FREUD EN CASTELLANO
Antonio García de la Hoz
La Traducción.
Resumiendo, el lector español tiene ante sí,
actualmente, dos versiones de Freud: La traducción de
José Luis Etcheverry (en Amorrortu Editores, 1978-82) y
la clásica de José Luis López-Ballesteros y de Torres
(en Biblioteca Nueva -últimas ediciones de 1972-75: 9
vols. y 1973: 3 vols.- y en Alianza Editorial en su
colección de bolsillo) Mi comentario crítico se centrará
en ambas.
Por necesidades de espacio e incluso de método, nos
referiremos, casi exclusivamente, a dos trabajos de
Freud: los Estudios sobre la histeria, 1895 (Studien
über Hysterie) y La interpretación de los sueños, 1900
(Die Traumdeutung). Cualquier elección en este sentido
conlleva sus riesgos; el más importante es el valor
representativo de los textos elegidos, el cual
intentamos eludir alegando que son dos obras que, por su extensión -sobre todo la segunda-, contienen los
suficientes datos como para valorar un trabajo de
traducción. La Traumdeutung incluye, además, una
dificultad especial para el trujimán, pues al contener
numerosos textos de sueños tal y como los escribe Freud,
y sabiendo que la técnica interpretativa de los mismos
depende en gran medida de la morfología y la sintaxis de
los contenidos oníricos manifiestos («Trauminhalt»), hay
que ser extremadamente cuidadoso con ellos a la hora de
su traspaso a otra lengua que la alemana de origen. Un
pequeño cambio gramatical -que quizás no afecte a la
comprensión del lector-, puede suponer un cambio radical
en el sentido del sueño que Freud revela en el texto.
Así, el lector se encuentra ante algo coherente
gramaticalmente, pero erróneo desde el punto de vista de
la problemática que Freud nos quiere ilustrar. En el
sueño «absurdo» del «Ataque de Goethe al señor M»,
López-Ballesteros traduce: «Más no sé con seguridad en
qué año estamos» (pág. 612)1. En realidad debe decir
«…en qué año escribimos». En apariencia es un cambio
insignificante. Un lector hispano comprende
inmediatamente el sentido, pues en nuestro idioma es una
forma usual de inquirir sobre el momento temporal en que
se vive: ¿A que día estamos hoy?. Pero la frase «El año
en que escribimos» es un giro habitual de Goethe (en su
Autobiografía y sobre todo en su Epistolario), por lo
que constituye un testimonio auténticamente textual de
identificación («Identifizierung») de Freud con el
poeta, la cual saldrá a colación tras las ocurrencias
(«Einfallen») sobre el sueño, como elemento integrante
del contenido latente («Traumgedanken») del mismo. Pero
esa identificación ya se encontraba en el «Trauminhalt»
y la traducción de Ballesteros queda, de esta forma, sin tenerla en cuenta. La edición de Amorrortu, por el
contrario, recoge este giro. Otro ejemplo lo encontramos
en el sueño llamado «Hollthurn» del mismo capítulo (pág.
623). Lo que antes era un cambio de traducción, ahora es
una omisión. En un pasaje del contenido manifiesto,
Ballesteros traduce «Sentadas sobre el andén hay varias
mujeres..), y debe decir «Sentadas o en cuclillas…»
(«kauern» y no «sitzen»)2. Igualmente parece una omisión
sin importancia, pero cuando comprendemos el sueño en su
totalidad ya no es así: se nos ha privado de una imagen
muy sugerente. Todos los comentadores de este sueño
están de acuerdo en suponer un fuerte contenido anal
dentro de los pensamientos inductores del mismo. ¿Qué
mejor imagen evocadora de esta analidad que unas señoras
en cuclillas («kauern»), posición en la que seguramente
todos nosotros nos hemos encontrado alguna vez, para la
satisfacción de las necesidades excretoras? La supresión
de ballesteros nos priva de ella.
Basten estos ejemplos, a los que se podrían adjuntar
algunos más, para mostrar esa traba especialísima que
hace difícil la traducción de la Traumdeutung. Los
contenidos manifiestos que Freud plasma en el libro hay
que respetarlos al máximo, so pena de perder
significantes valiosos, cargados de sentido como en los
ejemplos anteriores. esta dificultad quizás sea
compartida en alguna medida por otros dos trabajos de
Freud: La Psicopatología de la vida cotidiana y el libro
sobre el chiste.
