12 de octubre. No cuenta el segundo, sino que refiere cómo pasó el día. Se puso alegre, fue al teatro y de vuelta a casa el destino envió a su encuentro a su mucama; ni joven ni bonita, desde hacía mucho tiempo le consagraba atención a él. No puede explicarse que de pronto él le diera un beso y luego la atacara; mientras ella se resistía, sin duda fingidamente, él recapacitó y se refugió en su habitación. Así le ocurría siempre, algo vulgar le ensuciaba sus momentos hermosos o de contento. Yo le llamo la atención sobre la analogía con los atentados maquinados por agentes provocadores. Sigue embarcado {fortfahren} dentro del nexo y recala en el onanismo, que tiene en su caso una historia asombrosa. Lo empezó en su 21º año (tras la muerte de su padre, según se lo hago verificar), porque había escuchado hablar de ello, por cierta curiosidad; lo repitió muy rara vez, y siempre quedaba muy avergonzado después. Cierto día se le ocurrió, sin ocasionamiento alguno: «Juro dejarlo por la salvación de mi alma». Si bien no concedió valor alguno a ese juramento, del que se rió a causa de su rara solemnidad, lo dejó por ese tiempo. Unos años después, en la época en que murió la abuela de su dama y él quería viajar hasta allí {hinreisen}, su madre manifestó: «Por mi alma, no viajarás». La semejanza de este juramento le dio que pensar, se reprochó poner en peligro la salvación del alma de su madre, se instó a no ser más cobarde para sí de lo que era para otros, y a recomenzar con el onanismo si persistía en el propósito de viajar adonde estaba la dama. Después resignó el viaje, porque se le escribió que no debía ir. Desde entonces, el onanismo reapareció de tiempo en tiempo. Momentos particularmente hermosos que vivenciaba o pasajes bellos que leía lo provocaban. Así, por ejemplo, una vez que en una hermosa siesta escuchó a un postillón soplar {el cuerno} soberbiamente en la Teinfaltstrasse, que empero cesó de hacerlo cuando un agente de policía se lo prohibió, probablemente invocando algún viejo decreto de la corte por el que se prohibía soplar {el cuerno} en la ciudad. Otra vez cuando leyó en Verdad y poesía cómo Goethe, en un arrebato de ternura, se libró del efecto de una maldición que una amante había pronunciado para la mujer que besara sus labios. Durante mucho tiempo, como supersticiosamente, se había dejado disuadir por esa maldición, pero en ese momento rompió el hechizo y besó con efusión a su amor (¿Lili Schoenemann?). E increíblemente él se masturbó a raíz de eso. En Salzburgo había por lo demás una sirvienta que le gustaba y con quien luego tuvo cita. Ocasión de su onanismo. Cuenta esto así: exponiendo cómo por ese onanismo se estropeó un corto viaje a Viena, con el cual se había complacido mucho. Da más noticias sobre su vida sexual. El comercio con puellis {prostitutas} le resulta horroroso; una vez estuvo con una de estas, le impuso la condición de que se desvistiera, y cuando le pidió por ello un incremento del 50 % se lo pagó y se alejó, tanto le disgustaba todo eso. Las pocas veces en que tuvo comercio con muchachas, en Salzburgo y luego en Munich con aquella camarera, nunca se hizo reproches. Dice cuán exaltado estuvo cuando la camarera le contó la tocante historia de su primer amor, cómo ella fue llamada al lecho de muerte del amado; lamentó haber convenido con ella la visita nocturna, y sólo los escrúpulos de ella lo constriñeron a hacerle esa injusticia al muerto. Dice haberse afanado siempre por separar tajantemente el comercio habido sólo por causa del coito de todo cuanto se llama amor, y la idea de que ella ha sido amada con tanto ardor la vuelve a sus ojos inapropiada para su sensualidad. Aquí no puedo abstenerme de compaginarle el material disponible en un episodio: que él antes de cumplir 6 años ha rendido homenaje al onanismo, que el padre se lo ha prohibido y por ello la amenaza: «Eso lleva a la muerte», y quizás usara también la de cortar el miembro. De ahí el onanismo a raíz del liberarse de la maldición, el mandamiento y prohibición dentro del inconciente y la amenaza de morir ahora desplazada hacía atrás (Zurückschieben} sobre el padre. Le dije que «sus continuos pensamientos suicidas corresponderían al reproche de ser él un asesino. Sobre esto, dice al final de la sesión, se le ocurren muchas cosas. Agregados. El suicidio -dice- ha sido un propósito serio en él, y sólo dos consideraciones lo disuadieron. Una, que no soporta la representación de que su madre halla su cadáver sangrante. Contra esto, empero, puede defenderse mediante la fantasía de que él comete el acto sobre el Semmering, y deja una carta donde pide que le avisen primero a su cuñado. (A la segunda, curiosamente, la he olvidado.) De antes, no he mencionado tres recuerdos interconectados de su cuarto año, que según él son los más tempranos, y se refieren a la muerte de su hermana Katherine, pequeña pero mayor que él. El primero, cómo es llevada a la cama; el segundo, cómo él, con la pregunta: «¿Dónde está Katherine? », entra en la habitación en busca del padre, quien llora sentado en su sillón de brazos; y el tercero, cómo el padre se inclina sobre la madre llorosa. (Cosa rara, yo no estoy seguro de si estos recuerdos son de él o de X.)
