El diálogo en la obra de Paulo Freire como referente para el diálogo intergeneracional
Lorenzo Chávez, Kenia.*
El diálogo en la obra de Paulo Freire como referente para el diálogo
intergeneracional.
En publicación: Paulo Freire. Contribuciones para la pedagogía. Moacir Godotti, Margarita
Victoria Gomez, Jason Mafra, Anderson Fernandes de Alencar (compiladores).
CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. Enero 2008.
El diálogo intergeneracional y su importancia en procesos de transformación social.
Comienza a vislumbrarse en América Latina, en distintos grupos generacionales,
una tendencia contestataria y una disposición a releer y
vivir la historia de manera creativa. No obstante, la consolidación de
un mundo unipolar, y el dominio que este ejerce sobre los medios de
comunicación masiva, hace que se dificulte la emergencia de propuestas
contrahegemónicas y su accionar hacia la transformación.
Todo ello se refuerza con un modelo educativo caracterizado por
el imperio de la tecnocracia basada en la informática, a lo cual se añade
la influencia del tecnócrata que exalta la eficacia como fin en sí mismo,
promoviendo un tipo de hombre cada vez más interesado en lograr
sus objetivos personales, sin que le importe mucho el bienestar de la
colectividad. En consecuencia, podría decirse que uno de los mayores
enemigos de la gestación de una conciencia generacional singular es
producto de lo que Mardones llama “la paralización del pensamiento
crítico” (citado en Piedra, 2004).
Si bien no se cuenta con elementos suficientes para atribuir a una
única generación los fenómenos antes descriptos, sí es posible afirmar
que estos marcan, cada vez más, los procesos de socialización en los que
participan las generaciones más jóvenes. En tal sentido, la formación de
estos grupos supone, además del reto mismo de facilitar su integración
cultural a través de diferentes dispositivos, el desafío de legitimar su
protagonismo en circunstancias en que los mayores también se sienten
desorientados.
En Cuba, los estudios sobre las generaciones se han inspirado en
la consideración y confianza en los jóvenes a lo largo de la historia, así
como en la interacción entre generaciones en la configuración de los
procesos de cambio social (Domínguez, 1993).
No caben dudas de que la interacción generacional constructiva
es un proceso necesario; especialmente en el caso de América Latina,
que vive momentos en los que cobran fuerza movimientos sociales
con propuestas integradoras. En tales condiciones, resulta oportuno el
análisis contextualizado del diálogo intergeneracional y su pertinencia
como espacio para la creación y el fomento de propuestas alternativas
al neoliberalismo en la región. Se trata de concebir el encuentro entre
generaciones como un intercambio que rompa el estanco reflexivo que
deviene de las múltiples influencias bancarias, y que al mismo tiempo
el espacio fertilice propuestas construidas en conjunto, entre actores
signados por la marca de su tiempo.
El tipo de diálogo coherente con esta finalidad está basado en el
respeto al otro y se construye como proceso de reflexión crítica acerca
de las realidades que distinguen y comparten los grupos generacionales.
Los presupuestos de Paulo Freire acerca de la configuración del diálogo
como espacio pedagógico constituyen un referente obligado para precisar
cómo implementar este encuentro.
Si bien no se explicitan sus fundamentos, las experiencias identificadas
que se autodenominan como espacios para el diálogo entre
grupos generacionales describen el encuentro de sujetos convocados
en torno a disímiles temáticas. Los propósitos de tales prácticas dan
cuenta de la importancia que se les atribuye y de su valor para la construcción
de saberes y decisiones conjuntas. De esta forma, las distintas
organizaciones, instituciones y profesionales que abordan o convocan
el diálogo intergeneracional legitiman la necesitad de integración a este
nivel y la importancia del diálogo para la producción e implementación
de soluciones.
El concepto de generación y sus implicaciones para el
diálogo intergeneracional (1)
Se identifican en el estudio de las generaciones diferentes enfoques
teóricos desde los que se han emprendido la investigación, la interpretación
de la participación generacional en los procesos históricos y sociales,
así como la atención a la diversidad que se da entre estos grupos
y al interior de ellos.
El enfoque historicista coloca el énfasis comprehensivo en el conocimiento
de los individuos; así, estudia las generaciones sin valorar la
época y las relaciones contextuales en las que se configuran. Por el contrario,
desde una concepción materialista de la historia, el concepto de
generación es entendido a partir de las condiciones histórico-concretas
en las que esta se desarrolla.
