Obras de Winnicott.: Sobre los elementos masculino y femenino escindidos (1966) Tercera Parte

Sobre los elementos masculino y femenino escindidos (1966)

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Pero (es preciso aclararlo) ninguna nena o mujer es-así; en el estado de salud existe una proporción variable de elemento femenino en una nena y en un varón. Además intervienen factores hereditarios, de modo que sería muy verosímil encontrar a un varón con un elemento-nena más fuerte que la nena que está a su lado, quien tal vez tenga en menor proporción un elemento femenino puro potencial. Agréguese a esto la capacidad variable de las madres para transmitir la deseabilidad del buen pecho o de la parte de la función materna que el buen pecho simboliza, y se verá que algunos niños y niñas están condenados a crecer con una bisexualidad desequilibrada, cargada en el sector erróneo de su constitución biológica. Esto me recuerda la pregunta: ¿cuál es la naturaleza de la comunicación que ofrece Shakespeare al delinear la personalidad y el carácter de Hamlet? Hamlet versa principalmente sobre el espantoso dilema en que se encontró el príncipe; para él no había solución debido a la disociación que tenía lugar en él como mecanismo de defensa. Sería gratificante encontrar, a un actor que representase a Hamlet teniendo esto en cuenta. Pronunciaría el primer verso del famoso soliloquio en una forma especial: «Ser o no ser:,.» Diría, como si tratase de llegar al fondo de alga imposible de sondear: «Ser, .. o…», y en ese momento haría una pausa, porque en realidad el personaje Hamlet no conoce la alternativa. Al cabo; terminaría con la posibilidad más bien trivial: «… no ser», y entonces se encontraría lanzado a un viaje que tal vez no lleve a parte alguna. «¿Qué es más noble para el espíritu: /sufrir los golpes y dardos de la agraviante fortuna/ o tomar las armas contra un mar de calamidades / y haciéndoles frente acabar con ellas?» (acto III, escena primera). Aquí Hamlet ha pasado a la alternativa sadomasoquista, y dejado a un lado el tema inicial. El resto de la obra es una prolongada elaboración de la formulación del problema. Quiero decir que en esa etapa se lo muestra en busca de una alternativa frente a la idea de «Ser». Trata de hallar un camino para formular la disociación que se ha producido en su personalidad entre sus elementos masculino y femenino, que hasta el momento de la muerte de su padre habían coexistido en armonía, como aspectos de su persona ricamente dotada. Sí, es, inevitable que escriba como si me refiriese a una persona, no a un personaje teatral. Tal como yo lo entiendo, este difícil soliloquio resulta difícil porque ni el propio Hamlet tenía una clave para su dilema, pues dicha clave residía en su cambio de estado. Shakespeare tenía la clave, pero Hamlet no podía recurrir a la obra de aquél. Si se mira la obra de esta manera; parece posible utilizar el cambio de actitud de Hamlet respecto de Ofelia, y su crueldad para con ella, como una descripción de su implacable rechazo de su propio elemento femenino, ahora escindido y entregado a ella, en tanto que su mal acogido elemento masculino amenaza con adueñarse de toda su personalidad. La crueldad hacia Ofelia puede representar una medida de su renuencia a abandonar su elemento femenino escindido. Así pues, la obra (si Hamlet hubiese podido leerla o verla representada) le habría mostrado la naturaleza de su dilema. La obra dentro de la obra no logró hacerlo, y yo diría que fue puesta en escena por él para dar vida a su elemento masculino, amenazado al máximo por la tragedia entretejida con él. Podría entenderse que el mismo dilema, presente en el propio Shakespeare, nos indica cuál es el problema que está por detrás del contenido de sus sonetos. Pero ello equivaldría a pasar por alto el rasgo principal de los sonetos -es decir, la poesía-, y aun a cometer un agravio contra ellos. En verdad, como insiste en especial el profesor L. C. Knights (1946), resulta demasiado fácil olvidar la poesía de las obras cuando se escribe acerca de los dramatis personae como si fuesen personajes históricos.