14 de octubre. Estos dos últimos, duda y olvido, se entraman de manera íntima. Son realmente los recuerdos de él, y la razón olvidada es que la hermana le dijo una vez que, siendo niños, hablaban de la muerte: «Por mí alma, si tú mueres, yo me mato». Las dos veces se trata, entonces, de la muerte de la hermana. Olvidado por mis propios complejos. Por otra parte, este recuerdo, el más temprano, de los 3½ años (la hermana tenía 8), armoniza bien con mi construcción. La muerte lo ha tocado de cerca, realmente ha creído que uno muere si se masturba. Lo que se le ha ocurrido [al final de la sesión anterior] es lo siguiente: La representación de cortar el miembro lo ha martirizado extraordinariamente, y cuando se encontraba en medio de su estudio; no halla ninguna otra fuente para ella, sólo que en esa época padecía de apetencias onanistas. En segundo lugar, algo que le parece mucho más importante; dos veces en la vida, a raíz del primer coito (Trieste) y de uno segundo en Munich (el primero es dudoso, pero internamente verosímil), le pasó después de eso por la mente: «¡Ah!, es una sensación tan grandiosa. A cambio de ella uno podría hacer cualquier cosa, por ejemplo asesinar a su padre», lo cual para él carecía de sentido, pues su padre ya estaba muerto. En tercer lugar, cuenta una escena que le han informado muy a menudo, aun su padre, pero de la que él no se acuerda en absoluto. Toda su vida había tenido una angustia terrible ante los golpes, y agradece mucho a su padre por no haberle pegado nunca, que recuerde; cuando pegaban a otros niños, él se escondía de espanto. Pero cuando era muy pequeño (de 3 años) debe de haber hecho algo por lo cual el padre le pegó, y el hombrecito fue presa de una ira terrible y ha insultado al padre. Pero como no conocía insultos, le ha dado todos los nombres de objetos que se le ocurrieron: «¡Eh, tú, lámpara, pañuelo, plato!», etc. Parece que el padre manifestó: «El pequeño será un gran hombre o un gran criminal». Admite que esto demuestra que su furia, su manía de venganza, vienen de una época antigua. Le explico el principio del Adigio, en Verona, que lo ilustra mucho. Algo más sobre su manía de venganza. Cierta vez que su hermano estuvo en Viena, creyó tener fundamento para suponer que la dama lo prefería, y eso le dio tantos celos que temió hacerle algo. Pidió a su hermano que luchara con él, y sólo tras ser él mismo vencido se sintió tranquilo. Respecto de la dama, cuenta otra fantasía de venganza de la que no necesita avergonzarse. Ella parece conceder valor a una posición social elevada. El fantasea entonces que ella se ha casado con un hombre así, un funcionario, y él ingresa en la misma oficina, pero progresó más que aquel. Cierto día ese hombre, ahora su subordinado, comete una acción ¡lícita. La dama cae a sus pies y le suplica que salve a su marido. El se lo promete, le revela que sólo por amor a ella entró en esa oficina, porque ha previsto un momento así; ahora su misión está cumplida, el marido de ella salvado, él renuncia a su cargo. Dice haber llegado después más lejos y que preferiría hacerle algún bien, prestarle un gran servicio, sin que ella supiera que fue él. En estas fantasías él ve sólo las pruebas de su amor, no la magnanimidad a lo Montecristo, destinada a la represión de la venganza.
