El trabajo del sueño (continuación): XI. Un sueño de Bismarck- [1919] (1)
«En sus Gedanken und Erinnerungen {Pensamientos y recuerdos (2)} Bismarck cita una carta que escribió el 18 de diciembre de 1881 al emperador Guillermo 1. Ella contiene el siguiente pasaje: «La comunicación de Vuestra Majestad me anima a relatarle un sueño que tuve a comienzos de 1863, en los días más difíciles del conflicto, cuando el ojo humano no podía divisar salida alguna transitable. Tuve entonces un sueño que enseguida conté por la mañana a mi mujer y a otros testigos; iba caballero por una angosta senda de los Alpes, a la derecha el abismo, la roca a la izquierda; la senda se estrechó más, tanto que el caballo se empacó, y la falta de espacio hacía imposible volver riendas o desmontar; empuñando mi fusta en la mano izquierda, di con ella un golpe contra la lisa pared de la roca, e invoqué a Dios; la fusta se alargó interminablemente, la pared rocosa se derrumbó como el decorado de un teatro y dejó al descubierto un ancho camino con un panorama de colinas y bosques como los de Bohemia; tropas prusianas agitaban banderas y yo, todavía en sueños, cavilaba sobre el modo más rápido de comunicárselo a Vuestra Majestad. Este sueño se cumplió, y yo desperté de él contento y reconfortado. . . «.
» La acción del sueño se descompone en dos secciones: en la primera parte el soñante se ve en un aprieto del que es salvado de manera milagrosa en la segunda. La difícil situación en que se encuentran en el sueño caballo y jinete es una figuración fácilmente reconocible de la situación crítica del estadista, que él, al atardecer de la víspera, bien pudo sentir con particular amargura reflexionando sobre los problemas de su política. Con el mismo giro que a manera de símil llegó a la figuración {en el sueño}, describe Bismarck en el citado pasaje de su carta lo desesperante de su posición de entonces; es prueba de que ese giro {«salida transitable} le acudía habitualmente. Además, estamos frente a un bello ejemplo del «fenómeno funcional» de Silberer. Lo que pasaba por el espíritu del soñante, quien para cada solución que ensayaba en su pensamiento tropezaba con obstáculos insuperables y a pesar de ello no podía ni debía desentenderse de los problemas, es figurado muy apropiadamente por el jinete que no puede avanzar ni retroceder. El orgullo que le veda pensar en una dimisión o en la retirada halla expresión en el sueño con las palabras «imposible volver riendas o desmontar«. En su calidad de hombre activo y siempre esforzado que se consagra al bien público, era para Bismarck natural compararse con un caballo, y así lo hizo en varias oportunidades; por -ejemplo, en su famosa sentencia: «Un buen caballo muere con la silla puesta». Así explicitadas, las palabras «el caballo se empacó» no significan sino que él, abrumado, siente la necesidad de extrañarse de las preocupaciones del presente o, dicho de otra manera, que está en tren de libertarse de los grillos del principio de realidad durmiéndose y soñando. El cumplimiento de deseo que después se expresa con tanta fuerza en la segunda parte es preludiado por las palabras «senda de los Alpes». Bien sabía Bismarck ya por entonces que sus próximas vacaciones las pasaría en los Alpes -en Gastein- el sueño, trasladándolo ahí, lo libra por tanto de un sólo golpe de todos esos fatigosos asuntos de Estado.
