecto la mejor sanción de que hay un campo del hombre que es el campo del análisis, y que no es simplemente el del descubrimiento de un desarrollo instintual más o menos vigoroso sino en el conjunto superpuesto a la anatomía, es decir a la existencia real de los individuos.
¿Cómo se puede concebir que eso de lo que se trata, es a saber que el niño quien tiene el deseo de ser el objeto del deseo de su madre, llegue a satisfacerse? No hay evidentemente otro medio más que el de acudir al lugar de este objeto de su deseo.
¿Qué quiere decir eso? He aquí el niño que hemos tenido varias veces que representarlo bajo la forma de este esquemas le relación de su demanda a ese algo que no esta solamente en él sino que es en primer lugar un encuentro esencialmente en su primer rol, a saber la existencia de la articulación significante como tal.
Aquí no hay todavía nada, al menos en principio. Quiero decir que la constitución del sujeto como je —hablo del discurso está todavía del todo forzosamente diferenciada, ella está implicada ya desde la primera modulación significante. El je no está forzado a designarse como tal en el discurso, por ser el soporte de ese discurso. En una interjección, en una orden: «Ven», en un llamado: «Usted» hay un je, pero está ahí en tanto que latente, es lo que expresaremos aquí poniendo simplemente una línea de puntos suspensivos, del mismo modo que el objeto metonímico no está aún constituido para el niño.
Aquí está el deseo esperado por la madre, y ahí quien va a ser el resultado de este encuentro del llamado del niño con la existencia de la madre como otro, a saber un mensaje.
Está claro que para que el niño llegue a esto que es coincidir con el objeto del deseo de la madre, es decir algo que podemos ya a este nivel representar como lo que está inmediatamente a su alcance, para alcanzar con … pongámoslo en puntos suspensivos, pero por razones diferentes porque eso le es completamente inaccesible, lo que está más allá de la madre.
Es necesario y suficiente que ese je que está ahí en ese discurso del niño venga aquí a constituirse al nivel de ese otro que es la madre, que ese je de la madre devenga el otro del niño, y que lo que circula aquí al nivel de la madre en tanto que ella misma articula el objeto de su deseo, vengo aquí a desempeñar su función de mensaje pare el niño. Es a saber a fin de cuentas que el niño renuncia momentáneamente a cualquier cosa, no hay dificultad, que sea su propia palabra, porque su propia palabra está aún en este momento más bien en formación, que el niño para decir todo reciba bajo la forma de un mensaje, que se produce aquí, que es el mensaje totalmente crudo del deseo de la madre, reciba aquí en el nivel metonímico en relación a lo que dice la madre absoluta, reciba en el nivel metonímico su identificación al objeto de la madre.
Esto es extremadamente teórico, pero esto no está captado al comienzo, es completamente imposible concebir lo que debe pasar a continuación, es decir precisamente le entrada en juego, la introducción de este más allá de la madre que está constituido por su relación a otro discurso que debe ser en la ocasión el del padre.
Por lo tanto es por eso que el niño asume y debe asumir, pero no lo asume de otro lado más que de una manera de algún modo cruda en la realidad de ese discurso, asume de entrada el deseo de la madre, que él está abierto a esto de poder devenir él, el amo en el lugar de la metonimia de la madre, es decir devenir lo que les he llamado el otro día su a—sujeto.
Ustedes han visto de algún modo sobre qué desplazamiento esto está fundado, precisamente en ese algo que se lo llamará en esta oportunidad identificación primitiva, y que consiste Justamente en este suerte de intercambio que hace que el je del sujeto haya venido al lugar de la madre como Otro, mientras el je de la madre ha devenido su otro (de él).
Es lo que ha ocurrido en esta suerte de ascenso de un punto en la pequeña escala de nuestro esquema, que acabe de ser operado en este segundo tiempo. El punto central, el punto pivote, el punto mediador, o más exactamente el momento en que el padre aparece como mediado por la madre en el complejo de Edipo, es muy precisamente ese en el que ahora se hace sentir como interdictos. He dicho que ahí él es mediado: es mediado porque es en tanto que interdictor que él va a aparecer. ¿Dónde? En el discurso de la madre.