Resumen

1. He examinado las consecuencias que tiene para mí, en mi obra, mi nuevo grado de reconocimiento de la importancia de la disociación en algunos hombres y mujeres, respecto de esos elementos masculino y femenino y de las partes de sus personalidades construidas sobre esos cimientos. 2. Examiné los elementos masculino y femenino artificialmente disecados, y descubrí que por el momento vinculo el primero con el impulso relacionado con los objetos (y también con esto mismo puesto en voz pasiva), en tanto que la característica del elemento femenino en el contexto de la relación de objeto encuentro que es la identidad, que proporciona al niño la base para ser y, más adelante, para el, sentido del self. Pero es aquí, en la absoluta dependencia respecto de la provisión materna de esa cualidad especial por medio de la cual la madre atiende o no el temprano funcionamiento del elemento femenino, donde podemos buscar los cimientos de la experiencia de ser. He escrito que, por lo tanto, «carece de sentido usar la palabra `ello’ para designar fenómenos no abarcados, catalogados y experimentados, y en su momento interpretados, por el funcionamiento del yo». Y ahora deseo decir: «Después de ser… hacer y ser hecho. Pero primero ser.»

Nota agregada, acerca del tema del robo El acto de robar corresponde al elemento masculino que existe en niños y niñas. Se plantea el interrogante: ¿qué elemento femenino hay en niños y niñas que sea equivalente a esto? La respuesta puede ser que en relación con ese elemento el individuo usurpa la posición de la madre, y su asiento o sus ropas, con lo cual obtiene la deseabilidad y seductividad robadas a la madre. II. Material clínico Fechado en 1959 Después de un largo fin de semana en el cual el paciente debió habérselas con la realidad externa, vino lleno de todo eso, pero su interés por esos detalles comenzó a desvanecerse muy pronto. Dijo: «Parecería que hubiese pasado mucho tiempo desde la sesión del jueves». Yo acoté: «Sí, mucho tiempo desde que le vino la idea sobre el pañal». A esta altura ya estaba de vuelta metido en la sesión del jueves; y comentó que en realidad, pese a todo lo que había sucedido, no lo abandonó el sentimiento vinculado con esos tres últimos días de análisis. A partir de allí siguió, lenta pero claramente, la línea iniciada la semana anterior. Se desarrolló la temática de la forma en que él explotaba su self femenino. Siempre había estado bien al tanto del elemento homosexual, y ya antes había transmitido muchas fantasías compulsivas de ser una mujer. Pero ahora abordó un aspecto nuevo del problema, que parecía fructífero. Produjo una idea de tal especie que no había salida, ninguna posibilidad de modificar nada. En mi interpretación, le dije a la postre que si él fuese un bebé a quien la madre estuviese tratando del modo que habíamos reconstruido la semana anterior, no existiría absolutamente ninguna salida, para él, ninguna alternativa, salvo la de explotar cada partícula de sí mismo para ser, y querer ser, mujer. Cualquier cosa parecida a una protesta en esa temprana etapa habría sido por entero fútil. Poco a poco llegó a la idea de desembarazarse de su madre y de toda la actitud de ésta en relación con el pañal, pero lo importante es que él me estaba trayendo su absoluto desvalimiento. Por supuesto, podía habérselas con la situación mágicamente, abandonar su cuerpo y liberarse así del pañal. Pero físicamente no le quedaba ninguna opción, ninguna. Darse cuenta de esto le resultó muy doloroso, pero lo llevó a poder desarrollar el tema de que había en él un elemento al cual lo sentía femenino. Respecto de todo esto, la posición de sus genitales no era sino una incómoda complicación, algo en lo que él no podía creer; y le recordé la pistola de juguete que, en el sueño, había dejado sobre la cama en la planta baja mientras pasaba a su lado para subir hasta el altillo. De aquí pasamos a la relación con su madre en términos de mujer e hija, y él desarrolló esta temática respecto de la relación que mantiene con su amante actual, con quien su impotencia no reviste importancia, y en realidad es un obstáculo parecido al que sería su potencia, ya que lo principal en esa relación es que, por el carácter de ésta, es una relación entre dos mujeres. En la segunda de las tres sesiones de esta semana, el paciente prontamente volvió al análisis y a este nuevo elemento, su capacidad para considerar su self femenino. Abordaba con cierta lentitud los detalles e hice alguna interpretación recordándole la alternativa, que era absolutamente negativa, en el sentido de que no había posibilidad alguna de que él la considerara. La- alternativa significaba la eliminación de su madre en, una etapa infantil muy temprana, y él no estaba en condiciones de