18 de octubre. Repasos. Comienza con la confesión de tina acción fraudulenta en su madurez. Ganaba una suma muy grande en el juego de naipes del «21», cuando declaró que pondría todo a la carta siguiente y luego cesaría. Había llegado hasta 19 y reflexionó un momento si debía continuar, barajó las cartas como distraído y halló que efectivamente la siguiente era un dos, de suerte que después al sacarla llegó a 21. Sobre esto un recuerdo infantil: cómo su padre lo incitaba a tomar el monedero del bolsillo de la madre y sacarle algunos florines. – Su escrupulosidad desde entonces, su conducta en materia de dinero; no ha cobrado su herencia sino que se la ha dejado a la madre, de quien recibe pequeñas cantidades de dinero menudo. Cómo, por este camino, empieza acomportarse como un avaro, aunque no tiene inclinación alguna a ello. Cómo, también, le deparó dificultades ayudar a su amigo. Dice no ser capaz siquiera de prestar objetos que han pertenecido a su padre o a la dama. Al día siguiente, en continuación asociativa, su comportamiento hacia una «Reserl», que está comprometida pero evidentemente le da esperanzas a él. Cómo le ha robado un beso; a raíz de ello, empero, tiene una penosa representación obsesiva de que a su dama le sucede algo malo, algo del tipo de la fantasía del capitán Novak [el «capitán cruel»]. Lo que en la vigilia le ha aparecido sólo muy fugazmente, el sueño de la noche lo dice luego mucho más claro:
(I) Reserl está en nuestra casa, se levanta como hipnotizada, camina, pálida, detrás de mi silla y me abraza. Era como si yo hubiera querido sacudirme ese abrazo, como si cada vez que ella pasaba su mano por mi cabeza se engendrara un daño para la dama, incluso un daño en el más allá. Era automático, como si con las caricias ya estuviera producido el daño. (El sueño no es interpretado, no es más que la representación obsesiva, más clara, que durante el día no osó percibir.) Este sueño de hoy lo ha afectado mucho, pues él hace mucho caso de los sueños, ellos han desempeñado un gran papel en su historia, directamente han producido crisis. (II) En octubre de 1906, quizá después de masturbarse a raíz del pasaje de Verdad y poesía: La dama se encuentra en algún aprieto. El toma sus dos espadas japonesas y la libera. Con las dos en el puño se precipita allí donde conjetura que está ella. Sabe que las dos significan matrimonio y coito. Ambas cosas están ahora realizadas; la descubre apoyada contra una pared, encadenada con torniquetes de pulgar. El sueño parece devenirle ahora ambiguo; o bien que la libera de esa situación mediante las dos espadas, matrimonio y coito, o, la otra idea, que sólo a través de eso da ella en esa posición. (Es evidente que él mismo no comprende esta alternativa, aunque sus palabras no pueden significar otra cosa). – Las espadas japonesas existen realmente, están colgadas sobre la cabecera de su cama y constan de muy numerosas y pequeñas monedas japonesas. Regalo de su hermana mayor, de Trieste; a mí pregunta, dice que ella vive un matrimonio muy dichoso. Puede ser que la mucama, que suele sacudir el polvo cuando él todavía sigue dormido, haya tocado las monedas, haciendo así un ruido que penetrara en su dormir. (III) Un tercer sueño, él lo tiene como su bien más preciado. Diciembre de 1906 – enero de 1907. He estado en el bosque, estoy muy triste. La dama me sale al encuentro, muy pálida. «Paul, ven conmigo antes que sea demasiado tarde. Ambos sufrimos, yo lo sé». Me toma por debajo del brazo y me conduce adelante con violencia. Lucho con ella, pero es demasiado fuerte. Llegamos a un anchuroso río, ahí ella permanece de pie; estoy vestido con miserables andrajos, estos caen en la corriente, que los lleva lejos. Quiero echarme a nado tras ellos, pero ella me lo prohibe: «Deja los andrajos». Heme ahí con ricas vestiduras. Ha sabido que los andrajos significan la enfermedad, que todo el sueño le promete salud por intermedio de la dama. Andaba por entonces muy dichoso, hasta que vinieron otros