Traducir el contenido manifiesto de un sueño -su
«Trauminhalt»-, supone extremar el cuidado en la
elección de términos. Pueden estar plagados de juegos de
palabras, su sintaxis no tiene nada que ver con la
gramatical. Si imaginamos una línea diacrónica para ilustrar metodológicamente este proceso,
primero tendríamos el recuerdo de lo soñado. Más tarde su
representación en la escritura (si desde Saussure
sabemos que la lengua no es lo mismo que la escritura,
esto es aplicable en mayor medida al sueño, pues se
trata de trasladar a lo escrito, sin pasar por el haba,
algo del orden del pensamiento). Por fin, y éste es el
paso que aquí nos interesa, su traducción a otra lengua.
Hasta este momento final se nos habló de los procesos
psíquicos del soñante. Ahora de una cuestión de
traducción. A propósito de esta problemática es
particularmente acertado el ejemplo deparado por
Etcheverry en la traducción del famoso sueño de la
«inyección a Irma». Aquí lo reproducimos. Hay allí una
frase que hay que traducir por «[.] Entonces se abre
bien la boca», destacando «la boca» como el sujeto de la
oración. Desde el pensamiento lógico y desde la
gramática, desde luego que es Irma quien abre la boca,
es ella el sujeto de la acción, pero si Freud escribió
así la frase, así hay que dejarla. Se trata de un
significante onírico valioso para la interpretación del
sueño y la prueba es que, más adelante, Freud vuelve a
escribir la frase en la misma forma. La imagen onírica
es que la boca se abre, no que Irma abre la boca para un
reconocimiento médico, que sería lo que nos dictaría la
lógica. López-Ballesteros no tiene esto en cuenta al
traducir: «Por fin, abre bien la boca» (pág. 412). Irma
o el pronombre personal «ella» es en esta versión el
sujeto gramatical y lógico, aunque elidido. La edición
de Amorrortu suele ser más cuidadosa para todos estos
detalles.
Observamos ya una primera aproximación a la
tendencia de las traducciones, donde como comentario
inicial se podría decir que la falta de rigor
(característica fundamental de la versión de
Ballesteros) se opone al cuidado de la edición de Amorrortu por la pérdida de matices
gramaticales y terminológicos. Más la ganancia en rigor la perdemos por
el lado del estilo. El estilo es muy importante a la
hora de traducir un texto; el rigor por la literalidad
no debe conllevar un empobrecimiento estilístico, y esto
es lo que se ha producido con la versión de Etcheverry
(no sabemos si debido a él o a los correctores y
asesores de la traducción). Los modismos y giros propios
del lenguaje del castellano hispanoamericano son
frecuentes, pero esto es disculpable pues se trata de
una editorial argentina. Así por ejemplo, «sofocación»
por «supresión» («Unterdrückung»), «tramitar» por
«eliminar», «denegar» por «inhibir» («versagen»), que
están presentes a lo largo de los Estudios sobre la
histeria. Aquí es donde el signo lingüístico es más
arbitrario que nunca, valga la jocosa imagen.
Efectivamente, López-Ballesteros peca de falta de rigor
al traducir por «represión» indistintamente dos palabras
alemanas, «Unterdrückung» y «Verdrängung»)3. El
estudioso lee «represión» cuando Freud utiliza dos
lexemas distintos. Por otro lado, sin embargo, la
introducción de «sofocación» nos parece inoportuna. Si
el significado está aclarado ¿para qué otro
significante?
Francisco Pereña4 ha criticado de forma similar la
traducción del término alemán «Untergang», utilizado por
Freud en su trabajo Der Untergang des Oedipuskomplexes.
