El vocabulario de Michel Foucault: letra A. Anomalía

El vocabulario de Michel Foucault: letra A.

Anomalía
(Anomalie). Alienación. La patología clásica sostiene que primero es lo anormal en estado puro: lo anormal cristaliza alrededor de sí las conductas patológicas que constituyen la enfermedad mental y la alteración de la personalidad que se sigue de ella produce la alienación mental. Según el análisis de Maladie mentale et personnalité, habría que invertir los términos, es decir, partir de la alienación para definir en último lugar lo anormal (MMPE, 103, 105). Genealogía de lo anormal. El campo de la anomalía, tal como funciona en el siglo XIX, ha sido constituido a partir de tres elementos o, más bien, de tres figuras que poco a poco lo han dominado: el monstruo humano, el individuo a corregir y el masturbador. • El lugar de aparición del monstruo es lo jurídico-biológico; él representa, en efecto, una violación de las leyes de los hombres y de la naturaleza. Se trata de una figura ambigua: transgrede la ley, pero no se puede responder a su violencia mediante la ley; surge a partir de las leyes de la naturaleza, pero se manifiesta como una contra naturaleza. La monstruosidad representa el despliegue de todas las irregularidades posibles a través del juego de la naturaleza. En este sentido, el monstruo se presenta como el principio de inteligibilidad de toda anomalía posible; es necesario buscar lo que hay de monstruoso aun en las pequeñas irregularidades. Lo anormal será un monstruo cotidiano, pálido, banalizado. • El espacio del individuo a corregir es mucho más restringido que el del monstruo: no es la ley y la naturaleza, sino simplemente la familia y las instituciones vinculadas con ella (la escuela, la parroquia, el barrio, la calle). Pero es mucho más frecuente. También es una figura ambigua. En efecto, el individuo a corregir aparece como tal en la medida en que es incorregible, en la medida en que la familia y las instituciones, con sus reglas y métodos, han fracasado. El anormal no sólo será un monstruo empalidecido, sino también un incorregible que habrá que ubicar en un medio de corrección apropiado. • El espacio del masturbador es todavía más restringido –el cuarto–; pero su frecuencia es mucho mayor, casi universal (se trata de un secreto que todos comparten, pero nadie comunica). En la patología del siglo XVIII, la masturbación representará un principio de explicación casi universal; toda enfermedad tendrá una etiología sexual. “El individuo anormal del siglo XIX estará marcado –y muy tardíamente, en la práctica médica, en la práctica judicial, en el saber así como en las instituciones que lo rodean– por esta especie de monstruosidad cada vez más disminuida y diáfana, por esta incorregibilidad rectificable y cada vez más rodeada de aparatos de rectificación. Y, en fin, estará marcado por este secreto común y singular, que es la etiología general y universal de las peores singularidades. En consecuencia, la genealogía del individuo normal nos remite a estas tres figuras: el monstruo, el incorregible, el onanista” (AN, 56). Sexualidad y psiquiatría. A partir de la figura del monstruo, el campo de lo anormal, tal como se va configurando en la psiquiatría del siglo XIX, estará dominado por la noción de instinto. Este mismo campo se encontrará atravesado por la sexualidad, por la naturaleza sexual del instinto. Por un lado, porque se aplicará a este campo las nociones provenientes de los fenómenos de la herencia y de la degeneración. Por otro, porque prontamente se establecerán en dicho campo los desórdenes de carácter sexual. Entre 1880 y 1890, la sexualidad aparecerá como el principio etiológico de toda anomalía (AN, 155-156). Las clases del 19 y del 25 de febrero de 1975 del curso Les Anormaux están dedicadas al modo en que el tema de la sexualidad ingresa en el campo de la psiquiatría a partir de la práctica cristiana de la confesión, es decir, de la aparición del cuerpo del placer y del deseo en las prácticas penitenciales, hasta la medicalización de las convulsiones como modelo neurológico de la enfermedad mental. • Por este camino se abre la posibilidad de incorporar la problemática de la masturbación como objeto de la psiquiatría y, al mismo tiempo, se abre la posibilidad de la medicalización de la familia y aparece la familia celular. El nexo entre anomalía e instinto aparecerá tempranamente, en la infancia. “La psiquiatría, tal como yo la he descrito, ha pasado de un análisis de la enfermedad mental como delirio al análisis de la anomalía como desorden del instinto” (AN, 208). • “El individuo ‘anormal’ del que, desde fines del siglo XIX, tantas instituciones, discursos y saberes se hacen cargo deriva a la vez de la excepción jurídico natural del monstruo, de la multitud de incorregibles de los institutos de corrección y del universal secreto de las sexualidades infantiles. A decir verdad, las tres figuras del monstruo, del incorregible y del onanista no van exactamente a confundirse. Cada una se inscribirá en sistemas autónomos de referencia científica. El monstruo, en una teratología y una embriología que encontraron con Geoffroy Saint-Hilaire su primera gran coherencia científica; el incorregible, en una psicopatología de las sensaciones, de la motricidad y de las aptitudes; el onanista, en una teoría de la sexualidad que se elabora lentamente a partir de la Psychopathia sexualis de Kaan. Pero la especificidad de estas referencias no debe hacer olvidar tres fenómenos esenciales, que en parte la anulan o, al menos, la modifican: la construcción de una teoría general de la degeneración que, a partir del libro de Morel, va a servir, durante más de medio siglo, de cuadro teórico, al mismo tiempo que de justificación social y moral, para todas las técnicas de localización, de clasificación y de intervención sobre los anormales; la organización de una red institucional compleja que, en los confines de la medicina y de la justicia, sirve a la vez de estructura de ‘recepción’ para los anormales y de instrumento para la ‘defensa’ de la sociedad; finalmente, el movimiento por el cual el elemento que aparece más recientemente en la historia (el problema de la sexualidad infantil) va a recubrir los otros dos, para convertirse en el siglo XIX en el principio de explicación más fecundo de todas las anomalías” (DE2, 827-828). Véanse: Degeneración, Norma.
Anomalie [110]: AN, 23, 51-53, 55-58, 68, 70, 97, 101, 122, 151, 155-156, 180-181, 208, 265-266, 290-291, 293, 296, 298. AS, 56. DE2, 109, 131, 446, 814. DE3, 49, 161, 257, 437, 441, 495, 624. DE4, 82, 772, 774. HS, 325. IDS, 5. MMPE, 56. MMPS, 56. PP, 116, 124, 199, 208, 218-221, 274, 292. SP, 25, 258-259, 304, 307.

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