Les he hecho notar aquí del mismo modo que hace un rato que este discurso de la madre era captado en el estado bruto en esta primera etapa del complejo de Edipo, decir aquí que es mediado, no quiere decir que hacemos aún intervenir lo que el sujeto mismo de la madre hace de le palabra del padre, eso quiere decir lo que de esta palabra del padre interviene efectivamente en lo que resulta bajo la forma del discurso de la madre. Aparece entonces en este momento menos velado que en la primera etapa, pero no está completamente revelado. Es lo que quiere decir este uso del término mediado en este ocasión.
En otros términos, en esta etapa interviene aquí a titulo de mensaje para la madre, él, tiene la palabra aquí y lo que dice, es una interdicción, es un «no» que se transmite aquí en el nivel en el que el niño recibe el mensaje esperado de la madre. Es un mensaje sobre un mensaje, y esta forma particular de mensaje sobre un mensaje sobre la cual yo voy a revelarles una gran sorpresa que los lingüistas no distinguen como tal, en lo cual se ve que hay mucho interés en lo que nosotros hagamos, nuestra unión con los lingüistas mensaje sobre mensaje, es el mensaje de interdicción. No es simplemente para el niño, y ya en esta época «No te acostarás con tu madre» es también para la madre: «No reintegrarás todas las formas bien conocidas de lo que se llama el instinto maternal», que encuentra aquí un obstáculo. «No reintegrarás tu producto». Cada uno sabe que la forma primitiva del instinto materno se manifiesta en ciertos animales, quizás más aún entre los hombres, reintegrando como lo decimos elegantemente, oralmente lo que ha salido por otro lado.
Es muy precisamente de eso que se trata, Esta interdicción llega aquí como tal, del mismo modo se puede decir aquí que algo se manifiesta que es precisamente el padre en tanto que otro, y en principio es de ahí’ de donde existe la potencialidad, la virtualidad a fin de cuentas saludable, que está en relación con eso por lo cual el niño está profundamente cuestionado quebrado en su posición de a-sujeto. En otros términos es porque el objeto de deseo de la madre es cuestionado por la interdicción paterna, que la interdicción paterna impide que el círculo se cierre completamente sobre él, a saber que él devenga pura y simplemente objeto del deseo de la madre, que todo el proceso que normalmente debería detenerse allí, a saber que la relación simbólica al otro es ya esta triplicidad implícita, que hay en la relación del niño con su madre, puesto que no es ella que él desea sino su deseo. Hay ya esta ternariedad. Es ya una relación simbólica, Sin embargo todo es recuestionado del deseo de ese deseo, a partir del momento en que su primer cierre del circuito, su primer logro, a saber el hallazgo del objeto del deseo da la madre escape completamente por la interdicción paterna, y deja el deseo del deseo de la madre en el niño en suspenso.
Esta segunda etapa, hecha un poco menos de potencialidad que la primera, es completamente sensible y perceptible, pero esencialmente instantánea si se puede decir, transitoria, es sin embargo capital, pues al fin de cuenta es lo que está en el centro de lo que se puede llamar el momento privativo del complejo de Edipo. Es por eso que el niño mismo está desalojado, y es para su más grande beneficio, que esta posición ideal con la que él y la madre podrían satisfacerse, desempaña esta función de su objeto metonímico, Es por causa de que él es desalojado, que puede establecerse la tercera relación, la etapa siguiente, la fecunda en la cual él deviene otra cosa. Deviene esta otra cosa de la cual les he hablado la última vez, lo que comporta la identificación el padre y el título virtual para tener lo que el padre tiene.
Si les he hecho la última vez una especie de barrido rápido de los tres tiempos del Edipo, es para no tener que recomenzarlo hoy, o más exactamente para tener todo el tiempo hoy de retomarlo paso a paso.
Detengámonos un instante ahí, y luego llegaremos a la homosexualidad. Es casi un paréntesis, sin embargo es importante.
