Psicopatología y Semiología Psiquiátrica: PSICOPATOLOGÍA DEL YO (Psicopatología de la dimensión dependencia-independencia)

3.1. PSICOPATOLOGÍA DEL YO

D. PSICOPATOLOGÍA DE LA .DIMENSIÓN DEPENDENCIA-INDEPENDENCIA
– Dependiente: Un Yo dependiente mediatiza su seguridad a través de los otros. Su fuente de gratificación está puesta en los otros y confía en ellos más que en sí mismo.
Habitualmente muestran una fuerte necesidad de apoyo y atención por parte de quienes lo rodean y su estabilidad depende de estas relaciones, ya que cuando no reciben este afecto, la nutrición, el apoyo y la preocupación por parte de los otros, se descompensan, se angustian y deprimen.
En este caso el polo independencia está absolutamente negado y aplastado por el predominio de la dependencia. Sin embargo, como decíamos anteriormente, no es que el sentido de independencia no exista, lo que sucede es que está negado y desplazado. De ahí que el dependiente sienta fuertes accesos de odio y agresividad hacia aquellos de quienes depende, ya que ellos le privarían de su independencia y libertades naturales, marginadas, pero no menos presentes en su interioridad.
– Independiente: Un Yo independiente por el contrario obtiene el máximo de gratificación consigo mismo. No necesitan del afecto de los demás y es frecuente que usen a las personas que los rodean, como instrumentos y objetos para lograr lo que ellos se proponen, bajo una instancia de autonomía desmesurada.
Parecieran prescindir de la opinión de los demás en la autoevaluación de sí mismos. Niegan y evitan el compromiso en sus relaciones con quienes los rodean. El polo dependiente está negado y aplastado por el predominio de la independencia, lo que no significa que esté ausente, sino que más bien no se permiten vivenciarlo e integrarlo.
– Ambivalente: Un Yo ambivalente es el que no logra integrar los aspectos polares de dependencia-independencia, sino que más bien los viven en forma alternada y escindida. Por momento parecen muy independientes negando cualquier situación de dependencia, sin embargo, poco después pueden ser muy dependientes como si perdieran súbitamente toda autonomía.
Esta forma ambivalente de vivir la dimensión dependencia-independencia, le da al yo una fisonomía característica, que es muy frecuente en nuestro medio sociocultural.
Al terminar esta sección, quisiéramos señalar algunas ventajas prácticas para la clínica diaria que ofrece esta visión descriptiva-dimensional de la psicopatología del Yo.
A menudo nos vemos enfrentados a pacientes en los cuales es esencial un diagnóstico de personalidad o carácter, con el fin de plantearse estrategias terapéuticas bajo ciertos objetivos. Tenemos dos alternativas, la aproximación categorial y la dimensional. Podemos hacer uso de las descripciones categoriales de la personalidad, cuyo máximo exponente es K. Schneider y que hoy actualiza el propio DSM III tratando de hacer calzar las descripciones hechas por estas investigaciones con la descripción que uno ha hecho del paciente. El empleo de esta aproximación se ve facilitado cuando el paciente presenta un trastorno severo y definido de la personalidad, cuyos rasgos sean evidentes y nos permitan con cierta soltura ubicarlo en alguna de dichas entidades descritas. Pero sucede que muchas veces el paciente presenta una mezcla de graves y evidentes alteraciones de su personalidad que parecen integrando trastornos de personalidad muy diversos. La dificultad está en cómo clasificar tal mezcla. También puede suceder que el paciente no presente compromisos demasiado severos de su personalidad, como para manifestarse en alteraciones similares a las descritas en el DSM III y, sin embargo, es un paciente que tiene perturbaciones claras del carácter y necesita intervención terapéutica. En estas situaciones la aproximación categorial es limitante.
En la aproximación dimensional, son sólo cuatro dimensiones las que se manejan, obedeciendo éstas a variables muy distintas unas de otras. El psicoterapeuta debe evaluar y tener muy presentes estas dimensiones, en su relación con el paciente, cualquiera sea su escuela psicoterapéutica. La perspectiva dimensional nos permite mirar el yo, el carácter y la personalidad como una estructura y organización dinámica en el tiempo, llegando a entender la esencia del proceso de integración de las polaridades de cada dimensión, integración que debe ser una mira constante del psicoterapeuta en su esfuerzo por ayudar al crecimiento y madurez del paciente.
En los pacientes con alteraciones muy diversas bajo las perspectiva categorial y muy difíciles de clasificar según ella, la aproximación dimensional hace la tarea más sencilla, ya que permite ubicarlo en un punto del continuo de cada una de las cuatro dimensiones, escapando así a las categorías descriptivas rígidas. En pacientes con alteraciones de la personalidad que no son lo suficientemente graves como para quedar clasificados en un trastorno de personalidad determinado, como veíamos anteriormente, la descripción dimensional nos ofrece un continuo donde podemos ubicar alteraciones de menor intensidad.
Finalmente, creemos que ambas aproximaciones son complementarias y no excluyentes. No podemos negar el valor que tiene la agrupación categorial, que con su método exclusivamente descriptivo nos da una visión terminada del mundo vivencial al que apuntan determinadas alteraciones del carácter. Integrando ambos métodos, diríamos que el trastorno de personalidad descrito por el DSM III, aparece como la cristalización final de la falta de integración de polaridades en una o más dimensiones, con carácter gravemente excluyente. A modo de ejemplo el dependiente-pasivo, bajo la óptica dimensional, está en un continuo que va desde rasgos prevalentes sin mayor trascendencia clínica y que pasando por formas más conflictivas llega al extremo cristalizado en el trastorno de personalidad dependiente, muy bien descrito categorialmente por el DSM III.
De lo anterior debe deducirse que siempre es posible afinar el diagnóstico dimensional del yo, dado que se ubica en un continuo. Más aún, este diagnóstico debe hacerse en la práctica clínica, ya que definir lo más nítidamente posible la psicopatología del yo es condición estrictamente necesaria para una aproximación psicoterapéutica. Ubicar este diagnóstico dimensional cerca del diagnóstico categorial que más corresponda, es una práctica útil para el clínico. Ya sea porque la gravedad del trastorno lo exige, o porque es útil y enriquecedor desde una perspectiva clínica y psicoterapéutica, tener claro hacia qué ámbito de las categorías descritas por el DSM III apunta un determinado compromiso yoico y en cuál entidad delimitada por él pudiera finalmente cristalizar.
A continuación hacemos la correlación entre estas dos formas de aproximación, siguiendo el esquema de Millon en su texto «Trastornos de Personalidad».
psicopatología y semiología psiquiátrica, cap 3
psicopatología y semiología psiquiátrica, cap 3
En resumen, podríamos decir que los nueve primeros trastornos se configuran por la alteración de las dimensiones dependiente-independiente y adhesividad-evitación, alteraciones todas vividas en forma pasiva o activa. A este grupo lo hemos denominado trastornos de personalidad neuróticos, usando el término en oposición a psicótico. Entre lo neurótico y lo psicótico se ubica lo fronterizo. Los últimos cuatro trastornos de la personalidad presentan una alteración en la dimensión realidad-irrealidad y constituirían el grupo de la patología fronteriza. Hemos agregado el trastorno orgánico fronterizo, que corresponde al trastorno orgánico de personalidad con pérdida del sentido de realidad. En términos generales pudiéramos decir que es la alteración en la dimensión realidad-irrealidad la que le da el sello de lo fronterizo a un trastorno de personalidad.

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