sueños, que lo hicieron profundamente desdichado. Dice tener que creer en el sentido premonitorio de los sueños, pues ha vivenciado diversas y muy asombrosas pruebas de ello. Concientemente no cree de verdad en ello. (Ambas cosas coexisten una junto a la otra, pero la postura crítica es estéril.) (IV) En el verano de 1901, él había escrito a un colega para que le enviase tabaco de pipa por valor de 3 coronas. Durante unas tres semanas no llegaron ni carta ni tabaco. Una mañana se despierta, cuenta haber soñado con tabaco; pregunta si por casualidad el cartero no ha traído un paquete para él. No. Unos diez minutos más tarde llaman a la puerta: el correo trae el tabaco. (V) En el verano de 1903, cuando él estudiaba para su tercer examen final. Sueña que en el examen le preguntan por la diferencia entre un «Bevollmächtigter» y un «Staatsorgan». Y de hecho, meses después, en su examen final, le preguntan eso. Este sueño le resulta por entero evidente, pero no hay ninguna prueba de que hablara de él en el intervalo [entre el sueño y el examen final]. Sobre el sueño precedente ensaya la explicación de que el amigo no tenía dinero y él quizá supiera en qué momento lo tendría. No se obtienen datos más precisos. (VI) Su hermana mayor tiene unos dientes muy hermosos. Pero desde hace tres años le empiezan a doler, hasta que tienen que hacerle una extracción. El médico del lugar, un amigo, le había dicho: «Perderás todos los dientes». Un día le surge [al paciente] de pronto la idea: «¿Quién sabe qué tiene ahora Hilde con los dientes?». Quizás él mismo tenía dolor de dientes. El día en que se había vuelto a masturbar, tiene mientras se adormece una especie de visión en duermevela en la que aprecia cómo sufre su hermana por sus dientes. Unos tres días después llega una carta que informa sobre el comienzo de dolores en un segundo diente, que después ha perdido también. Lo asombra el esclarecimiento de que su onanismo era el culpable de esto [de la visión]. (VII) Un sueño en casa de Marie Steiner, que él ya ha contado; ahora, más detalles. Ella es una especie de amor de infancia de él, a los 14-15 años estaba loco por ella; destaca su ambición de cortas miras. En setiembre de 1903 la visitó y allí vio al hermano idiota de 7 años, que le hizo una impresión terrible. En diciembre soñó que había asistido a las exequias de ese hermano. Más o menos por ese tiempo murió el niño. Fechas más precisas no se establecen. En el sueño ha estado junto a Marie S. y le infundía ánimos. («Pájaro fúnebre», como lo ha llamado su hermana mayor. De continuo mata gente para luego poder captarse simpatías). Contraste entre el amor fingido de la madre hacia el niño idiota y su conducta antes de su nacimiento. Parece que ella causó el quebranto del niño por ceñirse demasiado el cuerpo, pues le daba vergüenza ese hijo tardío. Durante su estadía en Salzburgo, lo persiguió de continuo la realización de previsiones asombrosas. El hombre a quien escuchó hablar en la posada, con la camarera, sobre un asalto, tras lo cual él tomó esto como un oráculo de que lo volvería a ver como criminal. De hecho sucedió unos meses después, cuando por casualidad fue trasladado a la sección penal. – También en Salzburgo, se topa sobre un puente con unas personas en quienes había pensado un momento antes (una explicación por visión indirecta ya le ha dado su hermana). – Piensa por azar en escenas de Trieste, donde estuvo a menudo con su hermana en una biblioteca pública y allí un señor se enzarzó en una plática, hablaba muy estúpidamente, y le dijo: «Es que ustedes están todavía en la época de los FlegeIjahre literarios de Jean Paul». En la biblioteca circulante de Salzburgo, una hora más tarde [después de recordar ese episodio], fue Flegeljahre uno de los primeros libros que le cayeron en la mano. (Pero no el primero. Una hora antes ya había tenido la intención de ir a esa biblioteca y por eso pensó en la escena de Trieste.) Se le antojó ser un visionario en Salzburgo, pero nunca eran casualidades que poseyeran valor, y nunca cosas que él hubiera esperado, siempre cosas indiferentes. (La historia sobre Marie Steiner se intercala entre dos historias referidas a sus hermanas. Merece señalarse la falta de nitidez de sus pensamientos obsesivos; en el sueño son más nítidos.) 