Hemos llegado entonces, al momento de intentar interpretar el sueño del sujeto de Ella Sharpe. Empresa que podemos intentar, naturalmente, a titulo puramente teórico, como un ejercicio de indagación: que a causa del carácter excepcionalmente bien desarrollado de ese sueño, ocupa, al decir de Ella Sharpe, a la que damos crédito en este punto, un punto crucial del análisis.
El sujeto, que tuvo un sueño enorme, necesitará horas para contarlo, dice que lo ha olvidado, que le queda de él lo que sucede en una ruta de Checoslovaquia, en la que se encuentra por haber emprendido un viaje alrededor del mundo con su mujer. He subrayado también que él dice: «un viaje con mi mujer alrededor del mundo». El se encuentra en una ruta, y allí sucede que es víctima de las tentativas sexuales de una mujer que, lo hago notar, se presenta de cierta forma que no está dicha en el primer texto del sueño. El sujeto dice: «lo advertí en el instante mismo, ella estaba debajo mío, hacía todo lo que podía ‘to get my penis’ (por tomar mi pene).» Tal es la expresión sobre la que volveremos más adelante.
«Por supuesto —dice el sujeto— eso no me ayuda para nada, a punto tal que pensé que ante su contrariedad, yo debería masturbarla.» Hace aquí una observación sobre la naturaleza básicamente intransitiva del verbo ‘to masturbate’ en inglés, de lo cual ya nos hemos interesado con la autora misma, aún cuando la autora haya acentuado menos directamente su fundamentación sobre la observación de alguna manera gramatical del sujeto.
Habíamos puesto de relieve la última vez, el valor de eso que aparece menos aún en las asociaciones que en el despliegue de la imagen del sueño: a saber, eso que forma ese repliegue, ese «pin hood» a la manera del repliegue de una capucha de la que habla el sujeto. Y hemos mostrado que, seguramente, el recurso del bagaje de imagenes consideradas por la doctrina clásica, y nacidas manifiestamente de la experiencia, cuando se las hace intervenir de alguna forma como tantos objetos separados, sin señalar bien su función en relación al sujeto, lleva posiblemente a algo que puede ser forzado, de lo que hemos subrayado la última vez lo que podría haber de paradojal en la interpretación demasiado precipitada de ese apéndice singular, de esa protrusión del órgano genital femenino, como siendo, de ahora en adelante, el signo de que se trata del falo de la madre.
Por otra parte, tal cosa no es sin impulsar otro salto en el pensamiento de la analista, a tal punto es verdad que un paso imprudente no puede rectificarse, contrariamente a lo que se dice, más que con otro paso imprudente; que el error es mucho menos erudito de lo que se cree, por la sola posibilidad de salvar un error cometiendo otro que lo compense.
No decimos que Ella Sharpe esté completamente errada. Intentamos articular los mejores modos de dirección que habrían podido permitir una adecuación más completa. Esto, bajo total reserva, ya que nosotros no tendremos jamás la experiencia crucial de este caso.
Pero el salto siguiente del que hablaba es que eso de lo que se trata es aún mucho menos del falo del partenaire en la ocasión imaginado eh el sueño; que del falo del sujeto. Esto, lo admitimos, el carácter masturbatorio del sueño, coordinado por bastantes otras cosas de todo lo que aparece antes en los decires del sujeto. Pero ese falo del sujeto, de ahora en adelante somos llevados a considerarlo como siendo el instrumento de destrucción, de agresión de un tipo extremadamente primitivo, tal que sale de todo lo que se puede llamar la imaginarla. Y es en ese sentido que de aquí en mas, se orienta el pensamiento de la analista, de Ella Sharpe en esta ocasión. Y aunque ella esté lejos de comunicar el conjunto de su interpretación al sujeto, el punto sobre el que va a intervenir inmediatamente, en el sentido en que ella (le) dice, es después de que le ha hecho notar los elementos que ella llama de omnipotencia, según su interpretación, eso que aparecería en su opinión en el sueño serte, en segundo lugar, la masturbación; en tercer lugar, esta masturbación es omnipotente, en el sentido de que se trata de este órgano perforante y que pincha, que es el propio falo del sujeto.
Es necesario decir que hay allí una verdadera intrusión, una verdadera extrapolación teórica de parte de la analista, pues en verdad, nada, ni en el sueño, ni en las asociaciones; da ninguna especie de fundamento para hacer intervenir enseguida en la interpretación esta noción del sujeto, que el falo intervendría aquí en tanto que órgano de agresión, y que eso que sería tan temido sería, de alguna manera, el retorno, la retorsión de la agresión implicada por parte del sujeto.
No se puede no subrayar acá que no vemos claramente en qué momento el sujeto pasa de esas intrusiones, al análisis, de eso que ella tiene efectivamente delante de los ojos, y que aprecia con tanto detalle y fineza. Es claro que se trata de teoría. Es suficiente leer esta fórmula, para darse cuenta de que después de todo, nada justifica aquello, si no es que la analista no nos dice. Pero nos ha informado suficientemente y con bastante esmero de los antecedentes del sueño, del caso del enfermo a grandes rasgos, para que nosotros podamos decir que hay allí, seguramente, algo que constituye un salto. Que eso haya parecido necesario, está bien después de todo, eso lo concedemos de buen grado; pero que a nosotros también nos parezca necesario, es el punto sobre el que vamos a intentar retomar este análisis, no para sustituir de alguna manera los equivalentes imaginarios, las interpretaciones en el sentido en que se escucha hablar de ellas; esto que es un dato debe comprenderse como tal.
No se trata de saber lo que quiere decir en tal o cual momento, en el conjunto, cada elemento del sueño. En el conjunto, no se puede decir sino que esos elementos están más que correctamente apreciados. Están basados en una tradición de la experiencia analítica en el momento en el que opera Ella Sharpe, y por otra parte, son certeramente percibidos con gran discernimiento y gran fineza. No es eso de lo que se trata. Se trata de ver si el problema no puede ser aclarado para ser formulado, articulado de una manera que ligue mejor la interpretación con ese algo sobre el cual intento hacerles poner el acento aquí, a saber, la topología intersubjetiva, aquélla que, bajo diversas formas, es la que intento siempre construir aquí ante ustedes, restituir que ella es, por otra parte, aquélla de nuestra experiencia: aquélla del sujeto, del pequeño otro, del gran Otro, en tanto que su lugar debe siempre, en el momento de cada fenómeno en análisis, ser señalado por nosotros, si queremos evitar cierta especie de enredo, de nudo, verdaderamente cercado como por un hilo que no se ha sabido desanudar, y que forma, si se puede decir, lo cotidiano de nuestras explicaciones analíticas.