Expone que no es propiamente «final» como traduce
Ballesteros, ni tampoco «sepultamiento» como traduce
Etcheverry, proponiendo «naufragio» como traducción
literal en el sentido de un movimiento fracasado, en terminología aristotélica. El poder evocador de los
términos de Freud es poderoso: «Untergang» sugiere a
Ballesteros un final; a Etcheverry un sepultamiento; a
Pereña un naufragio. Los significantes castellanos han
provocado una acumulación. Y cada uno posee argumentos
en favor de su elección. Algo se escapa a toda
traducción. Nos contentaremos con señalar que el
estudioso de Freud llegará por sí mismo a una solución,
que no necesariamente, aun siendo importante, ha de
basarse en la literalidad, en lo gramatical. Pereña
advierte:
Es necesario decirlo a los que empiezan: esa monumental y
costosísima edición de Amorrortu, que mejora en muchos
aspectos a la edición de Biblioteca Nueva traducida por López-
Ballesteros, no ha dejado de ser sin embargo, una oportunidad
perdida, porque lo primero y más importante de una edición de
las obras completas de Freud no es el aparato crítico, sino la
propia traducción, y ésta lamentablemente deja mucho que
desear (art. cit., pág. 12)
En toda traducción hay que tener en cuenta algo de
orden semiológico, algo de más amplitud que la mera
literalidad, algo que tiene que ver con el contexto
semántico del propio Freud. A éste, hoy en día, no se le
puede traducir con tal desconocimiento. Etcheverry
afirma que quizás carezca de sentido la opción entre
traducción «literal» y versión «libre». Es muy posible.
Añade que una característica de la escritura de Freud es
la coherencia, a nivel verbal sobre todo, que existe en
su obra, desde los primeros hasta los últimos trabajos.
gracias a esta coherencia «podrían perseguirse los
destinos de cada vocablo»5. Ilustra esta afirmación con
ejemplos como la palabra «distanciamiento»
(«Entfernung»), que puede verse tanto en el capítulo VII
de la Traumdeutung como en el escrito La represión de
quince años más tarde.
La opinión de Etcheverry es discutible, al menos
desde tres puntos de vista. En primer lugar, los
ejemplos que aduce para apoyarla no son nada
representativos de los que se podría llamar «primeros» y
«últimos» trabajos de Freud. La correspondencia con
Fliess y el Proyecto de Psicología para neurólogos se
cuentan efectivamente entre sus primeros escritos. pero
comparar un vocablo de ahí con el mismo término
utilizado en la Traumdeutung (como lo hace con los
vocablos «traducción» y «signo»), apenas tiene valor
evolutivo, pues se puede decir que son trabajos
contemporáneos. Es bien sabido que en las cartas a
Fliess se puede seguir cómo Freud va gestando su libro
sobre los sueños. Con la «Entfernung» hay más
alejamiento, pues se trata de su uso en la Traumdeutung
y en La represión (1915). En cualquier caso, tratándose
de Freud, que escribió desde 1893 hasta casi su muerte
en 1939 (sin contar sus publicaciones preanalíticas
anteriores), es más que problemático considerar a La
represión como uno de sus últimos trabajos. En segundo
lugar, y esto es más importante, un vocablo utilizado en
1900 y e 1915, aún con el mismo significante, es seguro
que posee un significado más amplio. La «Entfernung» de
1900 no es la misma que la «Entfernung» de 1915. Puede
estar intuido el concepto, pero no es admisible decir
que Freud ya estaba en posesión de sus ideas y que más
adelante sólo tuvo que completarlas. Existe una
tendencia a pensar que el todo-Freud estaba ya en sus
orígenes. Es falso. Las intuiciones precoces a veces se
convierten en ideas consagradas, pero es necesario
recorrer el camino intermedio y no confundir al lector
ingenuo, que se puede ver abocado a estudiar esos
primeros escritos tratando así de conseguir las claves
del pensamiento freudiano. Se verá desagradablemente
sorprendido. Por último, lo expuesto por Etcheverry no
es sino el correlato lógico de una lectura atenta de la Standard Edition, donde ese estudio longitudinal en la
utilización de los vocablos por Freud, en una y otra
época, está copiosamente expuesto en las notas de
Strachey. Una cosa es la información del uso de unos
términos en distintas épocas, que ayuda mucho al
estudioso, permite investigar, ver analogías,
diferencias, etc., y otra distinta es pretender una
continuidad lineal y un significado ya preconcebido para
el término en cuestión desde su origen.
Ciñéndonos a la persona del traductor, su tarea en
relación con la obra de Freud es compleja. No cabe duda
que se produce algo que en Psicoanálisis se denomina
indentificación, y que en este aso toma un apellido
especial: con el traducido. En dos palabras,
identificación del traductor con Freud. No se puede
permanecer indiferente al texto, se acepta, se rechaza,
escandaliza, provoca adhesiones entusiastas… Traducir
a Freud embriaga a quien lo emprende. Ballesteros no
podía evadirse de ello. Veamos un curioso ejemplo.