La manera en la que el padre interviene en este momento en la dialéctica del Edipo, es extremadamente importante de considerar, porque está ahí — y Uds. pueden ver ahí más claro en al último articulo que yo he dado para el próximo número del «El psicoanálisis», que da un resumen de lo que yo he dicho el año en que hemos hablado de las estructuras freudianas de la psicosis. El nivel de publicación que eso representa no me ha permitido dar este esquema que habría necesitado muchas más explicaciones en este articulo, pero cuando ustedes hayan leído ese articulo, espero no demasiado tiempo, podrán retomar en sus notas lo que yo voy a mostrarles ahora y que consiste en esto: que en tanto que el nombre del padre, el padre en tanto que función simbólica, el padre en el nivel de lo que ocurre aquí entre mensaje y código, y código y mensaje, es precisamente Verworfen es que no hay incluso aquí lo que he representado con puntos suspensivos, a saber eso por lo que el padre interviene en tanto que ley pero de une manera pura y simple, cruda, en tanto que mensaje del «no» sobre el mensaje de la madre al niño, y en tanto que totalmente crudo también, fuente de un código que está más allá de la madre, que pueden sobre este esquema de conducción de los significantes, ver sensible y perfectamente localizable, esto que ocurre cuando por haber sido solicitado en un desvío vital esencial, a hacer responder el nombre del padre en su lugar, es decir ahí donde él no puede responder porque él nunca ha advenido allí, el presidente Schreber ve en el lugar surgir muy precisamente esta estructura realizada por la intervención masiva, real del padre más allá de la madre, pero no soportada en absoluto por él tanto que promotor de la ley, que hace que el presidente Schreber escuche en el punto máximo, fecundo de su psicosis ¿qué cosa? Muy exactamente dos suertes fundamentales de alucinaciones que no están nunca aisladas como tales en los manuales clásicos.
Para comprender algo de la alucinación, es preferible leer la obra notable sin duda, y excepcional de un psicótico como el presidente Schreber, que leer todos los mejores autores psiquiatras que tren abordado el problema de la alucinación, con todo preparado en su bolsillo, la famosa escala escolar aprendida en clase de filosofía: sensación, percepción, percepción sin objeto y otras pamplinas, mientras que el presidente Schreber mismo distingue muy bien dos suertes de cosas: las voces que hablan esta lengua fundamental, están enseñando al sujeto el código por esta palabra misma. Es a saber que todo lo que concierne, todo lo que es mensajes que recibe en lengua fundamental, está al mismo tiempo hecho de palabras que neológicas o no, lo son a su manera, consisten en enseñar al sujeto lo que son en un nuevo código, ese que le repite literalmente un nuevo mundo, un universo significante.
En otros términos, hay una serie de alucinaciones que son mensajes sobre un neocódigo, entre los que algo se presenta cono viniendo del Otro. Es todo lo que hay de más terriblemente alucinatorio, y bajo forma de mensaje sobre el código constituido como tal en este Otro; y por otra parte, otra forma de mensaje que se presenta esencialmente como mensajes interrumpidos, ustedes recuerden estos pequeños fragmentos de frases «El debe especialmente…», «Ahora yo quiero…», etc. Tanto como decir comienzos de órdenes y muy precisamente en ciertos casos incluso verdaderos principios: «Terminar una cosa cuando se la ha comenzado», y así a continuación. En resumen, estos mensajes que se presentan esencialmente en tanto que puros mensajes, órdenes, u órdenes interrumpidas, en tanto que puras fuerzas de inducción en el sujeto, e igualmente perfectamente localizables por los dos lados disociados, mensaje y código, donde la intervención del discurso del padre se descompone cuando ese algo es abolido desde el origen, y no ha nunca de ninguna manera sido integrado a la vida del sujeto que es precisamente ese algo que hace la coherencia, la autosanción del discurso del padre, a saber ese que habiendo terminado su discurso, este vuelve sobre él, él sanciona como Ley.
Para la etapa siguiente que supone en las condiciones normales que el padre puede entrar en juego, hemos dicho la última vez de qué se trataba, a saber que es por eso que el padre va a intervenir para dar en tanto que él lo tiene, lo que esta en causa en la privación fálica que ha intervenido como término central de la evolución del Edipo, de los tres tiempos del Edipo. Es por eso que va a aparecer efectivamente corno acto donativo, no más en los actos de la madre, y por lo tanto aún semi-velados, sino en el discurso. La madre misma, en tanto que el mensaje del padre deviene el mensaje de la madre, deviene el mensaje que permite y autoriza, que va a producir ese algo sobre lo cual ustedes ven bien que mi esquema de la última vez no quiere decir más que esto, que por eso que este mensaje del padre se encarna como tal, puede producir algo que es el ascenso de un punto del esquema, a saber que el sujeto, puede recibir del mensaje del padre lo que ha intentado del mensaje de la madre, Pero ahí, por le mediación, por lo intermediario del don o del permiso dado a la madre, es decir lo que tiene a fin de cuentas, y es efectivamente realizado por la fase del ocaso del Edipo, él tiene esto: que le es permitido tener un pene para más tarde.