Ese sueño, lo hemos recorrido ya bajo varias formas, y podemos igualmente comenzar a articular algo simple, directo, algo que no esta ausente para nada de la observación que se desprende de la lectura que hemos hecho. Diré que en el estado que precede, que conduce al sujeto y al sueño mismo, hay una palabra, que después de todo lo que tenemos aquí como vocabulario en común parece ser aquélla que viene primero, y de la que no estaría excluido que llega en esta época al espíritu de Ella Sharpe. Esto no es para nada hacer intervenir una noción que no estuviera a su alcance; estamos en el ambiente inglés de ese momento, dominado por discusiones tales como aquéllas que se elaboraron, por ejemplo, entre gente como Jones y Mme. Joan Riviére, lo que ya ha sido cuestión aquí, a propósito de su libro «De la femineidad como máscara». Ya les he hablado de ello a propósito de la discusión concerniente a la fase fálica y la función fálica en la sexualidad femenina.
Hay una palabra, la que he citado hace un momento, que es la palabra verdaderamente necesaria a Jones para entrar en la comprensión lo que es el punto mis difícil de comprender, no simplemente de poner en juego, del análisis, a saber, el complejo de castración. La palabra de la que Jones se sirve es afanisis, a la que ha introducido de manera interesante en el vocabulario analítico, y a la que nosotros no podemos de ningún modo considerar ausente del medio inglés, ya que la tiene en gran consideración.
Afanisis es desaparición, en tanto que él así lo entiende. Y lo que quiere decir con eso, lo veremos más adelante. Pero yo voy a hacer un uso totalmente distinto por el momento, uso verdaderamente impresionista de eso que está verdaderamente allí todo el tiempo en el curso del material del sueño, de lo que lo circunda, del comportamiento del sujeto, de todo lo que hemos intentado articular ya a propósito de lo que se presenta, de eso que se propone Ella Sharpe.
Ese sujeto mismo que, antes de presentarse de una manera que ella describe tan bien, con esa especie de ausencia profunda que le da a ella misma el sentimiento de que no hay tema del sujeto, ni uno de sus gestos que no sea amigo enteramente pensado, y que ella corresponde a lo que es del sentimiento.
Ese sujeto que se mantiene tan bien entre barrotes, que por otra parte no se anuncia, no aparece, pero que inmediatamente aparecido es más inatrapable que si no estuviera allí, ese mismo sujeto nos ha dado en las premisas de lo que ha aportado al sujeto de su sueño, esta pregunta que ha planteado a propósito de su tosecita: ¿Y esta tosecita, para qué hacerla? Para hacer desaparecer algo que debe estar más allí de la puerta. No se sabe qué.
El mismo lo dice: en el caso de la analista, ¿qué es lo que puede querer hacer desaparecer allí? Evoca a propósito de esto, la puesta en guardia en otras circunstancias, en otro contexto en el que se trate de que ellos se separaran, que se desunieran, ya que la situación podía ser embarazosa si él mismo entraba, y así sucesivamente.
En el sueño, estamos en presencia de tres personajes, ya que no hay que olvidar que esta allí su mujer. Una vez que lo hubo dicho, el sujeto no habla más de ello. Pero, ¿qué es lo que sucede exactamente entre el partenaire sexual, aquella de la que, en suma, el se escapa? ¿Es tan seguro que él se esconde?
Lo que enuncia a continuación prueba que él está lejos de estar completamente ausente, y él ha puesto su dedo, dice, en una especie de vagina «protru», dada vuelta (retourné), cierta especie de vagina prolapsada, sobre la cual he insistido. Allí también se plantean preguntas, y nosotros vamos a plantearlas. ¿Dónde está lo que este en juego? ¿Dónde está el interés de la escena? Eso que a propósito de un sueño es hasta donde se puede plantear la pregunta — y nosotros podemos plantearla, en tanto toda la teoría freudiana nos impone hacerlo – eso que se producirá inmediatamente después en las asociaciones del sueño, es algo que implica a esta amiga por intermedio de un recuerdo que él tiene concerniente a la capucha que constituye el órgano femenino de alguien que le ha ofrecido sobre un campo de golf algo en lo que podrían ser envueltos sus palos, y al que él ha encontrado un tipo raro, extravagante. Habla de esto con una especie de regocijo divertido. Y se ve bien lo que sucede alrededor de este personaje verdadero. Es, a propósito de este personaje, que uno podría preguntarse hasta donde meditó en él (Rouler sa bosse: también, viajar mucho).
Es el tomo en el que habla de esto: con esa jeta y con esa labia, ¿que podía ser ese tipo? Puede ser un carnicero, dice. Dios sabrá por qué un carnicero. Pero el estilo y la atmósfera general, el ambiente de imitación a propósito de ese personaje – inmediatamente, por otra parte, el sujeto se divierte en imitarlo – muestra claramente que se trata de esto.
Por otra parte, es por ahí que se introduce la noción de imitación y la asociación con su amiga, que imita tan bien a la gente, que tiene tal talento, que ella lo explota en la Broadcasting.
Y respecto a eso, la primera idea que se le ocurre al sujeto es que habla demasiados de eso, que parece alabarse hablando de una relación tan notable, de confianza. He verificado la palabra inglesa que él utiliza, es una palabra de uso totalmente reciente, que se puede considerar cercana al slang, y que nosotros hemos intentado traducir aquí por ‘la ramener’ (volverla a traer). El la utiliza para decir: «tengo escrúpulos de volverla a traer respecto de eso». Para decirlo claramente, el desaparece, se hace chiquito, no quiere ocupar mucho lugar en esta ocasión. En resumen, lo que se impone a cada instante, que vuelve como tema, como leit motiv en todo el discurso, las palabras del sujeto, es algo por lo que el término afanisis aparece aquí mucho más cerca del hacer desaparecer, que del desaparecer, de algo que es un perpetuo juego, donde sentimos que bajo diversas formas, algo —si quieren, lo llamamos el objeto interesante— jamás está ahí.
