El vocabulario de Michel Foucault: letra A. Absolutismo

El vocabulario de Michel Foucault: letra A

Absolutismo
(Absolutisme). Con el término “absolutismo” Foucault se refiere principalmente a la forma de organización del poder del rey y de la burguesía en Francia durante los siglos XVII y XVIII: ejercicio administrativamente centralizado y personal del poder, que se adquiere hereditariamente. Creación del hospital general. La fundación del Hospital General de París data de 1656. A primera vista, se trata de una reorganización por la que se unifican administrativamente varias instituciones ya existentes, entre las que se encuentran la Salpêtrière y Bicêtre, que de ahora en más serán destinadas a recibir,
alojar y alimentar a los “pobres de París”, a los que se presenten por sí mismos o a quienes sean enviados allí por la autoridad judicial. Al director general, nombrado de por vida, se le confiere el poder de autoridad, dirección, administración, comercio, policía, jurisdicción, corrección y castigo sobre todos los pobres de París, ya sea que se encuentren dentro o fuera de los edificios destinados al hospital. “El Hospital general es un extraño poder que el rey establece entre la policía y la justicia, en los límites de la ley: la tercera orden de la represión […]. En su funcionamiento o en su propósito, el Hospital general no está vinculado con ninguna idea médica; es una instancia de orden, del orden monárquico y burgués que se organiza por esta época en Francia” (HF, 73). En la organización y funcionamiento de los hospitales generales, creados por edictos del rey, se mezclan los privilegios de la Iglesia en cuanto a la asistencia a los pobres y la preocupación burguesa por ordenar el mundo de la miseria (asistencia, represión). La nueva institución se extenderá rápidamente por todo el reino y llegará a ser, más allá de Francia, un fenómeno europeo. Sin embargo, en Francia, la constitución de la monarquía absoluta y el renacimiento católico en la época de la contrarreforma le darán un carácter particular, de complicidad y concurrencia entre el poder y la iglesia (HF, 77). Véase: Locura. Derecho de castigar. Hasta el siglo XVIII, el suplicio, como castigo, no funcionaba a modo de reparación moral sino como ceremonia política. El delito era considerado una ofensa y un desafío a la soberanía del rey, al cuerpo del rey. El carácter aterrador y excesivo del suplicio, como el de Damiens, que Foucault describe al comienzo de Surveiller et punir, tenía como finalidad reconstruir la soberanía desafiada. Un espectáculo que, en su exceso, quería mostrar la supremacía del monarca y que, en cuanto espectáculo, buscaba su reconocimiento (DE2, 726). Una venganza a la vez personal y pública. En este sentido, el derecho de castigar que detenta el monarca puede ser considerado como una prolongación del “derecho de la espada”, derecho de vida y de muerte inherente a la soberanía (SP, 52). Policía. Entre las transformaciones de las prácticas disciplinarias durante la época clásica, Foucault señala la estatización de los mecanismos disciplinarios. Mientras que en Inglaterra, por esta misma época, grupos privados de inspiración religiosa aseguraban el control social, en Francia, en cambio, la función disciplinaria era generalmente asumida por la policía. Sin embargo, a pesar de que la organización centralizada del aparato policial pueda ser vista como una expresión del absolutismo monárquico, esto es, a pesar de que constituya un aparato de Estado, la función de policía es coextensiva con el cuerpo social; debe llegar hasta sus límites extremos, hasta los mínimos detalles. En este sentido, el objeto de la policía no es el Estado o el reino como cuerpo visible del monarca, sino “todo lo que sucede”, “las cosas de cada instante” (SP, 213-215). Saber gubernamental. El siglo XIX marca el fin del absolutismo y, con él, de su forma de ejercicio del poder. El poder comienza a ser ejercido con la intervención de cierto saber gubernamental que engloba el conocimiento de los procesos económicos, sociales y demográficos. Durante la primera mitad del siglo XIX, este saber gubernamental se estructuró en torno del conocimiento de la economía; pero los efectos de la reorganización de la economía sobre la vida de los individuos harán necesario otro tipo de saberes a fin de corregir estos efectos, adaptando a los individuos a las nuevas formas del desarrollo económico (la medicina, la psiquiatría, la psicología). El poder político adquiere de este modo una forma terapéutica (DE2, 433-434). Lettres de cachet. Aun cuando la utilización de las lettres de cachet (una carta del rey, con su sello, conteniendo una orden de aprisionamiento) haya sido un episodio temporalmente circunscripto, de apenas poco más de un siglo, no por ello resulta insignificante desde el punto de vista de la historia del poder. En opinión de Foucault, esta práctica no debe ser vista como la irrupción de la arbitrariedad del poder real en la cotidianeidad de la vida. Se articula, más bien, según circuitos complejos y un juego combinado de solicitudes y respuestas. Todos podían servirse de ellas según sus intereses. Pueden ser vistas, por ello, como una forma de distribución de la soberanía absoluta (DE3, 247). Discurso histórico. Podemos considerar “Il faut défendre la société” como una genealogía del discurso histórico moderno. Foucault opone lo que denomina la historia jupiteriana al discurso de la guerra de razas. La primera, tal como la practicaban los romanos y también la Edad Media, era concebida como un ritual de fortalecimiento de la soberanía. Por un lado, narrando la historia de los reyes, de los potentes y de sus victorias, liga jurídicamente a los hombres con el poder por la continuidad de la ley; por otro lado, narrando ejemplos y proezas, fascina y atrae. Doble función de la historia jupiteriana, relato del derecho del poder e intensificación de su gloria. Discurso del Estado sobre el Estado, del poder sobre el poder. En relación con la historia jupiteriana, el discurso de la guerra de razas puede ser visto como una contra-historia; rompe la unidad de la soberanía y, sobre todo, oscurece su gloria. La historia de los soberanos ya no incluirá la historia de los súbditos; la historia de unos no es la historia de los otros. Los relatos de proezas y hazañas no son sino la transformación, por parte de quienes han vencido, de las luchas de dominación, de conquista, de opresión. Aparece, entonces, un nuevo sujeto de la historia: la nación, la raza (IDS, 57-63). Esta nueva forma de la historia ha sido utilizada tanto por los defensores del absolutismo cuanto por sus opositores. Por ejemplo, fue utilizada en Inglaterra por Jacobo I y los parlamentarios que se le oponían (IDS, 88-89). El discurso de la guerra de razas tuvo como objetivo, en Francia con H. de Boulainvilliers y como parte de la reacción nobiliaria, desestructurar el discurso que ligaba la administración con el absolutismo, es decir, el discurso jurídico y el discurso económico-administrativo. Para expresarlo de otro modo, fue a través de este discurso que la nobleza trató de desconectar la voluntad absoluta del soberano y la absoluta docilidad de la administración. Como en Inglaterra, el discurso de la guerra de razas ha sido utilizado por todas las posiciones políticas, de derecha o de izquierda. El absolutismo, por su parte, también se adueñó de él (IDS, 101-120).
Absolutisme [46]: DE2, 433, 465, 726. DE3, 247, 323. HF, 74. IDS, 87-89, 92-94, 103, 105-106, 108, 113-114, 119-120, 125, 127-130, 136, 157, 180-183, 207. SP, 82, 214.

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