Es verdaderamente, lo hemos dicho la última vez, el titulo en el bolsillo. Es también, para evocar una cita histórica y divertidas una mujer cuyo marido quería estar seguro que ella le era fiel, le había dado el certificado por escrito que ella le era fiel, a continuación de lo cual ella se habría mostrado a través del mundo diciendo: «Ah el hermoso certificado que tiene La Castrada!», y bien es esto: la castrada y nuestro pequeño castrado son del mismo orden, tienen también al fin del Edipo este hermoso billete que no es nada puesto que es sobre este hermoso billete que reposará a continuación el hecho de que él pueda asumir tranquilamente, es decir, en el caso más feliz, tener un pene, dicho de otra manera ser alguien idéntico a su padre.
Pero es precisamente en ente etapa en suma ambigüa, de la cual ustedes ven bien que las dos vertientes en alguna manera son siempre susceptibles de revertirse una en la otra, que ha, algo en alguna manera abstracto, de no obstante dialéctica en esta relación que hay entre los dos tiempos de los cuales acabo de hablarles, ese en el que el padre interviene como interdictivo y privador, y ese por otra parte en el que él interviene como permisivo y donador, pero donador en el nivel de la madre. Pueden ocurrir otras cosas.
Para ver lo que puede ocurrir, debemos ahora ubicarnos en el nivel de la madre. En el nivel de la madre debemos replantearnos la pregunta de lo paradojal representa ese carácter central del objeto fálico, del objeto imaginario como tal. La madre, por su parte, es una mujer que suponemos llegada a la plenitud de sus capacidades de voracidad femenina, y está bien claro que la objeción que es hecha es de una manera totalmente valedera a esta función imaginaria del falo, está la madre, y esto, pero el falo no es puramente y simplemente eso, ese bello objeto imaginario: hace ya algún tiempo que ella lo ha tragado; en otros términos, que el falo en el nivel de la madre no es únicamente un objeto fálico, es también perfectamente algo que ha cumplido su función, entonces en el nivel instintual, en el nivel de su función de instrumento normal del instinto que es, en otros términos considerable por la madre como el inyecto, si yo puedo expresarme así, por una palabra que no quiere decir simplemente que ella se lo introduce, sino que se lo introducen, pero que ese «in» también señala ese relación de este objeto con su función en el nivel instintual. Es un objeto que tiene su función instintual.
Es porque el hombre debe atravesar toda la selva del significante para reunir esos objetos instintivamente valederos y primitivos, que nos ocupamos de toda esta dialéctica del complejo de Edipo. Lo que no impide que de todos modos él lo consiga de tiempo en tiempo a Dios gracias! Si no fuera así desde hace largo tiempo las cosas se habrían apagado, a falta de combatientes, vista la demasiada grande dificultad de reunir el objeto real.
He aquí una de las posibilidades del lado de la madre. Las otras, habría que intentar, para poder distinguir eso, ver lo que quiere decir para ella, ese algo que consiste entonces en su relación con el falo, en tanto que como a todo sujeto humano, le acuerda el más grande interés.
Podemos muy fácilmente distinguir al lado de esta función del inyecto, la función de adyecto, es decir la pertenencia imaginaria de algo que le es o no conferido como teniendo el permiso de desearlo como tal en el nivel al cual hemos llegado es decir como algo que, en el nivel imaginario, la es dado o no le es dado, la falta, y entonces que interviene como falta, como algo de lo cual ella ha sido privada, como el objeto de ese penis-neid, de esta privación siempre sentida cuya incidencia conocemos en la psicología femenina, o por el contrario como ese algo que le es de todos modos entonces dado ahí donde está, y ustedes ven bien que es otra función, que es otra cosa, aunque ella pueda confundirse con la del inyecto primitivo del cual se trata, y que puede entrar en él solamente a cuenta de una manera yo puedo decir de algún modo muy simbólica, y por eso es que la mujer como tal, si ella tiene todas las dificultades que comporta el hecho de verse introducir en la dialéctica del símbolo para llegar a integrarse a la familia humana, tiene por otra parte todos los accesos, es absolutamente cierto, a ese algo de primitivo y de instintual que la establece en una relación directa a eso que es el objeto, no más allí de su deseo, sino de su necesidad.