18 de octubre. Dos sueños con los cuales directamente se entraman unas crisis. Dice que una vez dio en la idea de no lavarse más, y en la forma habitual de sus prohibiciones: «¿Qué sacrificio estoy pronto a hacer para … ?». Pero la rechazó enseguida. (Ante mis preguntas: Hasta la pubertad había sido en verdad un puerco, luego se volvió más bien hiperlimpio, y con su enfermedad fanáticamente limpio, y por cierto que en conexión con sus mandamientos.) Ahora bien, un día se paseaba con la dama -cree que lo que va a contar no tiene valor-. La dama saludó a un señor de manera muy amistosa, demasiado amistosa, confiesa él; se puso un poco celoso, y hasta habló de ello. En casa de la dama jugaron a las cartas, al anochecer se puso triste, tuvo a la mañana un sueño: (VIII) Está junto con su dama; ella e~ muy amorosa con él, quien le cuenta sus representaciones obsesivas y la prohibición relativa a las espadas japonesas, cuyo sentido es que él no tiene permitido casarse con ella ni tener comercio sexual con ella. Pero eso es una idiotez, le dice él, «lo mismo me podría venir la prohibición de que yo no debo lavarme más». Ella ríe y aprueba con la cabeza. En el sueño él lo entendió como que corroboraba que ambas cosas eran disparates, pero al despertar se le ocurrió que había querido decir que no le hacía falta lavarse más. Cayó en un [estado de] afecto espantoso y se golpeó la cabeza contra el respaldo de la cama. Le ocurre como si tuviera un nódulo de sangre- en la cabeza; en tales oportunidades ya ha tenido la idea de abrirse un agujero en la cabeza en forma de embudo, para que salga lo enfermo del cerebro; luego lo sustituiría de algún modo. Por lo demás, no comprende ese estado. Yo soluciono: «El embudo de Nuremberg», que de hecho era un dicho frecuente de su padre. «Ya se te abrirá el botón», decía a menudo. Yo le interpreto: Ira, venganza contra la dama por celos, referencia a la ocasión, por él tan menospreciada, de aquel paseo. Confirma la ira contra el médico, pero no concibe el resto de la lucha sobre si debe casarse con ella. Sin embargo, tuvo en el sueño el sentimiento de la liberación (liberación de ella, creo yo). Por otra parte, pospuso el mandamiento de no lavarse y después no lo ejecutó. Esta idea se le sustituye por otras, de toda clase, sobre todo la de cortarse el cuello.
27 de octubre. Repasos. Durante el tiempo que pone dificultades para proporcionar el nombre de su dama, su relato es incoherente. Algunos detalles para destacar: Una velada de junio de 1907 estaba en casa de su colega Braun, cuya hermana, Adela, tocó música y le hizo mucho la corte. El estaba muy oprimido y pensaba mucho en el sueño de las espadas japonesas.. La idea de casarse con la dama si no estuviera la otra. Por la noche, un sueño: Gerda (su hermana) está muy enferma, él se llega a su lecho, Braun le sale al paso: «Sólo puedes salvar a tu hermana si renuncias a todo goce sexual». Sobre lo cual él dice (asombrado, para su vergüenza): «A todo goce». Braun se interesa por su hermana, unos meses antes la ha acompañado a casa cuando ella se puso mal. La idea sólo puede ser: Si él se casara con Adela, también el matrimonio de Gerda con Braun se volvería probable. Así, él se ofrece en sacrificio. En el sueño se pone en la situación obsesiva, para no poder menos que casarse. Son nítidas la oposición a su dama, la tentación de infidelidad. Con Braun ha tenido relaciones homosexuales cuando él tenía 14 años, se han contemplado recíprocamente el pene. En Salzburgo, 1906, de día, la idea: Si la dama dijera: «Tú debes renunciar a todo goce sexual hasta que te cases conmigo», ¿prestaría él ese juramento? Una voz dentro de él dice «Sí» (en lo inconciente, juramento de la abstinencia). De