hacer eso, salvo mágicamente, lo cual no sirve para nada. Por un breve instante el paciente procuró seguirme, pero luego dijo que esa nueva posición en la que se hallaba, con respecto a su self femenino, era de enorme importancia para él, y precisaba tiempo para estar en ella y descubrir lo que allí hubiera. Surgieron cosas muy sutiles, como por ejemplo que descubrió que no quería tocarse el pecho, y en ese momento dijo: «Oh, él pensará que me estoy manoseando los senos». Obviamente, se estaba experienciando en grado extremo a sí mismo como mujer, y antes jamás se había permitido a sí mismo llegar a esa posición. Muy a menudo sentía que debía reorganizar sus defensas o resistencias, y evadirse de esa curiosa posición. En ocasiones lanzaba vituperios contra su analista anterior, una mujer, porque no había sido capaz de atenderlo en eso que había en él y que ahora él descubría que era tan importante. Y no es que eso fuese realmente inconsciente. Di cabida durante toda la hora a su exploración de estos fenómenos, y uno de los puntos a los que llegó fue su formulación de algo muy difícil en su relación con la esposa. Cuando se casó con ella, no había imaginado que se iba a encontrar con que ella tenía una perversión que se correspondía exactamente con aquello que fácilmente podría convertirse en una perversión en él. A su esposa la excitaba mucho sexualmente cualquier manifestación de su self femenino que él hiciera -p. ej., que se hartara de comida durante un día feriado para tener la panza grande-. Estaba allí el gran peligro, y el origen del temor suyo hacia su esposa. Este fue, quizás, el detalle inesperado más significativo que surgió de la experiencia de esa sesión. La tercera sesión fue por la mañana, y vino después de haber tenido una experiencia en su casa durante la noche. Había comprobado que ahora su. esposa lo atemorizaba mucho menos. Sucedieron cosas exasperantes, pero él estaba menos exasperado. Rápidamente recobró la atmósfera de las dos sesiones anteriores, y hubo una pausa. En ese momento me acudió a la mente la palabra «burla.». Lo escribo así porque creo que podría entablarse un útil debate sobre el tipo de cosas que voy, a describir, y que concierne a los procesos inconscientes del analista. Yo estaba bien preparado para dejar caer la idea de la burla, pero observando el entorno vi exactamente dónde encajaba. Tenía que ver, con la actitud de su esposa, y por ende de su madre, respecto de las manifestaciones de su self femenino. Dejé que esta idea desapareciese, y luego, al examinar -la situación, noté que podía insertar una interpretación sobre la burla. Me ayudó el material (p, ej., el secreto que guardaba sobre este aspecto suyo). Me permití formular la interpretación que estaba en mi mente, y que era que, según el punto de vista de él, el peligro era que su mujer (o su madre) se burlase del self femenino de él. Fechado en 1963 El paciente llegó muy tarde, lo cual es muy inusual. Estaba furioso, lleno de un odio inmenso hacia su esposa, con todos los detalles. Tal vez lo más difícil fue cuando en medio de todo eso ella dijo: «Lo siento, estuve espantosa» y él tuvo una reacción sexual que debió disimular e irse de ese lugar lo antes posible. Parece probable que el conflicto en torno de esto sea el responsable de gran parte de su congoja. Con su amante estuvo jugando un poco como lo haría con su hija, pero ella interpretó que él la odiaba, y esto lo volteó. De lo que se percató es que él había estado pensando en la autodestrucción. Toda la sesión fue un embrollo, y ninguna de mis interpretaciones sirvió para nada. El paciente estaba exasperado. Lo que sí fue bastante positivo, a la larga, fue que le interpretase que el análisis había proseguido sobre la relación que él tenía con su esposa, pero que aquí y ahora, no importa lo que hubiese sido en otros tiempos, él estaba elaborando su exasperación con su madre y su absoluto desvalimiento en lo tocante al trato con ella, salvo mediante ese método con el que ahora casi había perdido contacto pero que tan importante había sido la semana anterior: la explotación cabal de su self femenino. A la postre él sintió que yo realmente había atendido a la situación cuando dije que su relación en el hogar era parecidísima a la relación con su madre, por cuanto no había hombre, y entonces él no podía acudir a mí y que esto de nada servía: no había ningún hombre a quién acudir. Imposible que hubiera un padre sobre cuyas rodillas uno pudiera sentarse para mirar a la madre, etc. Esto era exactamente lo que el paciente necesitaba, pero me llevó la sesión entera llegar hasta allí, y en ese transcurso hice muchas interpretaciones falsas -muchas de ellas muy sagaces, cada una me hacía quedar más en ridículo (el tema de la burla)-. Dicho