Ahora, hablemos de los homosexuales, estando esto bien elucidado.
De los homosexuales, se habla. A los homosexuales, se los cuida. Los homosexuales, no se los cura, y lo que hay de más formidable, es que no se los cura a pesar de que son absolutamente curables. Pues hay algo que se desprende de la manera más clara de las observaciones, es que lo que se llama homosexualidad masculina, es más propiamente una inversión en cuanto al objeto que se motiva, que se estructura en el nivel de un Edipo pleno y acabado, a saber en el nivel de un Edipo llegado a esta tercera etapa de la cual hemos hablado hace un instante, o más exactamente a algo que, en esta tercera etapa, realizándola, la modifica bastante sensiblemente para que se pueda decir que el homosexual macho, —el otro también, pero hoy vamos a limitarnos al macho por razones de claridad, el homosexual macho ha realizado plenamente su Edipo, y ustedes me dirán, ya lo sabíamos bien. Lo ha realizado bajo una forma invertida. Si eso les basta decirlo bajo esta forma, pueden siempre quedarse ahí, no los fuerzo a seguirme, pero considero que tenemos el derecho de tener exigencias más grandes, las que consisten en decir: por qué su hija es muda es porque el Edipo está invertido.
Tenemos que buscar en la estructura misma de lo que muestra la clínica misma a propósito de los homosexuales, si no podemos comprender mucho mejor en qué punto preciso este acabamiento del Edipo se sitúa: 1) su posición con todas sus carácterísticas; 2ª) el hecho que él tenga interés extremo en esta posición, en el sentido en que al homosexual por poco que se le ofrezca el bies y la facilidad, le interesa extremadamente su posición de homosexual, que sus relaciones con el objeto femenino están muy lejos de ser abolidas, sino por el contrario muy profundamente estructuradas.
Es precisamente esta dificultad de conmoción de su posición, pero aún mucho más eso por lo que el análisis fracasa en general, entonces desalojado no en razón de una imposibilidad interna de su posición, sino por el hecho de que precisamente toda suerte de condiciones son exigibles, de marchas en los desvíos por donde su posición le ha devenido esencialmente preciosa y primordial, que yo creo que solamente esta concepción y esta manera de esquematizar el problema permite puntuar.
Hay un cierto número de rasgos que se pueden ver en el homosexual. Se los he dicho de entrada: una relación profunda y perpetua con la madre. La madre, se nos la calificó según el promedio de los casos, como alguien que, en la pareja parental tiene una función directriz eminente, que se ha ocupado más del niño que del padre. Es ya otra cosa eso; que se habría ocupado del niño, se nos dice, de una manera muy castradora, que habría tomado un muy, muy grande cuidado, minucioso, demasiado prolongado, de su educación.
No parece dudarse que en todo esto, todo no ocurre en el mismo sentido o del mismo modo. Hay que agregar algunos peque escalones suplementarios para pensar que el efecto de una intervención tan castradora por ejemplo sería en el niño esta sobrevalorización del objeto especialmente bajo esta forma general en que se presenta el homosexual, que ningún partenaire susceptible de interesarlo podría estar privada de eso.
No quiero hacerlos esperar ni dar la impresión de darles adivinanzas. Creo que la clave del problema que concierne al homosexual es esta: el homosexual siendo homosexual, a saber en todos sus matices, acuerda este valor prevalerte al objeto bendito. Hace de él una carácterística absolutamente exigible del partenaire sexual, en tanto que bajo una forma cualquiera es la madre que, en el sentido en que les he enseñado e distinguirlo, hace la ley al Padre, Les he dicho que el padre intervenía en esta dialéctica del deseo en el Edipo, por eso es que el padre hace la ley a la madre, Aquí algo que puede ser de diversas formas se resume siempre en esto: es la madre quien se encuentra en un momento decisivo habiendo hecho la ley al padre.