Ya he insistido la última vez sobre esto. No está jamás donde se lo espera, deslizándose de un lado a otro en una especie de juego escamoteador. Voy a insistir allí aún, y verán ustedes dónde nos va a llevar esto que es lo esencial, la carácterística, a todos los niveles, de la confrontación ante la que se encuentra la analista. El sujeto no puede avanzar nada si no sustrae inmediatamente, por algún costado, lo esencial, si se puede decir. Y haré la observación de que en Jones también el término afanisis es un término que se ofrece a una critica que conducirla a la denuncia de alguna inversión de la perspectiva.
Jones ha observado en sus sujetos que, ante la cercahía del complejo de castración, lo que siente, lo que comprende, lo que ve en ellos, es el miedo a la afanisis, a la desaparición del deseo. Y de alguna manera, lo que nos dice, es que la castración – no lo formula así por no tener el aparato para ello – es la simbolización de esta pérdida. Hemos subrayado cuán enorme problema es ver en una perspectiva genética cualquiera, como un sujeto, supongamos en su desarrollo, en algún momento, en un nivel de alguna forma animal de intersubjetividad, comienza a ver la tendencia a desligarse de ella misma para devenir miedo de su propia pérdida. Y Jones hace de la afanisis, la sustancia del miedo a la castración.
Quiero hacer notar aquí que es exactamente en el sentido contrario que conviene tomar las cosas. Es porque puede haber castración, es porque el juego de significantes está implicado en la castración, que el sujeto se elabora la dimensión donde él puede tener miedo, alarma, por la desaparición posible, futura, de su deseo.
Observemos bien que es difícil concebir algo como el deseo, tanto si le damos un sentido pleno, el sentido de la tendencia, a nivel de la psicología animal, cuanto en la perspectiva humana, como a algo que sea totalmente accesible.
El miedo a la falta del deseo es, al menos, un paso a explicar. Para explicarlo les digo: el sujeto humano, que tiene que inscribirse en el significante, encuentra allá una posición desde donde, efectivamente, pone en cuestión su necesidad, en tanto que su necesidad es tomada, modificada, identificada, en la demanda. Y allí todo se concibe muy bien, y la función del complejo de castración en esta ocasión, a saber, en qué esta toma de posición del sujeto en el significante implica una pérdida, el sacrificio de uno de esos significantes entre otros; esto es lo que por ahora dejamos de lado.
Lo que quiero decir, simplemente, en que el miedo a la afanisis en los sujetos neuróticos corresponde, contrariamente a lo que cree Jones, a algo que debe ser comprendido en la perspectiva de una formación insuficiente, una articulación insuficiente, de una forclusión parcial del complejo de castración. Es en tanto que el complejo de castración no pone al sujeto al abrigo de cierta especie de confusión, de arrastre, de angustia, que se manifiesta en el miedo a la afanisis, que lo vemos efectivamente en las neurosis, y aquí tenemos una buena ocasión de constatarlo a propósito de este caso.
Continuemos y volvamos sobre el texto mismo, sobre el texto del sueño, y sobre esas imagenes de las que hemos hablado la ultima vez, a saber, sobre la presentación del sexo femenino bajo la forma de esa vagina prolapsada.
En las imagenes del sujeto, esta especie de vagina, de bolsa, de funda, que da allí una imagen tan extraña que no se puede, sin embargo – aunque no sea para nada un caso excepcional y único, pero que no es de todas maneras, frecuente de encontrar, que no ha estado descripto en la tradición analítica de una manera perfectamente carácterizada -. Aquí se puede decir que la imagen misma que es empleada en la articulación significante del sueño – a saber, qué es lo que esto quiere decir entre los personajes que están presentes la imagen misma toma su valor de eso que sucede, de eso por lo que ella es utilizada.
De hecho, lo que vemos, es que el sujeto va a poner el dedo ahí, como el dice. No pondrá su pene. Desde luego que no. El pondrá el dedo ahí. El retorna, reinvagina eso que está allí desvaginado, y todo eso pasa como si se produjera allí casi un gesto de escamoteador. Ya que, al fin de cuentas, él pone algo en el lugar de eso que deberla poner allí. Pero también él muestra que algo puede ser puesto allí. Y, suponiendo que algo pudiese ser, efectivamente, sugerido por la forma de lo que se presente, a saber, el falo femenino, todo sucede como si, ese falo, que en efecto está en cuestión de la manera más clara (to get my penis), tenemos derecho a preguntarnos qué es lo que el sujeto está mostrándonos, ya que mucho más que un acto de copulación, se trata allí de un acto de exhibición. Esto, no lo olvidemos, sucede ante un tercero. El gesto está allí, está ya evocado el gesto de prestidigitador en el ejercicio que en francés se llama ‘la bolsa del huevo’ (le sac a l’oeuf). A saber, esa bolsa de lana en la cual el prestidigitador hace desaparecer alternativamente el huevo y lo hace desaparecer, lo hace aparecer en el momento en que no se lo espera, y muestra su desaparición allí donde se creería verlo. ‘The bag of the eggs’, se dice, también, en inglés.
El gesto, la mostración de la que se trata, es tanto más que las asociaciones del sujeto. Eso que hemos visto siempre advertible exactamente en el momento en que aparece, de manera que nada se vea de eso que halla antes allí, o aún hacerse tomar, él mismo, dice en su fantasma, como un perro ladrando, de manera que se dice que no hay allí mes que un perro. Si, siempre el mismo escamoteo del que no sainemos que es lo que se escamotea. Y seguramente es, ante todo, el sujeto mismo el que es escamoteado. Pero el sueño nos indica y nos permite precisar que, en todo caso, si lo que buscamos precisar, lo que se localiza en el sueño como siendo lo que esta en juego en este escamoteo es, ciertamente, el falo, el falo del que se trata: to get my penis.
Y aquí estamos, yo diría, de tal manera habituados, acostumbrados por la rutina analítica, que casi no nos detenemos en este dato del sueño. No obstante, la elección del sujeto del ‘to get’ para designar lo que aquí pretende hacer la mujer… es un verbo de uso extremadamente polivalente. Es siempre en el sentido de obtener, de ganar, de atrapar, de agarrar, de adjuntar. Se trata de algo que se obtiene al por mayor (en gros), en el sentido general. Seguramente, entendemos esto con la nota y el eco de femina curem et benim o penim devorem, pero esto no es tan simple.