» En la segunda parte, los deseos del soñante se figuran doblemente -de manera no disfrazada y visible, pero también simbólica- como cumplidos. Simbólicamente, por la desaparición de la roca estorbosa, en cuyo lugar aparece un ancho camino -por ende, la salida buscada, y en la forma más cómoda; y sin disfraz, por la visión de las tropas prusianas que avanzan. No hace falta imaginar unos nexos místicos para explicar esta visión profética; se basta enteramente la doctrina freudiana del cumplimiento de deseo. Ya por ese tiempo Bismarck discernía la mejor salida para los conflictos internos de Prusia en una guerra victoriosa con Austria. Cuando ve tropas en Bohemia, vale decir, en tierra enemiga, con sus banderas desplegadas, el sueño no hace sino figurarle ese deseo como cumplido, según postula Freud. Lo único significativo en el plano individual es que el soñante de que aquí nos ocupamos no se satisfizo con el cumplimiento onírico, sino que supo conquistar también el real. Un detalle que tiene que llamar la atención a todo el que conozca la técnica interpretativa del psicoanálisis es la fusta, que se «alarga interminablemente». Fusta, bastón, lanza y cosas parecidas nos son bien familiares como símbolos fálicos; y si esta fusta posee encima la propiedad más llamativa del falo, la de dilatarse, no pueden subsistir dudas. La exageración del fenómeno por el «alargamiento interminable» parece apuntar a la sobreinvestidura infantil (3). El empuñar-la-fusta alude nítidamente a la masturbación, que desde luego no debe entenderse con respecto a la condición actual del soñante, sino a un placer infantil muy remoto. Harto valiosa es aquí la interpretación descubierta por el doctor Stekel [1909], según la cual la izquierda significa en el sueño la falta, lo prohibido, el pecado, lo cual convendría muy bien a un onanismo infantil que se practicó a pesar de su prohibición. Entre ese estrato infantil, más profundo, y el más superficial que se ocupa de los planes diurnos del estadista puede señalarse todavía un estrato intermedio que mantiene relación con los otros dos. Todo el hecho, la salvación milagrosa de un aprieto después de golpear la roca y de invocar el auxilio de Dios, se parece llamativamente a una escena bíblica, aquella en que Moisés, golpeando la roca, hizo brotar el agua para los sedientos hijos de Israel. Admitiremos sin vacilar que Bismarck, que provenía de un hogar protestante en el que la Biblia era reverenciada, conocía al dedillo ese pasaje. Y no le fue difícil a Bismarck, en aquella época de conflictos, compararse con Moisés, el guía de su pueblo, que quiere liberar a este pero recibe en pago la sedición, el odio y la ingratitud. Por esa vertiente el pasaje bíblico pudo apuntalarse en los deseos actuales. Por otro lado, contiene muchos detalles que se prestan bien a que los use la fantasía masturbadora. Contraviniendo el mandato de Dios, empuña Moisés el bastón y el Señor lo castiga por esa trasgresión anunciándole que morirá sin pisar la Tierra Prometida. La prohibición de empuñar el bastón de carácter inequívocamente fálico en el sueño, la producción de algo líquido después de golpear con él y la amenaza de muerte: he ahí, reunidos, los principales elementos de la masturbación infantil. Interesante es la elaboración que, por mediación del pasaje bíblico, ha soldado esas dos imágenes heterogéneas, la una proveniente de la psique del genial estadista y la otra de las mociones del alma infantil primitiva, consiguiendo eliminar de pasada todos los aspectos penosos. Que empuñar el bastón es un acto prohibido, levantisco, viene indicado apenas, simbólicamente, por ser la mano izquierda la que lo hace. En el contenido manifiesto del sueño, empero, se invoca a Dios, como para aventar por vía de ostentación cualquier sospecha de algo prohibido o furtivo.
De los dos anuncios que hizo Dios a Moisés, que vería la Tierra Prometida mas no la pisaría, el primero se figura nítidamente como cumplido («un panorama de colinas y bosques»), pero el segundo, penoso en extremo, ni se menciona. El agua probablemente se ofreció en sacrificio a la elaboración secundaria, que se empeñó con éxito en unificar esta escena con la anterior; en lugar de brotar agua, se desmorona la roca misma.
» Al final de una fantasía infantil de masturbación en la que aparece el tema de la prohibición, esperaríamos el deseo del niño de que las personas con autoridad que lo rodean no se enteren para nada de lo sucedido. En el sueño este deseo está sustituido por su contrario, el de anunciar enseguida al rey lo ocurrido. Pero esta inversión se acopla de manera singular y por completo inadvertida a la fantasía de victoria contenida en el estrato superficial de los pensamientos oníricos y en una parte del contenido manifiesto del sueño. Semejantes sueños de victoria y de conquista son a menudo la cobertura de un deseo de conquista erótica; detalles aislados de este sueño, como el hecho de que el que va penetrando tropiece con una resistencia, pero usando de su fusta que se alarga haga aparecer un ancho camino, quizás apunten a eso, pero no son suficientes para profundizar desde ellos en una dirección del deseo y del pensamiento bien precisa, que atravesase al sueño todo. Vemos aquí el caso ejemplar de una desfiguración onírica lograda acabadamente. Lo chocante se retrabajó de manera que en ninguna parte se saliera de la tela que se echó sobre él como cubierta protectora. La consecuencia fue que pudo evitarse cualquier desprendimiento de angustia. Es un caso ideal de cumplimiento de deseo que se alcanza sin infringir la censura, y por eso es comprensible que el soñante se despertara «contento y reconfortado» de un sueño así».
Concluyo con él.
Continúa en ¨El trabajo del sueño (continuación): XII Sueño de un químico [1909]¨
Notas:
1- Tomado de un artículo de Hanns Sachs [1913]
2- Volumen 2 de la edición popular, pág. 222 [1898, 2, pág. 194].
3- [Sachs parece estar usando la palabra simplemente para significar una «investidura adicional»]