Constitución psíquica y trauma. Algunas reflexiones sobre trauma y vulnerabilidad social
CLARA R. SCHEJTMAN
Trauma y creatividad
Winnicott (1971) plantea la relación entre subjetividad y creatividad. La apercepción creadora es un modo de mantener un espacio subjetivo de actividad que se diferencia del acatamiento o forzamiento a la adaptación de cara a la realidad exterior. La experiencia cultural se ubica en “el espacio potencial” que existe entre el individuo y el ambiente. El juego es la primera manifestación del vivir creador.
Winnicott plantea tres espacios en el devenir psíquico: 1) mundo interno singular propio del individuo, 2) mundo externo, consensuado que exige adaptación y 3) espacio potencial donde se despliegan los objetos transicionales, en el cual confluye lo más propio del sujeto y una porción de la realidad exterior. Este es el espacio de juego en el niño y de la experiencia cultural en el adulto: las artes, la religión, la filosofía y la actividad grupal.
Winnicott parte de la creatividad primaria naciente, “gesto espontáneo” propio y único que trae cada ser humano al nacer que va al encuentro del sostén (holding) materno. Ese encuentro se caracteriza por la paradoja constitutiva “encontrado-creado”: la presentación del pecho o biberón por parte de la madre coincide con el momento en que el bebé alucina esa presencia vivenciada en las primeras experiencias de satisfacción. Cuando el bebé imagina el pecho, éste se ofrece.
En Winnicott la madre debe operar con su presencia real, apuntalando la ilusión y colmando la necesidad. Esta posición es la primera paradoja estructurante, anuda lo creado imaginariamente con lo encontrado en el mundo real e instala al bebé en la omnipotencia indiscriminadora primaria.
El espacio transicional se instala junto a la dolorosa vivencia de abandonar la omnipotencia y conocer la realidad como tal. Sin embargo, la transicionalidad permanece como un refugio subjetivo toda la vida y se expresa en los aspectos no adaptativos del sujeto, como las artes y la religión.
Autores contemporáneos han trabajado sobre la relación trauma y movimiento creador.
El concepto de sublimación en tanto destino desexualizado de la pulsión, no atravesado por la represión, es un tema controversial en psicoanálisis. La creación fascina y seduce. Sus profundos resortes han sido objeto de numerosos trabajos que intentan iluminar los contenidos inconscientes que movilizan la obra de arte. El trabajo del yo, que se expresa en el movimiento creador, es reconocido más allá de los motivos inconscientes que lo movilizan. Roussillon (1998) plantea que el proceso creador tiende a borrar las trazas de aquello sobre lo cual se funda y de aquello a lo cual debe la energía de sus orígenes, siendo justamente ese borramiento lo que lo caracteriza.
Julia Kristeva (1998) trabajó la idea de sensorialidad y creación artística. La autora recrea la idea de “caverna sensorial”, desprovista de símbolos, donde una experiencia sensorial (erlebnis) todavía no es informada por la cognitiva (erfarung) y es, en muchos casos, profundamente refractaria a ella. Kristeva liga esta sensorialidad primaria a la representación cosa, que si bien es parte esencial de la experiencia psíquica de todo sujeto hablante, no necesariamente es traducida en palabras.
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