Ya que, ante todo, lo que es puesto en causa, en esta ocasión, es algo que, al fin de cuentas, está muy lejos de estar en ese registro. Y si, por otra parte, la cuestión se trata de la forma que sea, real o imaginaria, de obtener el pene, la primera pregunta a plantearse es la siguiente: ¿Dónde está ese pene?.
Ya que parece caer por su propio peso que él esta allí. A saber, que bajo el pretexto de que se ha dicho que el sujeto en el relato del sueño, que ella hacía maniobras ‘to get my penis’, se tiene la sensación de creer que entonces él está allí en alguna parte, en el sueño. Pero literalmente, si se observa bien el texto, no hay absolutamente nada que lo indique.
No es suficiente que la imputación del partenaire esté allí dada, para que deduzcamos que el pene del sujeto esta allí, es suficiente, de alguna manera, para satisfacernos sobre el sujeto, acerca de esta pregunta: ¿Dónde está?
El, posiblemente, esta totalmente en otra parte que allí, donde tenemos esa necesidad de completar en una escena, donde se supondría que el sujeto se esconde… Esto no es tan simple. Y a partir del momento en que nos planteamos esta pregunta, vemos, en efecto, que es ahí donde se plantea toda la cuestión, y que es también a partir de allí que podemos detectar cuál es la discordancia singular, la rareza, que presenta el signo enigmático que nos es propuesto en el sueño. Puesto que se trata de que hay allí una relación entre lo que sucede y una masturbación.
¿Qué es lo que esto quiere decir? ¿Qué es lo que esto nos señala en esta ocasión? Vale la pena recopilarlo en el pasaje. Ya que, aunque esto no sea elucidado, es muy instructivo, quiero decir, aunque eso no sea articulado por la analista en sus propias palabras. Esto es, a saber, que la masturbación del otro y la masturbación del sujeto, es todo uno; que incluso se puede llevar más lejos, y decir que todo lo que hay allí en la captura del otro en el sujeto mismo, que se asemeja a una masturbación, supone, efectivamente, una secreta identificación narcisista; que es menos aquélla del cuerpo a cuerpo, que aquélla del cuerpo del otro al pene; que toda una parte de las actividades de la caricia – y esto se vuelve más evidente puesto que ella toma un carácter de placer más desatado, más autónomo, mes insistente, incluso lindante con algo que se llama más o menos propiamente en esta ocasión, un cierto sadismo – es algo que pone en juego al falo, puesto que como les he mostrado ya, El se perfila imaginariamente en el más allá del partenaire natural.
Que el falo esté interesado como significante en la relación del sujeto con el otro, hecho que viene aquí como de algo que puede ser buscado en este más allí del abrazo del otro sobre el cual se pone en marcha, toma toda la clase de formas tipo, más o menos acentuada en el sentido de la perversión.
De hecho, eso que vemos ahí es que, justamente, esta masturbación de la otra sujeto difiere totalmente de esta captura del falo en el abrazo del otro, que nos permitirla hacer equivalente, estrictamente, la masturbación del otro a la masturbación del sujeto mismo, que ese gesto del que les he mostrado el sentido, que es un gesto de verificación de que eso que esto allí de frente es, seguramente, algo totalmente importante para el sujeto, es algo que tiene gran relación con el falo, pero también es algo que demuestra que el falo no está allí, que el ‘to get my penis’ del que se trata para el partenaire, es algo que huye, que se esconde, no simplemente por voluntad del sujeto, sino por algún accidente estructural que es verdaderamente lo que esta en cuestión, lo que da su estilo a todo lo que resulta en la continuación de la asociación.
Esta mujer de la que nos habla, que se conduce tan notablemente en esto, que imita perfectamente a los hombres; esta especie de increíble escamoteador del que se acuerda después de años, y que le propone con una labia increíble algo, que singularmente es aún una cosa por otra, hacer una envoltura de algo con la envoltura que esta hecha para otra cosa, especialmente, el tejido destinado para hacer una capota de un auto, y ¿para hacer qué? Para permitirle introducirlo en su club de golf. Esta especie de falluto, he aquí por lo que regresará.
Todo tiene siempre ese carácter: que de algún elemento se trate, el que no es jamás completamente Ese que se presenta como aquél del que se basa. Es siempre bajo una forma problemática, que se presentaran las cosas.
Tomemos todo lo que viene inmediatamente después, y que va a jugar su rol. El carácter problemático de eso que insiste ante el sujeto, se continúa inmediatamente, y por una cuestión que se le ocurre al respecto, que hace surgir recuerdos de su infancia. ¿Por que diablos ha tenido en otro momento otra compulsión como la que ha tenido al comienzo de la sesión, es decir, la tos? A saber, al cortar las tiras de su hermana. «Yo no pensaba que ésta era una verdadera compulsión. Es por la misma razón que la tos me molestaba. Supongo que corta las sandalias de mi hermana en el mismo estilo. Tengo un recuerdo bastante oscuro de haberlo hecho. No sé por que, y que desearía yo de ese cuero, por lo que hacia esto con las tiras. Pero en fin, debo creer que quería hacer algo útil con eso, pero pienso que era completamente ‘unnesesary’ (innecesario). Era muy útil en mi espíritu, pero eso no tenía ninguna necesidad seria».
Allí también nos encontramos ante una especie de huida, a la que seguirá aún otra huida, a saber, la observación de que piensa de golpe en las correas que ataban la capota del coche. O más bien, esto le hace pensar en las correas que atan un coche de bebé. Y en este momento, de manera curiosa, de manera negativa, él introduce la noción de cochecito. Piensa que no tenía un cochecito en su casa. Ahora bien, «no hay nada más estúpido —dice él mismo— que decir que no hay un cochecito en nuestra casa». Lo había seguramente, ya que había dos niños.
Siempre el mismo tipo de cosa que aparece bajo la forma de que algo falta, y que domina todo el estilo de las asociaciones del sujeto. ¿Cuál es el paso siguiente, directamente enganchado esto?
