Concepciones implícitas inadecuadas subyacentes en el trabajo del rehabilitador

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La sintomatología psiquiátrica se correlaciona altamente con las habilidades de una persona. Al margen de las polémicas sobre si incluir o no el diagnóstico psiquiátrico en la evaluación en rehabilitación, el conocer la situación psicopatológica de una persona no es un dato pronóstico válido, ni de capacidad de funcionamiento, ni de predicción en cuanto al futuro ajuste en autonomía e integración. Se debe realizar necesariamente un análisis específico de estos procesos a través de una evaluación psicosocial. (Anthony, Cohen y Farkas, 1990). El seguimiento óptimo  de las prescripciones farmacológicas puede afectar directamente al resultado de la rehabilitación. Farmacología y rehabilitación son intervenciones complementarias, aunque los efectos de la intervención farmacológica producen una reducción de ciertas sintomatologías psiquiátricas, no necesariamente producirán un incremento de habilidades. (Anthony, Cohen y Farkas 1990). Cualquiera que sea la forma de intervención en rehabilitación en la comunidad es mejor que cualquiera otra llevada a cabo en el hospital. La localización física de los programas de tratamiento no determina su efectividad (Paul, 1978). Hay que considerar a la rehabilitación como un proceso de larga duración. Debe pretender que el funcionamiento logrado por la persona no se eche a perder, sino que vaya afianzándose con el paso del tiempo, de hecho el programa de rehabilitación debe empezar en el hospital. (Anthony, Cohen y Farkas, 1990). Para asegurarse el buen desarrollo del proceso de rehabilitación, lo fundamental y único es un buen programa estructurado de entrenamiento a prioriAunque es necesario no es suficiente. La rehabilitación psicosocial debe contemplar un variado número de elementos que interactúan entre sí: así, el número y calidad de apoyos con los que cuenta la persona en su ambiente, la organización en la que debe ponerse en marcha el programa, y la actitud de los profesionales del equipo ante la rehabilitación y ante el usuario concreto. (Fdez Aguirre, Glez Clases, Fdez Chavero y Eizaguirre, 1995). La capacidad de una persona para funcionar en un tipo de ambiente puede predecir su capacidad para funcionar en otro tipo de ambiente diferente.
Los estudios demuestran que el predictor más potente y casi único de cómo va a funcionar una persona en un ambiente concreto es su funcionamiento previo en ese ambiente. No se puede saber el funcionamiento de una persona en, por ejemplo, un piso supervisado a partir de que funcione bien en el hospital. Otro ejemplo sería la incorporación a un puesto de trabajo. ( Anthony, Cohen y Farkas, 1990) Los entrenamientos llevados a cabo en un servicio se  generalizan de forma automática al medio en donde vive el sujeto. La generalización no es algo mágico, debe ser planificada paso a paso. Requiere la intervención y el entrenamiento directo en el medio en el que la persona va a utilizar la habilidad concreta. (Shepherd, 1990).
En un servicio de rehabilitación hay personal que se dedica a la rehabilitación y otro que es personal asistencial o de apoyo. En rehabilitación no se puede diferenciar lo asistencial de lo rehabilitador. Todas las personas de un servicio de rehabilitación que suelan mantener contacto con los usuarios del servicio son profesionales de dicho servicio, es decir, profesionales rehabilitadores. Deben conocer los objetivos de rehabilitación que se plantean con cada persona y seguir el mismo tipo de indicaciones. (Anthony, Cohen y Farkas, 1982). Es mejor un equipo en el que haya gran diversidad de enfoques y conceptuaciones del problema. El equipo de rehabilitación debe ser necesariamente interprofesional, pero eso no implica diversidad de conceptuaciones sobre un mismo problema. Es necesario que el equipo acuerde una única forma de ver la rehabilitación, una única base filosófica, que le dará un lenguaje común y una misma dirección para cada una de las intervenciones. (Barter, 1978)