sea de paso, estaba ese otro tema curioso: este hombre pensaba que si practicaba el coito con su esposa, por más que él quedase satisfecho y su esposa quedase satisfecha, no podría ser, porque ello habría significado serle infiel a su amante, con la cual empero mantenía una relación endeble como hombre y mujer -y de hecho había renunciado por el momento a ella porque le resultaba insatisfactoria y era, en verdad, una relación entre dos mujeres-. Al fin elaboramos juntos que él tenía miedo de saldar cuentas con todos respondiendo con un coito, por temor de que yo fuese llevado por un camino falso. ¿Podía él confiar en que yo me diese cuenta de que él no estaba en el punto del desarrollo en que una cosa así tendría sentido? En la transferencia, por lo tanto, la cosa es que él trata con su esposa que es su madre, y esto me deja fuera y vuelve imposible que él llegue hasta mí como hombre. Fechado en 1963 El paciente llegó y me describió las diversas perturbaciones neuróticas que predominaban. Parecía como si estuviéramos ocupándonos de algo nuevo, lo cual siempre lo complace. Si yo digo algo nuevo o útil, o que de alguna manera es cierto, cobra confianza en mí, y esto produce de inmediato un efecto benéfico a causa de que le es imposible creer en un padre fuerte si no experiencia efectivamente algo que apoye dicha creencia. Algo bien conocido ya en este caso es que el efecto inmediato de cualquier interpretación, con tal que tenga algo de bueno, es mucho mayor que lo que se justificaría por la interpretación en sí. Más tarde, por supuesto, pagamos por ello, y se instaura la desilusión cuando se aprecia la limitada mejoría resultante del trabajo realizado. Ha sucedido decenas de veces, y ambos conocemos perfectamente esta pauta. En esta oportunidad la tarea tuvo que ver con el síntoma principal, o tal vez debería decir el que se presenta con mayor claridad: su extremo embarazo por tener que usar anteojos. Esto tiene una larga historia, y el tema ha estado en suspenso, ya que se ha trabajado mucho sobre él y las diversas maneras en que los anteojos simbolizan objetos parciales, en particular los pechos. Este es el único síntoma declarado por el paciente que él no le contó a su esposa. En esta particular ocasión había razones para señalarle que, en las circunstancias descritas, los anteojos eran un símbolo fálico, y era la primera vez que aparecían de este modo. Desde luego, también son símbolos del pecho. La sesión podría haber proseguido según estos lineamientos, y no habríamos tenido dificultad en llenar el tiempo desarrollando ese tema. Pero hoy el paciente me ha contado, como al pasar, un sueño que me encaminó en otra dirección. Había soñado que estaba bailando sobre el agua y se preguntaba por qué ninguna otra persona podía hacerlo, ya que se hundiría. Me contó este sueño de un modo tal que fácilmente podría haberse perdido en medio del resto del material de otro tipo. Al interpretarle le señalé que éste era un ejemplo de cómo traía al análisis una y otra vez sintomatología bastante obviamente neurótica como una manera de defenderse de una angustia de otra índole muy diferente, una angustia psicótica. Le dije que, desde mi punto de vista, lo importante de esa sesión era el sueño, que indicaba una negación del caer para siempre, o tal vez de ahogarse o de lo que esto simbolice. El paciente fue tomado por sorpresa ya que yo fui más allá de su defensa. Al principio se fastidió, pero muy pronto su fastidio se trocó en una gran satisfacción pues sentía que yo había dicho algo nuevo, importante y útil. Como de costumbre, exageraba el resultado obtenido, a raíz de que al hacerle una interpretación significativa yo le demostraba que había por lo menos un hombre vivo y potente, como analista. El dijo que esto se vinculaba de algún modo con beber whisky; no entendía por qué, si él padecía angustia ante una posible desintegración y caída y despersonalización, cómo podía ser que produjera exactamente los mismos síntomas recurriendo al whisky. Se lo interpreté como una tentativa suya de asumir el control de todas las angustias de desintegración produciéndolas en forma ordenada y conocida mediante la acción del alcohol, lo que incluye la recuperación del estado de embriaguez. Al día siguiente no pude atenderlo. Se sintió molesto, pero esto no perturbó el análisis; tal vez contribuyó a que él faltase al otro día, el miércoles. El jueves vino y me dijo que había sido sumamente importante que le hiciera la interpretación del lunes. El martes había estado en una fiesta donde se reunieron muchos espectros del -pasado; en otras palabras, se había encontrado con figuras homosexuales significativas, pertenecientes a su peligrosa etapa homosexual, cuando él tenía entre veinte y veinticinco años. Se