«Fíjese he recordado de pronto que debía mandar dos cartas a dos miembros que deberían ser admitidos en nuestro club, y yo me lactaba de ser mejor secretario que el ultimo. Es de todos modos, bastante singular que yo venga a olvidarme, justamente, de dar a estos el permiso para entrar al club. Dicho de otro modo, no les he escrito». E inmediatamente encadena, indicado entre comillas en el texto de Ella Sharpe, aunque ella no lo aclara, porque para un lector inglés no es necesario incluso que esas líneas están entre comillas, una cita de una frase que se encuentra en eso que se denomina la Confesión General, a saber, una de las plegarias del «Book of Common Priere» (Libro de oraciones comunes), del libro de plegarias para todo el mundo, que forma el fundamento de los deberes religiosos de los individuos, en la iglesia de Inglaterra.
Debo decir que mis relaciones con el Book of common priores, no comienzan ayer, y no haré más que evocar aquí el muy gracioso objeto que había sido creado hace veinte o veinticinco años en la comunidad surrealista, por mi amigo Roland Penrose, que se habla hecho de uso para los iniciados del Common book of priores.
Cuando se lo abrió, de cada lado del plano inferior de la tapa, tenía un espejo. Esto es muy instructivo, ya que allí está la única critica que se le puede hacer a Ella Sharpe, porque seguramente este texto le era mucho más familiar que a nosotros, ya que el texto del Book of common priores no es totalmente parecido a la cita que el sujeto nos da de él.
«We have let undone», hemos dejado de hacer (non fait), las cosas que tentamos para hacer, en lugar de «No hemos hecho las cosas que debíamos hacer» (cita del sujeto). Es poca cosa, pero a continuación, falta una frase entera que es, de alguna manera, la contrapartida en el texto de la plegaria de confesión general: «y hemos hecho las cosas que no debíamos hacer».
Esto, en el sujeto, no prueba para nada la necesidad de confesarme. Por una buena razón, que es al fin de cuentas, para el sujeto, se trata siempre verdaderamente de no hacer las cosas. Pero hacer las cosas no es asunto suyo. Es, en efecto, eso de lo que se trata, puesto que agrega que él es completamente incapaz de hacer lo que sea, por miedo a tener demasiado éxito, como nos lo ha subrayado la analista.
Y además, ya que esto no es lo de menos, es allí donde quiero llegar, el sujeto continua la frase: «No hay nada de bueno en nosotros (good things)». Esto es pura invención del sujeto, ya que en el Book of common priores non hay tal cosa. Allí dice: «No hay nada sano en nosotros». Creo que ese «good things» que él ha puesto en ese lugar, es de lo que se trata. Diría que ese objeto bueno que no este ahí, es ése que está en cuestión, y nos confirma una vez más que se trata del falo.
Es muy importante para el sujeto decir que ese objeto bueno no está allí. No está jamas allí donde se lo espera. Y es seguramente un «good thing», que es para él algo de la más extrema importancia, pero no es menos claro que eso que tiende a mostrar, a demostrar, es siempre una sola y la misma cosa, a saber, que él no está jamás allí.
Allí, ¿dónde? Allí donde se podría decir «to get», apoderarse de eso, tomarlo. Y es eso, claramente, lo que domina el conjunto del material del que se trata.
¿Qué ilumina eso sobre lo que acabamos de avanzar? El acercamiento entre las dos compulsiones, aquélla de la tos que es, por otra parte, aquélla de haber cortados las tiras de las sandalias de su hermana, parecería menos sorprendente. Ya que es verdaderamente de una interpretación analítica de las más corrientes, el hecho de cortar las tiras de cuero que sostienen las sandalias de su hermana, tiene una relación que nosotros nos contentamos aquí, como todo el mundo, a aproximar globalmente con el tema de la castración.
Ustedes tomarán a Fenichel, verán que los cortadores de trenzas son gente que hace esto en función de su complejo de castración. Pero cómo poder decir, salvo en el calculo más exacto, en un caso, si es la retorsión de la castración, la aplicación de la castración a otro sujeto que a ellos mismos o, al contrario, el apaciguamiento de la castración. Pone en juego sobre el otro una castración que no es verdadera, y por consiguiente, que se manifiesta no tan «dangerous» (peligrosa) como aquella; domesticación, si se puede decir, o minusvalía, devaluación, de la castración, en el curso de este ejercicio; tanto más dado que, cortando las trenzas, es siempre posible, concebible, que dichas trenzas vuelvan a salir, es decir, que reasegura contra la castración.
Esto es, seguramente, todo lo que la suma de las experiencias analíticas permiten empalmar sobre ese sujeto, pero que, en la ocasión, no nos parece más que como escondido. Pero de que habría allí ligazón con la castración, no hay ningún tipo de dudas.
Pero ahora, eso de lo que se trata, si nos obligamos a no ir muy rápido y a sostener las cosas en el nivel en que las hemos indicado suficientemente, es decir, que aquí la castración es algo que forma parte, si se puede decir, del contexto de la relación, pero que nada nos permite hasta el momento hacer intervenir de una manera tan precisa, que la analista le ha hecho la indicación al sujeto, postulado en la ocasión para articular algo como siendo una intención opresiva primitivamente vuelta contra él. Pero, ¿qué sabemos nosotros de esto, después de todo? ¿No es mucho más interesante plantear, renovar la pregunta «¿dónde está ese falo»? ¿Dónde está, en efecto, dónde es necesario concebirlo?
Lo que podemos decir es que la analista va muy lejos, se excede al decirle al sujeto «es algo muy lejano en Usted, forma parte de una vieja rivalidad con su padre; esta allí en el comienzo de todos sus anhelos primordiales de omnipotencia; está allí como fuente de una agresión de la cual experimenta Usted en esta ocasión la retorsión». Aunque hablando propiamente, nada permite comprender algo que se articula de esa manera en el texto.
En cuanto a nosotros, ensayemos plantear la pregunta quizá un poquito más audazmente, hasta que seamos llevados naturalmente. No podemos, parece ser, proponer a propósito de una observación impresa como ésa, escrita, algo que sería lo que preguntaría a un alumno. Si se tratara de un alumno, yo hablaría de eso mucho más severamente. Le diría: «qué mosca le ha picado para decir una cosa parecida». Yo plantearía la pregunta en un caso semejante: ¿Dónde está el elemento de contratransferencia?