En el sueño bautizado por los comentadores
(Grinstein, Anzieu y Schur)6 como «Autodisección»,
aparecen claramente los temores de Freud ante el hecho
de su propia muerte. El análisis del mismo se lo
confirma. Antes de que el propio Freud llegue a esa
triste conclusión, se pregunta: «¿Cuánto tiempo podrán
sostenerme aún mis piernas?» (pág. 623); pregunta que
tiene una conexión evidente con el decaimiento de ánimo
que experimentaba por entonces, en mayo de 1899, pero
que sobre todo es pertinente con el texto manifiesto del
sueño donde aparece representado con una intensa fatiga
en las piernas. Nuestro buen López-Ballesteros, en un
afán pedagógico loable para con el lector, se saca de la manga una frase aclaratoria como si fuese el conejo de
un prestidigitador: se trata de una pregunta que va
entre paréntesis a continuación de la de Freud:
«(¿Cuánto tiempo puede quedarme de vida?)». Tentados
estamos de interpretar al traductor, que por lo demás es
sabido que murió, sin completar la traducción, antes que
Freud. Como aclaración es superflua: Freud lo indica un
poquito más abajo. López-Ballesteros y Freud comparten
el mismo marco cultural general, la misma época; ese
trasvase psíquico que es la identificación es lógico que
sea más notorio en él que en traductores posteriores.
Sería gravísimo en Etcheverry, que elude este tipo de
lapsus de escritura.
Hay otro ejemplo que no nos resistimos a exponer por
su aspecto cómico. Pertenece a los Estudios sobre la
histeria, al caso Emmy. Freud está describiendo
puntualmente los desgraciados avatares que la paciente
le comunica bajo hipnosis. Parece una descripción
novelesca, propia de los autores románticos que tanto
gustaban a Freud. Dice textualmente:
Prosigue [la paciente] la enumeración de sus recuerdos de
pánico. Cómo encontró tendida en el suelo por una apoplejía a
su madre, a los quince años…y cómo a los diecinueve volvió
una vez a casa y se encontró a su madre muerta con el rostro
desencajado. (pág. 59)
Verdaderamente escalofriante. Aquí podemos notar el
peculiar estilo literario de Freud, muy habitual a los
largo de los Estudios y que Ballesteros no tiene en
cuenta: «Cómo…, cómo…, y cómo…» («wie…, wie…,
und wie..»). Se trata casi de una prosa poética basada
en la repetición de una misma cláusula iniciadora
(«wie») que da fuerza narrativa al relato.
Lamentablemente, este estilo se pierde en la traducción
de Ballesteros cada vez que Freud lo utiliza; pero
quizás para compensar la pérdida, de nuevo recurre a su
«sombrero de mago» que ahora le sirve para dar tensión dramática. En lugar de encontrarnos con una madre
tendida en el suelo a causa de una vulgar y fría
apoplejía, nos la encontramos ¡¡»conmocionada por los
efectos de un rayo caído en las proximidades»!! (sic).
Asombrosa invención que, si habla de algo, es de las
interioridades de Ballesteros. ¿Qué novela estaría
leyendo mientras traducía? ¿O quizás cayó un rayo por
aquellos días que le produjo honda impresión? No nos
importa mucho. Las invenciones no aparecen en la versión
de Amorrortu Eds., que no tiene esos defectos. Tiene
otros. Siguiendo el mismo pasaje, justo un poco después,
Freud, refiriéndose a los desgraciados acontecimientos
de su paciente, escribe:
Me resulta muy difícil debilitar estos recuerdos. Tras una
larga explicitación [«Auseinandersetzung»] le aseguro que
también estas imágenes llegará a verlas sólo de un modo difuso
y tenue.
Etcheverry (vol.II, pág.77) traduce: «Después de una
negociación prolongada…». La «Auseinandersetzung»
puede ser traducida por «disertación» «exposición»
«explicación», quizás incluso por negociación (aún poco
probable), más en cualquier caso es de dudoso gusto.
Freud no «negociaba» con su paciente. Trataba de decirle
cosas para calmarla. había una relación terapéutica de
por medio y no un conflicto de intereses, digamos,
políticos, que «negociar». A mi entender es la falla
principal de la edición de Amorrortu. Los ejemplos del
mismo tipo se multiplican a los largo de toda la obra.