noche, un sueño: Se ha comprometido con la dama y, como ella va de su brazo, él dice, rebosante de dicha: «No habría sospechado que esto se realizaría tan pronto». (Entiende por esto la obsesión de la abstinencia, lo cual es muy curioso y correcto, corrobora mi concepción anterior.) En ese momento ve que la dama pone una cara como si no le importara nada del compromiso. Con ello se disipa su dicha. Se dice: «Estás comprometido pero nada dichoso, hasta finges un poco de dicha para convencerte a ti mismo». Después que lo muevo a revelar el nombre de Gisa Hertz y todos los detalles sobre ella, su relato se vuelve claro y sistemático. Su predecesora fue Lise O., otra Lise. Pero él tiene simultáneamente siempre varios intereses, como varias series sexuales (que parten de la multiplicidad de hermanas). Verano de 1898 (a la edad de 20 años). Sueño: Habla con Lise II sobre un tema abstracto; de pronto la imagen onírica desaparece y ante él está una gran máquina con un número de ruedas tan enorme que él está asombrado de su complejidad. – Esto se refiere a que esta Lise se le antojaba siempre muy complicada comparada con Julie, muerta no ha mucho, a quien también admiraba por entonces. Luego cuenta por extenso la historia de sus relaciones con su dama. El día que siguió a la desautorización de ella, tuvo este sueño (diciembre de 1900): «Yo voy por la calle. En el camino hay tirada una perla; quiero inclinarme para levantarla, y cada vez que quiero inclinarme, ella desaparece. A cada dos o tres pasos, vuelve a aparecer. Me digo: «Sí, tú no lo tienes permitido»». El se explica esta prohibición por el hecho de que su orgullo se lo impediría, puesto que ella lo desautorizó una vez. En realidad, quizá se trate de una prohibición de parte de su padre, que desde la infancia se extendería al casamiento. Y en efecto luego encuentra realmente una observación del padre, que sonaba parecido: «No vayas tanto ahí arriba. Te pondrás en ridículo», otra exteriorización de rechazo. A propósito del sueño: poco antes había visto en la ciudad un collar de perlas, y pensó que si tuviera dinero lo compraría para ella. «Perla de niña», le decía a menudo a ella, un giro usual entre los suyos. Además, «perla» le conviene bien a ella como algo precioso escondido, que uno tiene que buscar primero en la concha. Sospecho que fue llevado a la sexualidad por sus hermanas, quizá no de manera autónoma, sino seducido. Sus dichos oníricos no necesariamente se refieren a dichos reales; las ideas inconcientes, como voces interiores, tienen el valor de dichos reales que él sólo escucha en el sueño. La abuela de su dama contrajo en aquel tiempo una afección del recto. 27 de octubre. El ataque estalló tras una queja de su tío que acababa de enviudar: «¡Y yo que he vivido solamente para esta mujer, mientras que otros maridos se entretienen afuera! ». Creyó que el tío se ha referido a su padre. Pero esto no se le ocurrió enseguida, sino sólo unos días después. Cuando habló de esto con la dama, ella se burló de él, y en la primera ocasión supo llevar la conversación con el tío, estando él presente, para que recayera sobre. su padre, a quien el tío puso por las nubes. Pero es to no le bastó; se vio precisado a interpelar tiempo después al tío y preguntarle directamente si se había referido a su padre, cosa que el tío, asombrado, puso en entredicho. El paciente se asombra de este episodio tanto más cuanto que no tomaría a mal asu padre por el hecho de que hubiera cometido algunos deslices. Acerca de esto, una observación medio en broma de la madre sobre el tiempo en que el padre tuvo que habitar en Presburgo, y venía a Viena sólo una vez por semana. (La primera vez ha faltado en el relato este anudamiento característico.) Rara casualidad mientras estudiaba para su segundo examen final: Omitió leer sólo dos partes, de unas cuatro páginas cada una, y justamente sobre ellas lo examinaron.
Continúa en ¨Anexo. Apuntes originales sobre el caso de neurosis obsesiva (1909), parte III¨