Allí está lo que puede parecer audaz al plantear semejante pregunta a propósito de un texto de un autor que, sobre todo, es alguien de quien tenemos todas las razones para darle en este asunto la más extrema confianza, a saber, Ella Sharpe. Me sonreí conmigo mismo en el momento en que me he planteado esta pregunta, ya que me parecía, hablando propiamente, un poquito exorbitante.
Y bien; jamás se ha errado por ser un poco más audaz. Sucede que sea de esta forma que se encuentra lo que se busca. Y en esta ocasión, yo he buscado antes de encontrar. Quiero decir que había leído casi distraídamente las primeras páginas de ese libro. Quiero decir que, como siempre, uno no lee bien jamas, y había allí, sin embargo, algo extremadamente divertido.
Inmediatamente después de haber hablado del padre muerto, de ese padre que ella no llega a revelar en la memoria del sujeto, que logra hacer mover un poquito en los últimos tiempos – recuerdan que el sujeto se asombraba de que su padre en un tiempo había hablado, inmediatamente después ella hace notar que es la misma dificultad que él tiene con ella, a saber, «ese paciente no tiene pensamiento respecto de mí». Había ya algo allí que habría podido retener nuestra atención, «él no siente nada respecto de mí». El no puede creer en esto. Es inquietante, es necesario decirlo. Que el sujeto no tome conciencia de esto como tal, no dice que no haya manifestación, ya que igualmente, hay una especie de oscuro sacudimiento de la ansiedad en tal o tal otra ocasión. Es ahí donde yo había retenido mal algo que se expresa aquí. Pero cuando uno lee esto, cree que es una disertación lo que llega a hacer la analista.
«Pienso —dice ella— que se trata de esto, que el análisis puede ser comparado a un juego de ajedrez (echec) que se prolonga y que debe continuar aquí, hasta que dejo de ser el padre que se venga en el inconsciente, que se emplea para el ‘corner in’ (acorralar), para el atascar, para ponerlo en jaque, después de lo cual no hay otra alternativa que la muerte».
Esta referencia curiosa al juego de ajedrez en esta ocasión, que en verdad nada implica es, sin embargo, lo que en esta ocasión merece retener nuestra atención. Diría que, en el momento en el que he leído esta página, la encontré efectivamente muy divertida, no me detuve inmediatamente en su valor en el orden transferencia. Quiero decir que, en el curso de la lectura, lo que ésta ha hecho vibrar en mí es: es muy divertido.
Se deberla comparar todo el desarrollo de un análisis al juego de ajedrez. ¿Por qué? Porque lo que tiene de más bello y más destacado el juego de ajedrez, es que es un juego que puede describirse así: hay cierto número de elementos que nosotros carácterizaremos como elementos significantes. Cada una de las piezas es un elemento significante. Y en suma, en un juego que se juega por medio de una serie de movimientos en réplica fundados en la naturaleza de los significantes, teniendo cada uno su propio movimiento carácterizado por su posición como significante, lo que sucede es la progresiva reducción del número de significantes que están en juego.
Y se podría, después de todo, describir un análisis, así: que se trata de eliminar un número suficiente de significantes para que quede en juego solamente un número bastante pequeño de significantes para que se aprecie bien dónde está la posición del sujeto en su interior. Para regresar allí, en consecuencia, creo que, en efecto, esto puede conducirnos bastante lejos.
Pero lo importante es esto: que Ella Sharpe —efectivamente todo lo que conozco o podría conocer, además, de su obra, lo indica— tiene tal concepción del análisis, que hay en su interpretación de la teoría analítica esta especie de profunda valorización del carácter significante de las cosas. Ella ha puesto el acento sobre la metáfora, de una manera que no es disonante en absoluto comas cosas que yo les explico. Y todo el tiempo ella sabe valorar este elemento de sustitución lingüístico en los síntomas, hecho que hace que ella haya sostenido en sus análisis temas literarios que constituyen una parte importante de su obra. Y todo lo que ella da como reglas técnicas, participa también de algo que está del todo marcado profundamente por una especie de experiencia, de aprehensión del juego de los significantes como tal.
De tal suerte que la cosa que se puede decir que ella desconoce, diría que son las intenciones, que se expresan en ese registro, en el plano de la palabra, de lo cual se trata en el primer plano de esta observación, de sujetar (coincer), acorralar. El «corner in» es traído primero por ella. Es solamente en las sesiones ulteriores a la interpretación que ella da de ese sueño, que veremos aparecer la misma palabra en el discurso del paciente, y dentro de poco les diré a propósito de qué.
Es por lo que – ustedes ya lo saben – les he indicado lo que sucedía dos sesiones antes. A saber, su imposibilidad de «corner» (acorralar) a su partenaire igualmente, en un juego, el juego de tenis, de acorralarlo para dar la última arremetida, aquélla que el tipo no puede llegar a atrapar. Se trata claramente de esto, lo que está en el plano en el que la analista se manifiesta. Y no estoy para nada tratando de decir que el sujeto se dé cuenta de esto.
Está bien claro que ella es una buena analista. Ella lo dice de todas las formas: «es un caso en el cual ustedes han podido observar – dice ella – a los estudiantes, que no hago la más mínima observación, o me callo. ¿Por qué? Dice ella. Porque no hay nada absolutamente en ese sujeto que indique otra cosa, de todas las formas posibles, ya que su pretensión de querer ser ayudado quiere decir exactamente lo contrario, a saber, que ante todo él quiere quedarse al abrigo y con su pequeña cobertura, su capota de coche sobre él».
El «hood» (capucha), es verdaderamente una posición completamente fundamental. Esto ella lo comprende. Todo lo que sucede a propósito del recuerdo del cochecito que está borrado es, sin embargo, lo que ha estado en su lecho «pined up», es decir, pinchado. Por otra parte, parece que él tiene nociones muy precisas sobre lo que puede provocar en un niño el hecho de estar más o menos atado, aunque no haya nada particular en su recuerdo que le permita evocarlo, sino que, seguramente, en esta posición atada él se sostiene bien.