Otra deficiencia, más ocasional eso sí, de la
traducción de Etcheverry, es el seguimiento de la
edición inglesa, olvidándose del alemán. Como si al
vacilar sobre algún determinado elemento a traducir se
dilucidara la cuestión con el arbitraje de la Standard
Edition. Hemos apuntado ya que esta edición, a pesar de
su importancia, no debe ser decisiva para este tipo de
dudas. Podemos ilustrar lo dicho con la palabra alemana «sassen», que aparece en un pasaje de los Estudios,
refiriéndose a la alucinación de una paciente, que vio
ratones «sassen» en unos árboles. La traducción de
«sassen» por «sentados» es más que dudosa en este
contexto (el vocablo «sitzen» sería más adecuado). El
término «sassen» en alemán, referido a animales, no
necesariamente denota esta posición, que tendría sentido
referida a la bipedestación. Es mejor pensar que aquí se
refiere a una posición estática natural. La edición
inglesa dice «sitting» y esto decidió al traductor de
Amorrortu (vol.II, pág.72), cuando el adjetivo inglés
podría traducirse por «posado», referido a aves. Cabe la
justificación de que al tratarse de una alucinación,
Emmy (la paciente en cuestión) alucinó lo que quiso:
unos ratones sentados como personas en las ramas de los
árboles. Hay otros testimonios de los mismo más
adelante.
En el caso de Elisabeth von R., comentando el
tratamiento eléctrico, Freud alude a las «descargas de
Franklin». «Franklin» no aparece ni en la edición
inglesa ni en la edición de Amorrortu, cuando una ojeada
al texto alemán habría advertido a ambos autores de la
omisión. Por último, otro ejemplo más significativo, al
aparecer en el texto la frase «consejero N.» referida a
un ayudante médico. La edición inglesa opta por traducir
«specialist», demasiado medicalizado; y la versión de
Amorrortu Eds. parece traducir del inglés al elegir
asimismo «especialista» (Vol.II, pág.176). Claro que
Ballesteros también se equivoca al traducir simplemente
por «médico», pero al menos es un error original y no un
error imitado de otro. Sólo la versión francesa traduce
correctamente «conseiller N.» No debe entenderse que la
influencia inglesa sea omnipresente. A veces sus caminos
se separan como muestra el siguiente caso. El texto
alemán dice «eine riesengrosse Eindechse, die sie
fragend, aber nicht schreckhaft anschaut…», cuya traducción puede ser «una lagartija gigantesca, que mira
interrogante pero no asustada…». El testo es ambiguo,
se trata de una visión de la paciente. No se sabe quién
mira a quién. La versión de Amorrortu (pág. 284) decide
que la que mira es la paciente, lo cual es probable. La
Standard escoge la solución contraria, siendo el pequeño
saurio el sujeto de la acción de «mirar». Quizás lo más
oportuno sea dejar la frase con su ambigüedad original.
Por su parte, López-Ballesteros zanja la cuestión
omitiéndola. Drástica solución, pero inaceptable, y por
si fuera poco, remedio en él muy habitual.
En efecto, la enorme cantidad de omisiones es una
atribulada cualidad de la traducción de López-
Ballesteros. Y desgraciadamente no es la única. En la
Traumdeutung la cifra supera las trescientas. En los
Studien aparecen alrededor de la cincuentena. se
encuentran de todas las clases posibles: desde la
supresión de alguna palabra aislada que quizás no altere
fundamentalmente el sentido, hasta frases enteras que
por supuesto desvirtúan de forma esencial el texto. Un
lector no especializado, que se acerque a Freud para
adquirir cultura psicoanalítica general, puede disculpar
estas elipsis. Para un psicoanalista o investigador
concienzudo son imperdonables. Es una pena, pues al
contrario que la versión de Amorrortu Eds., el estilo de
la traducción de Ballesteros es ameno y su castellano
muy afín al nuestro. Es tal la cantidad de gazapos que
la enumeración se haría interminable. Escogeremos unos
pocos solamente.