sintió muy falso e incómodo al presentarle a su mujer un ex camarada homosexual. Si yo hubiese postergado la interpretación de esas angustias más profundas hasta después de la reunión con esa gente, no es probable que hubiésemos llegado hasta donde llegamos el lunes. A la inversa, había sido muy importante para él el martes sentir que «de esto se ocupó el lunes mi analista». De ahí pasamos a una disección de lo que había sido negado en el sueño en que bailaba sobre el Danubio Azul. Resultó que hundirse en el agua significaba para él entregarse a sus ideas delirantes, a la locura. En la sesión del jueves, esto significaba conocer que él era femenino en un sentido mucho más profundo que antes. En esta posición, sintió inesperadamente que me tenía cariño y que se encontraba lo más próximo posible a estar enamorado de mí. Esto quería decir que ahora era capaz de amar a alguien, y explicaba por qué jamás se había abandonado antes en la posición homosexual; siempre en el momento crítico se retraía de la homosexualidad, y fue así, huyendo, como tuvo tres matrimonios. Todo esto le pareció muy real, y lo comparó con el trabajo que habíamos hecho -el cual era indudablemente correcto- sobre las tempranas relaciones objetables infantiles, que dio por resultado, justo antes de entrar en la fase actual, que él llegara, de un modo algo cauteloso, a mostrar un interés oral por el genital masculino. A lo largo del análisis de este hombre la idea de la felación había sido muy extraña y remota respecto de su caso, algo de lo cual se podía hablar pero sin que él sintiera que tenía algo que ver con él. III. Respuesta a comentarios Escrito en 1968-1969 Mi primera reacción al leerlos comentarios sobre mi artículo es sentirme complacido de que las cuestiones que he planteado hayan estimulado el debate. Les estoy agradecido a los participantes por la molestia que se tomaron. No es mi intención tratar de responder en detalle, porque me parece que es el lector el que debe juzgar. Después de leer lo escrito, quisiera hacer las tres series de comentarios siguientes: A En mi trabajo ocupa un lugar central la experiencia clínica mía en este caso único que describo. Originalmente había pensado en brindar varias experiencias comparables que ilustrasen estas cuestiones no sólo en otros pacientes sino además en pacientes del otro sexo. No obstante, era evidente que una cantidad excesiva de material clínico me habría apartado de lo principal que yo quería decir, volviendo demasiado largo el artículo. Por supuesto, estoy al tanto de la aceptación universal de la bisexualidad en la teoría psicoanalítica. Llamé la atención sobre el alto grado de disociación que puede encontrarse respecto de las identificaciones masculina y femenina. Tampoco esto tiene nada de novedoso. El punto fundamental de mi comunicación se refería al modo en el cual, tal como yo lo veo, es preciso abordar el factor ambiental en lo tocante a la transferencia. Podría decirse que el paciente estaba en busca del tipo adecuado de analista loco, y que para atender sus necesidades yo debía asumir ese rol. Este especial detalle es el que yo consideré la parte importante del artículo: una cuestión vinculada al manejo de la transferencia y a la tensión de los sentimientos contratransferenciales producidos por la aceptación del rol asumido. B Por cierto, el hecho de que yo pasase del material clínico a la discusión teórica puede haber provocado confusión. Tan pronto uno entra en el campo de la teoría deja atrás tierra firme y se pone en relación con todos los que han escrito sobre el mismo tema -sin que desde luego uno no pretende o espera estar en contacto con toda la bibliografía-. Sin embargo, lo que se necesita es una enumeración de los restantes mecanismos empleados cuando un paciente manifiesta características sexuales diversas de las que su sexo biológico justifica. Hay toda una gama, desde un alto grado de complejidad hasta los fenómenos básicos, incluida la manipulación muy temprana, y más allá todavía, la herencia. Entre los mecanismos complejos ha de hallarse una identificación cruzada que puede ser, casi en su totalidad, una organización defensiva. Por otro lado, las propias identificaciones cruzadas pueden estar determinadas por las expectativas provenientes del medio. Para contribuir con algo en la situación familiar, el varón o la niña tal vez necesiten explotar las características sexuales que no son biológicas. En mi paciente teníamos el caso extremo de la necesidad inconsciente de su madre de tener una niña, lo cual determinó el tipo de manipulación a que sometió a su bebé en las primerísimas etapas. El resultado, para mi paciente, fue que si bien conservó la certidumbre acerca de su identidad masculina, llevó consigo, hasta ese momento del