Así pues, ella está muy lejos de dejar transparentar este elemento de contratransferencia, es decir, algo que sería demasiado intervencionista en el juego. Un juego agresivo en ese juego de ajedrez. Pero lo que digo es que, porque ella se da cuenta tan bien del alcance de esta noción, de este ejercicio agresivo del juego analítico, es que no ve su alcance exacto, a saber, que eso de lo que se trata es algo que tiene la más estrecha relación con los significantes.
A saber, que si nosotros preguntamos dónde esta el falo, es en ese sentido que debemos buscarlo, dicho de otra manera, que, si ustedes quieren, en el cuadrángulo del esquema del sujeto, del otro, por lo menos en tanto que imagen del otro, y del gran Otro, es de esto de lo que se trata. De allí donde puede aparecer el significante como tal. Es que ese falo que no está jamás allí donde lo esperamos, sin embargo, está allí. Está allí como la carta robada, donde menos se lo espera, y allí donde, sin embargo, todo lo designa.
Para expresar cómo verdaderamente la metáfora del juego de ajedrez nos permite articularlo, diría que el sujeto no quiere perder su dama, y me explico. En el sueño, el falo no es el sujeto que está allí y que lo mira. No es allí que está el falo. Ya que para ese sujeto, como lo percibe oscuramente a través de un velo la analista en su interpretación, el sujeto tiene una cierta relación con la omnipotencia, a la potencia más simplemente, al poder. Su poder, en esta ocasión, el falo, es lo que conviene que él preserve a cualquier precio, para mantenerlo fuera de juego, porque puede perder ese falo en el juego, y aquí en el sueño representado simplemente por el personaje del cual menos se pensaría que lo representa, a saber, su mujer, que está allí y que de lejos deja de ser la aparente testigo que ella es, ya que en verdad no está explicado de ningún modo que esta función de ver sea allí algo esencial.
En este sujeto, como en muchos sujetos, y les ruego que retengan esto porque es un hecho clínico tan evidente, que uno queda estupefacto de que no sea un lugar común del psicoanálisis, el partenaire femenino, en tanto que otro, es, justamente, lo que representa para el sujeto lo que en su potencia tiene de alguna manera como lo más tabú, y además que se encuentra, de golpe, dominador de toda la economía de su deseo.
Es porque su mujer es su falo, que yo diría comete esa especie de lapsus Infimo que les he marcado al pasar, a saber, «hacer un viaje con su mujer alrededor del mundo», «a travel with my wife round the world» y no «round the world with my wife».
El acento de omnipotencia esta puesto en «round the world» para nuestra analista. Yo creo que el secreto de la omnipotencia en ese sujeto está en el »with my wife», y que de lo que se trata es de que él no pierde esto, es decir, que no se da cuenta justamente, de que allí está lo que hay que encauzar, es decir, darse cuenta de que su mujer es, en esta ocasión, la analista.
Ya que al fin de cuentas es de esto de lo que se trata. El sujeto no quiere perder su dama, diremos nosotros, a la manera de los malos jugadores de ajedrez, que se figuran que perder su dama es perder la partida, mientras que ganar al ajedrez es, al fin de cuentas, llegar a lo que se llama un final de partido, es decir, con el sujeto, la facultad de desplazamiento más simple y más reducida, y el mínimo de derechos. Quiero decir que no tiene derecho de ocupar un casillero que esta puesto en jaque por otro, y con esto, encontrar la ventaja de la posición.
Por el contrario, en esta ocasión tiene gran provecho sacrificar su dama. Es lo que en ningún caso quiere hacer el sujeto, porque el significante falo es lo que para él es idéntico a todo lo que se produjo en la relación con su madre.
Y es aquí que aparece, como la observación lo deja traslucir netamente, el carácter deficiente, cojo, de lo que ha podido aportar el padre en la ocasión. Y bien entendido, volvemos a caer en algo, en una vertiente ya conocida de la relación del sujeto con la pareja parental. Lo importante no es esto. Lo importante es, efectivamente, acentuar esa relación muy escondida, muy secreta del sujeto con su partenaire, porque está allí todo lo que hay de importante a poner en evidencia en el momento en que se hace evidente en el análisis.
Es en el análisis donde, en suma, el sujeto, con su discreta tosecita, advierte a su analista lo que sucede en el interior, si por azar su analista había, como en el sueño, trucado su bolsa o su juego, tenía que regresar antes de que él llegue, ya que tiene que ver esto, ver que no hay allí nada más que una bolsa para perder.
Allí está la prudencia de la que el sujeto da prueba y que, de alguna manera, mantiene en un cerrado lazo con el cochecito (pram pined) de la posición de su infancia en una relación con su deseo que no puede ser más que fantasmática, a saber, que le es necesario que él mismo sea atado en un cochecito o en otra parte, y verdaderamente agarrado y ajustado, para que pueda ser en otra parte el significante, la imagen de una omnipotencia soñada.
Y es claramente de esta manera, también, como es necesario comprender el rol capital para él de la omnipotencia, toda esta historia y esta observación del automóvil. El automóvil, ese instrumento problemático de nuestra civilización, del que cada uno siente su relación, por una parte, a la potencia (los caballos, la velocidad, el pin of speed) y al parecer de cada uno, evidentemente, equivalente fálico, equivalente de la potencia, es auxilio de los impotentes. Pero por otra parte, cada uno conoce el carácter infinitamente acoplado, femenino incluso. Ya que el automóvil (automobile) no es por nada que en francés lo decimos en femenino; que le damos a este automóvil, en la ocasión, todo tipo de pequeños sobrenombres que tienen también la carácterística de un partenaire del otro sexo. Y bien, este automóvil sobre el que hace esas observaciones tan problemáticas a saber: es extraño que se hable de él como de un ser viviente.
Banalidades. Pero este automóvil, cosa muy curiosa, es tan evidentemente, eso en lo que se reproduce cierta especie de ambigüedad significante que hace que sea eso a la vez lo que lo protege, lo que lo ata y lo envuelve, lo que en relación a él, tiene exactamente la misma posición que, en el sueño, la capucha saliente – se trata, por otra parte, de la misma palabra que es empleada en los dos casos -, que en el sueño, esta bizarra protuberancia sexual sobre la que él se encuentra poniendo el dedo, por otra parte, he subrayado bien esto que he traducido mal. No es necesario leer ‘rayado de rojo’, sino ‘enchapado en rojo’.