En el capítulo VI de la Traumdeutung, «La
elaboración onírica» (por cierto, una mejor traducción
hubiera sido «el trabajo del sueño», ciñéndonos al
alemán «Traumarbeit», como hace Etcheverry) se encuentra
el sueño denominado «NON VIXIT». Este sueño de Freud es
considerado de los más básicos por todos los comentadores. La parte a que me refiero (pues el sueño
se estudia en distintos lugares del capítulo) ocupa tres
páginas: 602-604. Bien, en este corto espacio,
Ballesteros ha cometido once omisiones. Algunas son
insignificantes: «La solución completa» [de estos
enigmas]; [soñé con claridad esto]; «Comprenderán sin
dificultad los afectos» [del joven pecador], etc. Lo
omitido, que adjunto entre corchetes, no parece alterar
de manera fundamental el texto. también hay frases
enteras: [Tiene que haberle permitido la aportación de
otro elemento de las ideas oníricas], [En un único
lugar, que no obstante impresiona profundamente al
lector], […y venía la justificación en el lenguaje del
niño, que aún no tenía dos años]. También hay una cita
literaria, del Julio César shakespeariano, trunca, pues
falta un verso en las palabras de Bruto: «Porque César
me amaba, le lloro; [porque era feliz, me alegro],
porque era valeroso le honro; pero porque era ambicioso
le maté». En resumen, un pequeño desastre. tal
acumulación de omisiones, afortunadamente, no es
habitual verla condensada en tan corto espacio. Por otro
lado observamos páginas seguidas sin una sola. ¿Cómo
explicarlo?
hemos aludido antes a la problemática de los
traductores de la obra completa de Freud. No es lo mismo
efectuarla por escritos sueltos. En un país como
Francia, con su ebullición actual en Psicoanálisis, no
existe la traducción unificada de las obras completas de
Freud. Los trujimanes franceses han preferido los libros
separadamente. Allí Freud tiene varios traductores, sin
que ninguno haya llevado a cabo la labor de nuestro
López-Ballesteros. Creo en algo tan humano como la
fatiga del traductor y que algo de esto pasó por
momentos con Ballesteros. Hay ocasiones en que este
agotamiento inunda y ahí se acumulan los errores. Si hemos escogido el ejemplo anterior es para ilustrar una
de ellas. Pero hay tres centenares de omisiones.
Elegiremos medianamente al azar otro ejemplo. Ya nos
referimos al sueño «Hollthurn» y a la falta de «en
cuclillas» que evocaba la imagen del contenido anal del
sueño. En la misma línea y en el mismo texto manifiesto
se suprime la palabra «braun» («marrón») (pág.624): «Veo
claramente una hilera de libros…Entre ellos, dos
volúmenes muy gruesos encuadernados en tela [marrón]».
Aquí «marrón» nos parece una alusión clara al color de
los excrementos y, dentro del marco de la analidad de
este sueño, su omisión es substancial. La calidad de una
traducción se advierte en estos pequeños detalles.
Ballesteros no era ni médico, ni psiquiatra, ni
especialista en psicoanálisis, lo que seguramente tuvo
influencia en ciertos momentos.
En su descargo hay que notar que no todas las
omisiones fueron responsabilidad suya. Hay mechas citas
que no aparecen, ya que Freud ejerció una continua
revisión de su libro de los sueños. Al parecer
Ballesteros trabajo con la versión de 1914. Freud luego
añadió notas en 1919, 1925 y 1930, y éstas no pudo
manejarlas nuestro traductor. Aquí hay que dar un
cariñoso tirón de orejas al ordenador y revisor de
textos Jacobo Numhauser Tognola, que tenía todos estos
materiales a su alcance y no los introdujo en su
totalidad en las últimas versiones de Biblioteca Nueva.
El cuidado por las omisiones es uno de los mayores
logros de la versión de Amorrortu Eds. Se puede criticar
el léxico utilizado, pero hay un respeto por la
integridad de la traducción; las faltas sólo se dan en
casos aislados y excepcionales. Por ejemplo, en el
capitulo V de la Traumdeutung, en el largo sueño de
Freud llamado del «Conde Thun», aparece la omisión del elemento «vidrio» en el contenido manifiesto. La
traducción debe decir «El se finge ciego, al menos de un
ojo, y yo le sostengo delante de un orinal [de vidrio]
para hombres». Si señalamos esta supresión (vol.IV,
pág.224) es porque con ella pierde sentido el juego
cacofónico de palabras que Freud utiliza luego en sus
ocurrencias sobre el sueño: «Glass-Uriglass» (lente,
vidrio, cristal-orinal). Dice textualmente: «Como está
ciego, tengo que alcanzarle el recipiente de vidrio
(«Glass-Uriglass’)», lo cual es significativo dentro del
contexto de crítica hacia su padre que le revela el
sueño (su padre, Jacob, padeció glaucoma y a esto alude
la falta de visión de un ojo).
