SOBRE VIOLENCIA SOCIAL, TRAUMA Y MEMORIA
Susana Griselda Kaufman *
Facultad de Psicología, UBA
Sobre trauma y acontecimiento traumático.
La noción de trauma dentro de la obra freudiana aparece como un referente constante para la comprensión de experiencias que fundan y explican la estructuración subjetiva, algunas veces de manera más saliente, otras menos destacadas. Según los momentos y épocas de los descubrimientos psicoanalíticos y también de los enfoques post-freudianos toma distintas perspectivas y significaciones, pero está siempre presente. En la obra de Lacan la noción adquiere mayor relevancia a través de uno de los registros de la constitución subjetiva: lo “real”, es decir aquello que queda por fuera de la representación psíquica, lo imposible de ser dicho.
Cuando la investigación de factores traumáticos y de sus efectos es puesta en perspectiva la definición sobre su naturaleza de experiencia límite excede las explicaciones secuenciales de otros procesos que vinculan hechos reales y representaciones psíquicas, para complejizar su deconstrucción y su ubicación en aquello que adquiere una cualidad diferente. La tarea de describirlo puede correr el riesgo de parecer entonces algo esquemática o resultar en generalizaciones que quitan densidad a lo que se desea transmitir, pero es un punto de partida.
Heredero de la medicina tradicional el concepto de trauma describe una herida, una ruptura dentro del psiquismo. La comprensión de lo traumático implica tomar en cuenta: la presencia del hecho traumático como factor precipitante, un proceso de conmoción intrapsíquico seguido de un estado de desvalimiento e impotencia y de sensaciones penosas e intolerables de sufrimiento que conducen a la ruptura parcial o total de las barreras yoicas, de la capacidad defensiva y que llevan a un estado de vulnerabilidad.
El acontecimiento es caracterizado por una intensidad tal que genera la incapacidad del sujeto de responder a él adecuadamente y por el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica. En términos económicos y pulsionales freudianos se caracteriza por un flujo excesivo de estímulos en relación a la tolerancia del sujeto y a su capacidad para tramitar y elaborar dichas excitaciones.
En cuanto al funcionamiento yoico, el yo es avasallado por las pulsiones internas y por el “peligro” externo. De las dos clases de estímulos que operan en el trauma, los internos son pulsionales en origen y los externos varían en naturaleza e intensidad, abarcando las diferentes catástrofes humanas o de índole natural.
El daño causado o efecto traumático depende de la intensidad de la experiencia vivida y de las condiciones vitales de cada sujeto, de las defensas en juego y de su manera única y contingente de dar sentido a lo acontecido, sin que medie un determinismo en este sentido, como lo muestra el trabajo clínico.
Lo traumático bajo condiciones de violencia social lleva a una pérdida de equilibrio y seguridad y a vivencias de desamparo equiparables a la desprotección e inmadurez originarias del infante humano, también a estados de obnubilación, falta de conciencia, pérdida de significaciones y de explicación de lo ocurrido.
En los comienzos de los descubrimientos freudianos la noción de trauma remitía a acontecimientos de la vida del sujeto, vivencias de orden sexual –reales primero, fantaseadas después; es decir, a experiencias tempranas de orden sexual denominadas “traumas psíquicos” a los que se les atribuía importancia capital en el origen y determinación de las enfermedades psíquicas y en la etiología de sus síntomas.
También, y en diferentes momentos de los descubrimientos psicoanalíticos, la noción de trauma incluyó el estudio de acontecimientos colectivos de la historia, interrogantes e hipótesis sobre los efectos de diferentes catástrofes tanto de índole natural como sociopolítica.
Por la dirección y el sentido de esta presentación, que está dirigida a concentrarse en la perspectiva del trauma como consecuencia de hechos sociopolíticos, se hace necesario explicitar que tanto el trauma originario como el que deviene de las experiencias tempranas son referentes para explicar a partir de qué experiencias se va fundando y constituyendo el sujeto humano y sus vínculos en la necesaria condición de complementaridad con los otros significativos.
El trauma efecto de lo inesperado y violento, provocado por catástrofes sociales “reales” no es generador de lo subjetivo ni es estructurador sino que, por el contrario, es desestructurante; por su disrupción y por la intensidad de lo que provoca se convierte en ajeno al sujeto para quedar fuera de todo sentido o inscripción subjetivos.
En el momento del hecho traumático, por su intensidad e impacto sorpresivo, algo se desprende del mundo simbólico, queda sin representación y a partir de entonces ya no será vivido como perteneciente al sujeto, quedará ajeno a él. Le será difícil o imposible hablar de lo padecido, no se lo integrará a la experiencia y sus efectos pasarán a otros espacios que él no domina. El trabajo psíquico será una lucha entre el sufrimiento y sus formas de subjetivización o de su renegación.
El acontecimiento traumático “real” queda ubicado fuera de los parámetros de la experiencia habitual, de lugar y de secuencia, su revivencia no tiene temporalidad previsible; aparece inesperadamente y está al acecho en la vida presente, camina subterráneamente en el sujeto y esta atemporalidad produce una forma particular de presencia latente.
La fuerza del acontecimiento produce el colapso de comprensión y la instalación de un vacío o agujero en la capacidad explicativa de lo ocurrido.
El individuo que está sometido a lo traumático no puede percibirse como sujeto del acontecimiento, no puede verse en ese momento y puede quedar parcial o totalmente imposibilitado de recordar o reconstruir lo vivido.
Respecto de la relación entre el acontecimiento traumático y su condición de verdad o de verdadero, hay una particularidad que aparece en el trabajo clínico: es la sensación constante de incertidumbre por parte de las víctimas acerca de lo vivido o padecido. Esto puede llevar a sensaciones permanentes de desequilibrio e incertidumbre sobre la veracidad de lo ocurrido.
Los afectados y sobrevivientes de acontecimientos traumáticos tienen la historia y memoria de su pasado en la dimensión presente, sin poder alcanzar su absorción o su tramitación psíquica. Ante la imposibilidad de su expresión y de que la experiencia traumática pueda ser reconocida como propia, la sensación de vacuidad y la repetición de lo padecido en conductas y síntomas puede ser uno de sus recursos en el registro subjetivo.
Por fuera de toda generalización y en intensidades diferentes, la terapéutica psicológica, los testimonios, las narrativas y otras formas de elaboración y transmisión son caminos hacia la resolución o al menos un alivio al sufrimiento psíquico.
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