Pero, ¿qué nos dice la analista? La analista aquí no se ha equivocado. El momento, nos dice, en el que ella produce su intervención decisiva, no es momento en el que comienza a ponerlo sobre la vía de su agresión, por otra parte, con esta curiosa manifestación, que se puede llamar psicosomática en ese sujeto, de la que ella no revela enteramente el carácter, a saber, que en lugar de la tos, al día siguiente, él experimenta un pequeño cólico antes de entrar.
El tiene todo para perder (il a tout a perdre), en el momento de entrar para la sesión siguiente en el consultorio de su analista. Pero la interpretación que Ella Sharpe misma hace, parece la más iluminadora -es en la segunda sesión, después de esta interpretación, cuando el sujeto le cuenta que había tenido aún el cólico al marcharse la última sesión. ¿Después de que hable de él?
Dice: «no he podido tener mi auto; el mecánico no había terminado. No he podido tirarle la bronca, porque él es tan gentil que no se puede estar resentido él; es muy honrado, y además no tengo ninguna necesidad de este coche». Agrega con un acento de irritación: «Pero de todos modos, tengo extremadas ganas de tenerlo («la» en francés), lo (la) quiero, yo amo eso».
Y ella no se equivoca. «Por primera vez —dice ella— tenía ante mí una libidinal thing».
Por consiguiente, estamos totalmente de acuerdo con ella. Si hago esta crítica a Ella Sharpe, es porque la encuentro en todos los puntos de esta observación, admirablemente sensible. Ella comprende la importancia de esto, a saber, que lo que se presenta en la vida de un sujeto propiamente como deseo, el deseo siendo carácterizado por su carácter no motivado —»no tengo ninguna necesidad de este coche» —, el hecho de que él lo declare su deseo, que es la primera vez que ella escucha un discurso tal, es algo que se presenta a sí mismo, desrazonable en el discurso del sujeto.
Ella nos dice que salta sobre eso, es decir, que ella se lo señala.
Cosa curiosa, aquí tenemos como una especie de fluctuación del aparato de proyección. Aún cuando ella nos ha dicho siempre tan bien lo que le dice al sujeto, incluso las cosas más audaces, las más arriesgadas, allí no sabemos exactamente lo que le ha dicho. Es muy irritante. Lo que nos dice es que ella estaba embriagada de alegría en ocasión de decirle: «Allí reconoce Usted que desea algo». Pero qué es lo que ha podido decirle ella, no lo sabemos.
Sabemos, simplemente, que ha podido, sin embargo, decirle algo bastante orientado en el sentido de lo que ella le había dicho antes, porque justamente fue después de esto que, en la sesión siguiente, el sujeto viene a decirle, entre bromas y verdades, que esa noche ha mojado su cama.
No podemos considerar que esto sea, en sí mismo, el síntoma que, por más transitorio que sea, y por más significativo que sea de eso que, de golpe, ha sido traído, que ciertamente ha sentido nuevamente. Puede ser, sin embargo, algo que nos confirme absolutamente en lo que podría llamar el sentido de la buena dirección del decir, si es que hay decir. Esto es, a saber, que, si tenemos noción de qué cosa representa una enuresis, es, ciertamente, la puesta en acción, diría personal, del pene.
Pero en fin, esto no es, sin embargo, una puesta en acción genital. Es, justamente, el pene como real lo que interviene en eso muy frecuentemente —es lo que la clínica nos muestra en los niños—, de la actividad sexual de los padres, que ocurren estas manifestaciones enuréticas que, en esta ocasión, son la puesta en juego sobre el plano de lo real, del órgano como tal. Pero el órgano como tal, como real, no más como significante, que es claramente algo que nos muestra qué, en esta ocasión, la intervención de Ella Sharpe ha tenido, en efecto, un cierto alcance.
¿Es oportuno este alcance?. Esto es, bien entendido, lo que queda para ver de más cerca. Está bien claro que lo que sigue, a saber, la llegada, el surgimiento, ciertas reacciónes que el sujeto mismo parece tener en su activo con cierta conciencia de satisfacción, y que el hecho es que, en el juego, el no se deja burlar más por sus camaradas, es decir, que él ha tomado a uno del cuello y que lo acogotó en una esquina con tal fuerza, porque él no tenía más ganas de recomenzar, no puede, de ninguna manera, ser considerado como algo que esta verdaderamente en la línea a la que queremos acceder.
No olvidemos, al menos, que si hay algo que le está permitido al sujeto, es decir, arrinconar al otro en un juego, esto no es, para nada, lo mismo que acogotarlo con motivo de ese juego.
Allí está, justamente, la reacción inadecuada, aquélla que no lo hace capaz para acorralarlo en el juego, allí donde suceden las relaciones con el otro, el otro como lazo con la palabra, como lazo con la ley, como lazo con las convenciones del juego. Es justamente esto lo que se encuentra por esta leve declinación del acto de intervención analítica, fallado.
Creo que hoy hemos llevado las cosas bastante lejos. La próxima vez daré el último seminario de lo que se agrupa alrededor del análisis literario, a propósito del deseo y de su interpretación, y tratara de reunir para ustedes, en algunas fórmulas, cómo debemos concebir esta función del significante fálico en toda su generalidad, a propósito de la relación al Otro y de la forma en la que el sujeto se sitúa en el deseo.
Trataré de reunir alrededor de las nociones que intento articular aquí, la ayuda del grafo, esta función que debemos dar, muy precisamente, al significante fálico. Trataré de mostrarles también dónde se sitúa más exactamente, como a título de referencia, en nuestro ejercicio del análisis, pueden tratar de situar el significante fálico en ese esquema.
Para decirlo todo, y para dar algo que esta sacado de la obra de un escritor al cual ya he hecho alusión aquí, Lewis Carroll, les mostrare lo que Lewis Carroll dice en alguna parte, más o menos así: El pensaba que había visto una puerta de jardín – esa famosa puerta paradisíaca del interior del vientre maternal, alrededor del cual se centran acutamente, o se hunden, incluso, todas las teorías analíticas -, que se abría con una llave. Miró más de cerca, y se dio cuenta de que eso era una doble regla de tres. La próxima vez les mostraré que ella es esta regla de tres.