análisis que describo, la convicción de que para mantener una relación con su madre debía ser una nena. En otras palabras, la locura estaba en este caso en la madre y no en el paciente, aunque clínicamente éste se había sentido loco y no podía liberarse de la psicoterapia que se veía compelido a continuar aun sabiendo que no ofrecía esperanzas. Lo llamativo fue que mi manipulación de la transferencia, en lo que respecta a ser yo un analista loco, logró liberarlo de esa terrible fijación a la psicoterapia. C Luego de considerar estos detalles teóricos, dejé que mis pensamientos me llevaran al concepto de los elementos masculino y femenino en varones y nenas. Comprobé que esta manera de pensar, más bien nueva para mí, me enriquecía mucho, de modo que al considerar esta clase de problema ya no seguí pensando en varones y nenas, o en hombres y mujeres, sino en función de los elementos masculino y femenino que les pertenecen a ambos. Esto me hizo ver que los términos «activo» y «pasivo» no son válidos en este ámbito. Activo y pasivo son dos facetas de la misma cosa cuando se adopta algún otro tipo de consideración que va más profundo y es más primitivo. En un intento de formular esto, me vi en la situación de comparar ser con hacer. En el extremo, descubrí que estaba examinando un conflicto esencial de los seres humanos, que debe operar en fecha muy temprana: el que existe entre ser el objeto que también tiene la propiedad de ser, y, en contraste con ello, una confrontación con el objeto que implica actividad y relación de objeto basada en el instinto o la moción. Esta resultó ser una nueva formulación de lo que antes intenté describir como el objeto subjetivo y el objeto que es percibido objetivamente; y pude reexaminar, en mi propio beneficio, el enorme efecto que tiene sobre el bebé humano inmaduro la actitud de la madre, y más adelante de los dos progenitores, en cuanto a adaptarse a su necesidad. En otros términos, me encontré reexaminando el tránsito hacia el principio de realidad desde… ¿desde dónde? Nunca me satisfizo el uso de la palabra «narcisista» en relación con esto, pues el concepto íntegro de narcisismo excluye las enormes diferencias resultantes de la actitud general y la conducta de la madre. Me quedaba, pues, la tentativa de enunciar en forma extrema el contraste entre ser y hacer. La base de este ulterior comentario fue separar, de la idea global de varones y niñas y de hombres y mujeres, la idea de dos principios básicos, los que yo llamo elementos masculino y femenino. Supongo que es aquí donde provoco confusión, pero a esta altura de la argumentación no puedo retractarme, y prefiero dejar que quede esta etapa a mitad de camino. Lo que sí quiero hacer es explorar más a fondo. Quiero penetrar más allá de todas las complicaciones de sexo cruzado, identificaciones cruzadas y aun expectativas cruzadas (cuando un bebé o niño sólo puede contribuir con uno de los padres aportándole un sexo que no es el biológico), e ir a ese lugar por el cual me siento atraído y hacia el cual me siento impulsado. Quiero alcanzar de una manera nueva un concepto que, sin duda, tiene raíces en los escritos de otros analistas. Quiero llegar a una enunciación de un dilema básico del relacionarse: a) El bebé es el pecho (u objeto, o madre, etc.); el pecho es el bebé. Esto se halla en el extremo de la falta inicial de establecimiento, por parte del bebé, de un objeto como «distinto de mí», en el lugar en que el objeto es ciento por ciento subjetivo, donde (si la madre se adapta suficientemente bien, pero no en otro caso) el bebé experiencia la omnipotencia. b) El bebé es confrontado por un objeto (pecho, etc.) y necesita «entenderse» con él, contando con capacidades limitadas (inmaduras) del tipo de las basadas en los mecanismos mentales de las identificaciones proyectivas e introyectivas. Aquí debemos señalar, nuevamente, que la experiencia de cada niño depende del factor ambiental (actitud de la madre, su conducta, etc.). Dentro del marco de este concepto, que se ocupa de un problema humano universal, puede verse que bebés pecho es una cuestión de ser, no de hacer, en tanto que en términos de confrontación, el bebé y su encuentro con el pecho implica un hacer. En psicopatología, algunos de los mayores bloqueos a la participación de los instintos–o mociones-se generan cuando paciente = objeto se cambia violentamente en que el paciente confronta al objeto y es confrontado por éste, lo cual implica pasar de una defensa cómoda a una posición de angustia de alto grado y a un súbito percatamiento de la inmadurez. No puedo evitarlo, pero en esta precisa etapa parecerá que he abandonado la escalera (elementos masculino y femenino) gracias a la cual trepé hasta el lugar donde experiencié esta visión.