Situados en la última de las perspectivas mencionadas y de
acuerdo con M.I. Domínguez, entendemos la categoría generación del
siguiente modo:
El conjunto histórico-concreto de hombres [y mujeres] próximos
por la edad, y socializados en un determinado momento
del proceso histórico del país, lo que condiciona una actividad
social común en etapas clave de formación de la personalidad,
creando similitud de características objetivas y de rasgos subjetivos,
que la dotan de una fisonomía propia (Domínguez,
1988: 46).
La identidad generacional es una de las aristas de análisis al enfocar
esta fisonomía propia que distingue a las generaciones. Como identidad
colectiva, esta se constituye en un momento y contexto determinados,
sobre la base de la autoconciencia de grupalidad; se expresa en la capacidad
de estos grupos para diferenciarse con respecto a otras generaciones,
identificarse con determinadas características compartidas y desarrollar
sentimientos de pertenencia. Así, sus miembros pueden reflexionar sobre
la colectividad de la que forman parte y comunicar el devenir de su
historia, más allá de incertidumbres y cambios (De la Torre, 2001).
Esta autoconciencia de grupalidad en la cual se funda la identidad
constituye un elemento importante al asumir el estudio de la
categoría generación. Especialmente en espacios de diálogo intergeneracional,
es oportuno propiciar la emergencia de posturas que denoten
el reconocimiento del sujeto como parte de una generación, y al mismo
tiempo articular estas posturas identitarias con los aspectos comunes
resultantes de las temáticas que convocan al diálogo, los modos en que
este se organiza, las historias de vida de los sujetos, la dinámica que
se produzca, así como de otras identidades que resulten significativas
y compartidas.
Dado que la identidad generacional se configura a partir de la
diferenciación con otras generaciones, y que todas ellas ocupan un espacio
singular en el entramado social, es pertinente abordar el tema de la
sucesión generacional. Esta se concibe como un proceso dialéctico que
incluye tanto momentos de continuidad como de ruptura, en función de
las características del momento histórico-concreto (Domínguez, 1994).
La continuidad intergeneracional se identifica a nivel macrosocial;
no obstante, pueden describirse algunas tendencias preocupantes
que se concretan en las relaciones entre representantes de diferentes
grupos generacionales (Piedra, 2004). Uno de estos estilos de relación es
denominado aceptación condicionada del otro y se atribuye a las generaciones
mayores. Cuando se describe dicha tendencia, se afirma que estos
grupos reconocen y aceptan totalmente la actuación de los jóvenes,
siempre que demuestren su adhesión a los presupuestos tradicionales.
En otro sentido, la continuidad generacional puede expresarse
como paternalismo generacional, basado en una condescendencia ideológica
que apuesta por una transición pacífica de una generación a otra.
Aunque este estilo no refleje el conflicto o crisis generacional, oculta los
límites que se colocan al protagonismo de las nuevas generaciones.
Si bien la ruptura intergeneracional podría interpretarse como
un acontecimiento negativo, es válido decir que se trata de un proceso
natural y necesario para el desarrollo de las sociedades. No obstante, las
expresiones de la ruptura pueden asumir desde formas constructivas
hasta manifestaciones denominadas como rechazo ciego del otro. En este
caso, la nueva generación considera que en las circunstancias actuales
se tornan inoperantes los esquemas pasados, por lo que asume una posición
de rechazo ante el legado histórico de las generaciones anteriores.
El diálogo intergeneracional constituye un recurso de valor tanto
en situaciones de continuidad como de ruptura. En el primer caso, el
diálogo favorece la apropiación crítica de los saberes de las generaciones
mayores, así como la evaluación de su validez contextual entre
contemporáneos. Ante procesos de ruptura, la importancia del diálogo
intergeneracional se multiplica como único espacio éticamente legítimo
para la integración generacional, revirtiéndose en procesos de ordenamiento
social.
Continúa en «Una panorámica de los temas y formas que asumen las experiencias de diálogo intergeneracional«
Notas:
* Licenciada en Psicología de la Universidad Central de Las Villas (UCLV), Cuba. Investigadora
del Grupo Creatividad para la Transformación Social del Centro de Investigaciones
Psicológicas y Sociológicas (CIPS). Profesora Adjunta de la Facultad de Psicología
de la Universidad de La Habana. Magíster en Ciencias de la Educación Superior en el
Centro de Estudios sobre Educación de la UCLV.
1- Las reflexiones que se comentan en el texto son el resultado del desarrollo de una experiencia de diálogo intergeneracional entre adultos mayores y jóvenes por parte del Grupo
Creatividad para la Transformación Social del CIPS.