¿Eso qué quiere decir? Ustedes van a verlo, eso quiere decir muy precisamente esto, que en el momento en que por la intervención del padre, habría debido pasar la fase de disolución que concierne a la relación del sujeto el objeto del desea de la madre, es decir al Hecho de que la posibilidad para él de identificarse al falo fuese completamente pasada, cortada en la raíz por el hecho de la intervención interdictiva del padre, en ese momento es en la estructura de la madre que él encuentra el refuerzo, el soporte, el algo que trece que esta crisis no pase; a saber, si ustedes quieren, que en el momento ideal, en el tiempo dialéctico en que la madre deberla ser tomada como privada de ese adyecto como tal, es decir que el sujeto no sepa más literalmente de ese lado a qué santo encomendarse, en ese momento él encuentra su seguridad.
Esto acusa el golpe perfectamente, porque él experimenta que de hecho es la madre quien es la clave de la situación, que ella no se deja ni privar, ni desposeer. En otros términos que el padre puede siempre decir lo que quiere, que por una razón cualquiera no le dará ni calor ni frío.
Eso no quiere decir entonces que el padre no ha entrado en Juego. Freud desde hace largo tiempo — les ruego que se remitan a los Tres ensayos sobre la sexualidad, ha dicho: no es extraño, y cuando él dice no es extraño, él no se expresa así por casualidad, no es porque es impreciso que dice que no es raro, es porque lo ha visto frecuentemente. Tomemos por lo tanto: es frecuente, es una de las posibilidades que una inversión sea determinada por el fracaso de un padre demasiado interdictor
Están ahí los dos tiempos: 1ª) la interdicción, pero también 2°) que esta interdicción ha fracasado, en otros términos que es la madre quien finalmente ahí ha hecho la ley.
Esto explica también que en todo otro caso, en que la marca de este padre interdictor es quebrada, el resultado sea exactamente el mismo, y en particular que en casos en los que el padre ama demasiado a la madre, en los que él aparece por su amor demasiado dependiente de la madre, el resultado sea exactamente el mismo.
No estoy diciéndoles que el resultado es siempre el mismo, sino que en ciertos casos es el mismo, Eso de lo cual se trata; no es de diferenciar lo que eso hace cuando porque el padre ama demasiado a la madre eso da un resultado distinto a la homosexualidad. Simplemente hago notar al pasar que no me refugio de ningún modo en la constitución en esta ocasión, porque hay diferencias que deben establecerse, por ejemplo sobre un efecto de tipo neurosis obsesiva, y lo veremos en otra ocasión, pero por el momento quiero simplemente agrupar que causas diferentes puedan tener un efecto común, a saber que en los casos en que el padre está demasiado enamorado de la madre, se encuentra de hecho en la misma posición de ser aquel a quien la madre hace la ley.
Existen aún casos, y reside allí el interés de tomar esta perspectiva, la de ver cómo eso puede reunir casos diferentes, casos en que el padre, el sujeto les da el testimonio, ha quedado siempre como una especie de personaje muy a distancia, cuyos mensajes no llegaban más que por el intermedio de la madre. Es eso da lo cual da testimonio el sujeto.
Pero en realidad el análisis muestra que está lejos de estar ausente, a saber en particular que detrás de la relación tensional, muy a menudo marcada de todo tipo de acusaciones, quedas, manifestaciones agresivas, como se expresa, concerniente a la madre, que constituye el texto del análisis de un homosexual, uno se da cuenta que la presencia del padre como rival, es decir en el sentido en absoluto del Edipo invertido, sino del Edipo normal, se descubre, y de la manera más clara, y en este caso uno se contenta con decir que la agresividad contra el padre ha sido transferida a la madre.
No se tiene de todos modos algo que esté bien claro, pero se tiene por lo menos la ventaja de decir algo que al manos pega con los hechos. Lo que se trata de saber es porqué es así.