Otro capítulo importante de errores de la versión de
Ballesteros pudiera denominarse sección añadidos y
traducciones libres. Ya adelantábamos alguno al tratar
la posible identificación Freud-Ballesteros. Hay
muchísimos, y como ocurría con las omisiones, de toda
especie y calidad. En los dos libros que estamos
manejando (recordemos, los Studien y la Traumdeutung)
superan la increíble cifra del medio millar. Obviamente
y por razones de espacio, ni siquiera la presentación de
alguno de ellos es representativa del conjunto. sería
necesario un trabajo únicamente dedicado a este fin.
Los añadidos a veces son pedagógicos para el lector;
paráfrasis de ciertos pasajes, que en opinión de
Ballesteros son necesarias. En ocasiones resultan
útiles, pero habrían de ir a pie de página, como notas,
y no incorporarlas al texto sin mencionarlo. La mayor
parte de las veces, sin embargo, los añadidos resultan
superfluos. Por ejemplo, comentando el sueño de una
paciente, Freud relata:
En una excursión en barca por el Rhin, pasó junto a ellos
(se refiere a la paciente y a su marido) un bote lleno de
estudiantes que con toda tranquilidad iban cantando, a voz en
grito, una canción obscena (pág.461).
La canción, en el contexto del sueño, resulta
obscena con evidencia. Ballesteros no tenía necesidad de
aclarárselo al lector. En los llamados «sueños de Roma»,
Freud nos cuenta una divertida anécdota judía, en la que
un individuo quería desplazarse a una ciudad llamada
Karlsbad sin pagar billete de tren. Le descubren
repetidas veces, expulsándole cada una de ellas, con
violencia creciente, del vagón. Un conocido le ve y le
pregunta a dónde va, a lo que nuestro hombre responde:
«Si mi constitución aguanta.. a Karlsbad». Resulta
accesoria la addenda de Ballesteros al decir: «Si mi
constitución física lo resiste» (Pág.465). Además la
anécdota pierde humor y fuerza evocadora. Lo mismo que
cuando después de oir un chiste, te lo explican. En
otras ocasiones los añadidos resultan moralizantes como
si nuestro traductor temiera escandalizar al público
hispano de la época con una traducción demasiado
literal. Comentando las asociaciones de un sueño de una
paciente, escribe Freud:
También recuerda a una doncella despedida por entregarse
al cochero de la casa, quién por lo demás se casó más tarde con
ella.
Ballesteros traduce:
Recuerda también a una doncella que fue despedida por
mantener relaciones sexuales con el cochero de la casa, el cual la
tomó después en matrimonio rehabilitándola (pág.470)
En primer lugar no se habla de «relaciones sexuales»
(que, aunque se supone fácilmente, ocasiona una pérdida
de estilo literario freudiano, a lo que Ballesteros es
tan aficionado), y en segundo lugar y más importante,
causa desconcierto el «rehabilitándola», como si fuera
un ajilimójili que no aparece en el guiso original.
En los Estudios se encuentran otros verbigracia del
mismo tipo. En un pasaje del caso Emmy, Freud comenta:
Al morir su marido, careció totalmente de apetito durante
mucho tiempo, sólo comía por sentimiento de obligación.
Ballesteros:
Al morir su marido, perdió durante mucho tiempo el apetito,
y sólo el deber de vivir para sus hijas la hacía sustentarse
(pág.65)
Nos enternecen las virtudes morales de Ballesteros,
que no de Emmy, que no decía nada respecto de sus hijas.
Un poco más adelante nos demuestra su probidad cuando
traduce:
Una vez (seguimos con Emmy) encontró un murciélago en
su habitación y tuvo que salir del cuarto a medio vestir (pág.71)
Nuestro recatado traductor nos cubre púdicamente,
como manda el decoro y la compostura, a Emmy, que en el
original sale de la habitación sin vestir. Por lo demás,
«sin vestir» no es nada indecente, pues se entiende
perfectamente como sin vestir de calle, en ropa de ir
por casa. Son pequeños ejemplos que no continuaremos
para no alargar la lista.
Hay fallos que no le son imputables. De nuestro
trabajo sobre las sucesivas ediciones de Biblioteca
Nueva, sacamos la conclusión sorprendente de que los
tipógrafos de la edición de la Traumdeutung de 1914 eran
más cuidadosos que sus sucesores. hay un buen número de
erratas de imprenta en la edición de 1973 que no
aparecían en la de la época republicana. A veces, esas
erratas, al dar sentido a la frase, trastocan
profundamente el original, como el clásico error de
«afecto» por «efecto» y viceversa, y otro así, de los
que nos permitiremos entresacar uno singular y gracioso.