Es así porque en la posición crítica en la que el padre ha sido efectivamente una amenaza para el niño, el niño ha encontrado su solución, pero noten que sobre este esquema, parece ser la misma que consiste en la identificación representada por la homología, la similitud de esos dos triángulos. El ha considerado que la manera de resistir el golpe porque era la buena, porque la madre, por su parte, no se dejaba quebrar, era la de identificarse a la madre. Del mismo modo, es precisamente en tanto que estando en la posición de la madre, pero así definida, que él va a encontrarse, por una parte por ello es que se dirige a un partenaire que es entonces el sustituto del personaje paterno, a saber como él aparecería frecuentemente en los fantasmas, los sueños de los homosexuales, y que la relación con él va a consistir en desarmarlo, arruinarlo, hasta de una manera completamente clara en algunos homosexuales, en tornarlo incapaz, a él, el personaje sustituto del padre, de hacerse valer al lado de una mujer o de las mujeres. Que por otra parte esta fase que tiene la exigencia del homosexual, de encontrar en su partenaire el órgano peniano, corresponde bien precisamente a esto que en le posición primitiva la que ocupa la madre que hace la ley del padre, lo que es justamente cuestionado, no resuelto, pero cuestionado, es a saber si verdaderamente el padre lo tiene o no lo tiene, y es precisamente eso lo que es demandado por el homosexual a su pareja, bien que ante todo, y de una manera prevalerte, en relación a otra cosa. Es ante todo, después eso se verá lo que se tendrá que hacer, pero ante todo demostrar que él tiene. Iré incluso más lejos, iré hasta indicarles aquí que el valor de dependencia que representa para el niño el amor excesivo del padre por la madre, consiste precisamente en esto que ustedes pueden recordar, y que ustedes recuerdan, espero, elegido para ustedes, es a saber que amar, es siempre dar lo que no se tiene, y no dar lo que se tiene. No volveré sobre las razones por las cuales les he dado esta fórmula, pero estén seguros de ella, tómenla como una fórmula clave, como una pequeña rampa, la cual al tocarla con la mano, los llevará, aún si ustedes no comprenden nada, y es mucho mejor que ustedes no comprendan nada, que los llevará al lugar correcto: amar es dar a alguien que él tiene o no tiene, lo que está en causa, pero seguramente dar lo que no se tiene. Dar por el contrario es también dar, pero es dar lo que se tiene. Esa es la diferencia.
En todo caso, es por eso que el padre se muestra verdaderamente amando en el lugar de la madre, que él es sospechado de ser sospechoso, de no tenerlo, y es bajo este ángulo que el mecanismo entra en juego. Es por otra parte por eso que esta observación que yo les hago, nunca las verdades son completamente oscuras, ni desconocidas: cuando ellas no son articuladas, ellas son al menos presentidas. No sé hasta qué punto ustedes han notado que este tema urticante no es jamás abordado por los analistas, aunque sea al menos tan interesante saber si el padre amaba a la madre como si la madre amaba al padre, Se plantea siempre la pregunta en este sentido: el niño ha tenido una madre fálica castradora, y todo lo que ustedes quieran, y ella tenía frente al padre una actitud autoritaria: falta de amor, falta de respeto, etc… pero es muy curioso ver que no sobra jamás la relación del padre a la madre. Es precisamente en la medida en que no sabemos demasiado qué pensar de ello y donde en suma nos parece no poder decir nada de muy normativo concerniente a ese sujeto. En consecuencia dejamos bien cuidadosamente de lado, al menos hasta hoy, este aspecto del problema. Tendré muy probablemente que volver a ello.
Otra consecuencia: hay algo también que aparece muy frecuentemente, y que no es de las menores paradojas del análisis de los homosexuales, es algo que en un primer acercamiento, parece muy paradojal en relación a esta exigencia del pene en la pareja, aparece de la manera más clara que hay una cosa de la cual ellos tienen un miedo terrible y se nos dice que es temor de ver el órgano de la mujer, porque eso les sugiere ideas de castración. Es quizás verdad, pero no de la manera que se piensa porque lo que los detiene ante el órgano de la mujer, es precisamente que se supone en muchos casos, se lo encuentra, haber ingerido el falo del padre, que Lo que es temido y a lo que se tiene miedo en la penetración, es precisamente el encuentro con ese falo. Hay sueños entre los cuales citaré algunos, que están bien registrados en la literatura, y también en mi práctica, en los que aparece de la manera más clara que en el momento en que se puede llegar a articular lo que está en relación con la mujer, es esto lo que emerge en la ocasión en el encuentro posible con una vagina femenina, es muy precisamente un falo que se desarrolla en suma como tal, que representa ese algo de insuperable ante lo cual el sujeto debe no solamente detenerse, sino reencontrar todos los temores, y que da al peligro de la vagina un sentido totalmente diferente que el que se ha creido deber poner bajo la rúbrica de la vagina dentada que existe también, pero que a la mirada de la vagina, en tanto que ella contiene el falo hostil, el falo paterno, el falo a la vez fantasmático presente y absorbido por la madre, del cual la madre misma detenta la potencia verdadera, es ahí precisamente en el órgano femenino, esto vinculando suficientemente toda la complejidad de las relaciones del homosexual con los diferentes términos que en alguna manera,.. y es precisamente porque está allí (y si se puede decir) una situación estable, para nada dual, una situación plena de seguridad, una situación con tres patas, que ella no es Jamás encarada, es sostenida si yo puedo decir bajo el aspecto de una relación dual, que jamás en el laberinto de las posiciones del homosexual, y por consiguiente por la falta del analista, la situación no llega a ser jamás verdaderamente dilucidada.
En otros términos es por desconocer de la situación por supuesto, todo, teniendo las relaciones más estrechas con la madre, no tiene su importancia más que en relación al padre en la ocasión de ese que deberla ser el mensaje de la ley, y es exactamente todo lo contrario, es decir ese algo que, ingerido o no, está en definitiva entre las manos de la madre, cuya clave la madre tiene, pero de una manera, ustedes lo ven, mucho más compleja, que simplemente esta noción global y masiva que ella es la madre, provista de falo, que el homosexual se encuentra estar identificado con la madre, de ningún modo en tanto que ella es pura y simplemente ese algo que tiene o no tiene el adyecto, sino alguien que detenta las claves da esta situación particular que es la que está a la salida del Edipo, a saber ese punto donde se juega saber cuál de los dos al fin de cuentas detenta el poder, no importa qué poder, pero muy precisamente el poder del amor, y por eso los lazos complejos de la edificación del Edipo tales como ellos les son presentados a ustedes aquí les permiten comprender cómo esa relación al poder de la ley, corresponda, repercute metafóricamente con la relación al objeto fantasmático que es el falo en tanto que objeto al cual debe hacerse en un momento la identificación del sujeto como tal.
Proseguiré la próxima vez sobre algo que aquí se impone como un pequeño nexo a saber el comentario de lo que se ha llamado los estados de pasividad del falo, el término es de Lowenstein, para motivar ciertas perturbaciones de la potencia sexual. Esto se inserta aquí demasiado naturalmente como para que yo no lo haga.
Luego retomaré de una manera general cómo podemos a través de estos diferentes avatares del mismo objeto, desde el principio, a saber su función como objeto imaginario de la madre, hasta el momento en que él es asumido por el sujeto, cómo podemos esbozar la clasificación definitiva de las diferentes formas en las que él interviene. Es lo que haremos la próxima vez es decir el cinco del mes siguiente.
Y la siguiente vez, el 12, después de la cual los dejaré durante quince días, concluiremos sobre esto que concernirá propiamente entonces de una manera que les interese quizás menos directamente pero a la cual le doy una gran importancia, la relación del sujeto al falo. He terminado mi último trimestre sobre lo que yo les he aportado concerniente a le comedia. Esto no ha sido muy bien ingerido, cuando les he dicho que lo esencial de la comedia era cuando el sujeto retomaba todo el asunto dialéctico en mano y decía: después de todo, todo este asunto dramático, la tragedia, los conflictos entre el padre y la madre, todo eso no vale el amor y ahora divirtámonos, entremos en la orgía, hagamos cesar todos estos conflictos, De todos modos todo eso está hecho para el hombre, para el sujeto. Yo he estado muy asombrado por haber sorprendido a algunas personas que se han escandalizado. Voy a hacerles una confidencia está en Hegel.
Por el contrario, lo que yo podré aportar de nuevo, y que me parece mucho más demostrativo que todo lo que ha podido ser elaborado por los diversos fenómenos de la mente, es que al tomar este camino, uno reencuentra una sorprendente confirmación de lo que estamos avanzando, a saber el carácter crucial para el sujeto y para su desarrollo, de la identificación imaginaria al falo, y es ahí entonces que este último día de este período, yo los cito para mostrarles hasta qué punto esto se aplica a qué punto es demostrativo, hasta qué punto es sensacional, para dar una clave, un terreno único, una explicación unívoca a la función de la comedia.