El original debe decir:
P. es una persona que ha seguido durante un tiempo mi
mismo camino en la vida, realizando primero iguales progresos que yo y superándome luego en posición económica, pero no
ha tenido hijos en su matrimonio.
este pasaje pertenece al sueño de Freud titulado
«Frau Doni». Ahí, Freud se enorgullece de su poder
prolífico, contra su amigo P., que es más rico pero sin
descendencia. Por una errata de imprenta «P.es» se
convierte en «Pues» (se ha cambiado el tipo del punto
«.» por el de la letra «u»). La frase queda entonces
forzada e impersonal: «Pues una persona que ha seguido
[…] no ha tenido hijos en su matrimonio» (pág.618).
En los Estudios también hay otra errata, que casi
siempre se observan corregidas en la edición de Alianza.
Pero la tendencia es siempre la misma. Mejor tipografía
en ediciones más antiguas. Así, donde Biblioteca Nueva
dice «estable» (pág.49), debe decir justamente lo
opuesto, «lábil», es decir, «inestable», corregido en
Alianza. Igualmente de un «me reprocha» (pág.59) que
refiere una queja de Emmy a Freud, cuando debe decir «se
reprocha» (Emmy a sí misma), o un «porque no bebo»
(pág.64) en lugar de «porque no debo», o finalmente
(pues no es mi intención llevar a cabo una fe de
erratas, que sería también muy extensa), y esto es más
importante pues afecta a un concepto de la teoría
psicoanalítica, «grupo psíquico del yo» (pág.100), en
vez del correcto «grupo psíquico separado del yo», que
se refiere a ese grupo de representaciones en la
histeria que se mantienen al margen del resto de la vida
mental consciente del sujeto.
Tampoco es imputable a Ballesteros la falta en los
Estudios de toda la contribución de J. Breuer. No hay
que olvidar que se trata de un libro en común entre
Freud y Breuer (aun con sus aportaciones claramente
diferenciadas)). Es un atentado contra el saber
psicoanalítico no incluir el famoso primer caso fundador
del Psicoanálisis, sólo por el hecho de que era de Breuer. En todas las versiones de Biblioteca Nueva y
también en Alianza, no se incluye el material de Breuer
(el caso de Ana O. y la parte teórica). Amorrortu Eds.
ha subsanado esta grave laguna para los lectores
castellanos.
Hasta aquí nuestro comentario. Puede quedar una
impresión desmoralizante con respecto a las ediciones en
castellano. En realidad no es tan así. Yo dividiría en
dos los tipos de lectores: los estudiosos e
investigadores, y los simplemente curiosos en relación
con el Psicoanálisis. estos últimos tal vez sean
indulgentes con las versiones y no les importará mucho
lo aquí expuesto. para los primeros es una necesidad
insoslayable poseer una buena traducción, El que
subscribe aboga por la perfección imposible, pero que,
como tendencia-hacia, impide el conformismo y la
colonización del texto. (*)
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Notas:
1- Para éste y todos los ejemplos de aquí en adelante sobre la traducción de López-Ballesteros, nos
guiaremos por la versión en tres volúmenes de Biblioteca Nueva de 1973.
2- Para las citas en alemán, seguimos los Studienausgabe (11 vols.). Fischer-Verlag, 1969-75. Véase pág. 439
3- Quizás Freud mismo da pie a esta confusión, cuando se ve obligado a aclararla Véase la nota del capítulo
VII, sección E, pág. 712.
4- Francisco Pereña. Freud y la sexualidad femenina. Revista de la Asociación Española de
Neuropsiquiatría, nº 2, dic. 1981.
5- Op. cit. pág. 5
6- A. Grinstein. Los sueños de Freud, Siglo XXI, México, 1981. D. Anzieu. El Autoanálisis de Freud. Siglo XXI,
México 1979. M. Schur. Sigmund Freud. Enfermedad y muerte en su vida y en su obra. Paidós. Barcelona, 1980.
(*) Todas las citas de Freud expuestas en este artículo (cuando no se menciona procedencia)
pertenecen a la nueva traducción de los Estudios sobre la histeria y La interpretación de
los sueños, llevada a cabo por Rafael Aburto, en una edición revisada y preparada por
Nicolás Caparrós y Antonio García de la Hoz. Dicha edición se encuentra en trámites de
publicación