Obras de S. Freud: Análisis de la fobia de un niño de 5 años. Historial clínico y análisis III

 Historial clínico y análisis III

El 10 de abril reanudo la conversación de ayer y quiero saber qué significa el «por causa del
caballo». Hans no atina a acordarse, sólo sabe que a la mañana temprano había varios niños
ante la puerta de calle y decían «por causa del caballo, por causa del caballo». El mismo se
encontraba entre ellos. Al insistir yo, manifiesta que no habían dicho «por causa del caballo», él
debía tener un recuerdo f also.
Yo: «Pero si tan a menudo estaban en ‘el establo, habrán hablado del caballo». – «No hemos
hablado». -«¿De qué hablaron?». – «De nada». – «¿Eran tantos niños y no hablaron de nada?». –
«Claro que de algo hemos hablado, pero no del caballo». – «¿De qué, pues?», – «Ahora ya no lo
sé».
Abandono esto, pues las resistencias son evidentemente demasiado grandes, y pregunto:
«¿Te ha gustado jugar con Berta?».
El: «Sí, me ha gustado mucho; con Olga no. ¿Sabes qué ha hecho Olga? Grete ahí arriba me
regaló una vez una pelota de papel, y Olga la desgarró toda. Berta nunca me habría desgarrado
la pelota. Con Berta me ha gustado mucho jugar».
Yo: «¿Has visto cómo era el hace-pipí de Berta?».
El: «No, pero sí el del caballo, porque yo siempre estaba en el establo, y ahí he visto el hace-pipí
del caballo».
Yo: «¿Y tenías curiosidad por saber cómo era el hace-pipí de Berta, y el de mami? ».
El: « ¡Sí! ».
Yo le recuerdo que una vez se me quejó de que las niñitas siempre quieren mirar cuando él
hace pipí.
El: «Berta siempre me ha mirado» (nada ofendido por ello, sino muy satisfecho). «muy a
menudo. Donde está la huertita, donde hay rabanitos, he hecho pipí, y ella estaba ante la puerta
de calle y ha mirado».
Yo: «Y cuando ella ha hecho pipí, ¿has mirado tú?».
El: «Es que ella se ha ido al baño».
Yo: «¿Y tú tenías curiosidad?».
El: «Yo estaba dentro del baño cuando ella estaba dentro». (Eso es así; la gente de la casa nos
lo contó tina vez, y recuerdo que se lo prohibimos a Hans.)
Yo: «¿Le has dicho que querías entrar?».
El: «He entrado solo y porque Berta lo permitía. No es ninguna chanchada».
Yo: «¿Y te habría gustado ver el hace-pipí?».
El: «Si, pero no lo he visto».
Le hago acordar del sueño en Gmunden: La prenda que tengo yo, etc., y pregunto: «¿Has
deseado en Gmunden que Berta te hiciera hacer pipí?».
El: «Nunca se lo he dicho».
Yo: «¿Por qué nunca se lo has dicho?».
El: «Porque nunca se me pasó por la cabeza». (Interrumpiéndose.) «Sí le escribo todo al
profesor, pronto se me pasará la tontería, ¿no es verdad?».
Yo: «¿Por qué has deseado que Berta te hiciera hacer pipí?».
El: «Yo no sé; porque ella ha mirado».
Yo: «¿Se te ha ocurrido que te pasara la mano por el hace-pipí? » .
El: «Sí». (Cambiando de tema.) «En Gmunden todo era muy lindo. En la huertita, ahí donde
están los rabanitos, hay un montón de arena, y ahí juego con mí pala».
(Es la huerta donde siempre ha hecho pipí.)
Yo: «En Gmunden, cuando estabas en la cama, ¿te has pasado la mano por el hace-pipí?».
El: «No, no todavía. En Gmunden he dormido bien, así es como no se me ha pasado por la
cabeza hacerlo. Sólo lo he hecho en la calle — y ahora».
Yo: «¿Pero Berta no te ha pasado la mano por tu hace-pipí? ».
El: «Nunca lo ha hecho, no, porque yo nunca se lo he dicho».
Yo: «¿Y cuándo, entonces, deseaste que lo hiciera?».
El: «Pues un día en Gmunden».
Yo: «¿Una vez sola?».
El: «Muchas veces».
Yo: «Siempre que tú has hecho pipí, ella ha mirado; quizá tenía curiosidad por saber cómo
haces pipí».
El: «Quizá tenía curiosidad por saber cómo era mi hace-pipí».
Yo: «Pero tú también tenías curiosidad; ¿sólo con Berta?».
El: «Con Berta, con Olga».
Yo: «¿Y con quién más?».
El: «Con nadie más».
Yo: «Eso no es verdad. Con mami también»,
El: «Con mami, claro».
Yo: «Ahora ya no tienes más curiosidad; bien sabes cómo es el hace-pipí de Hanna».
El: «Pero le crecerá, ¿no? ».
Yo: «Sí, claro, pero cuando crezca no será como el tuyo».
El: «Lo sé. Será así» (vale decir, como es ahora), «sólo que más grueso».
Yo: «¿Tenías curiosidad en Gmunden cuando mamá se desvestía?».
El: «Sí, también con Hanna; cuando la bañaban le he visto el hace-pipí».
Yo: «¿A la mamá también?».
El: « ¡No! ».
Yo: «Te dio asco cuando viste el calzón de la mami».
El: «Sólo cuando he visto el negro, cuando ella lo ha comprado, entonces Yo escupo, pero
cuando se pone o se saca el calzón, yo no escupo. Entonces yo escupo porque el calzón negro
es tan negro como un Lumpf y el amarillo como un pipí, y así yo creo que tengo que hacer pipí.
Cuando mami lleva los calzones, entonces yo no veo, pues ella tiene el vestido adelante».
Yo: « ¿Y cuando ella se saca el vestido? ».
El: «Entonces yo no escupo. Pero si son nuevos, entonces son como un Lumpf. Cuando son
viejos, los colores se destiñen y se ponen roñosos. Cuando uno los compra, están todos
limpios, y en casa enseguida uno los ha enroñado. Cuando están comprados, están nuevos, y
cuando no están comprados, están viejos».
Yo: «¿Entonces de los viejos no te da asco?».
El: «Cuando son viejos, son mucho más negros que un Lumpf, ¿no es cierto? Un poquito más
negros son».
Yo: «¿Con mami estabas a menudo en el baño?».
El: «Muy a menudo».
Yo: «¿Y te ha dado asco?».
El: «Sí… ¡No! ».
Yo: «¿Te gusta estar ahí cuando mami hace pipí o Lumpf? ».
El: «Me gusta mucho».
Yo: «¿Por qué te gusta tanto? ».
El: «No lo sé».
Yo: «Porque crees que verás el hace-pipí».
El: «Sí, también creo yo eso».
Yo: « ¿Por qué nunca quieres ir al baño en Lainz?».
(En Lainz, siempre pide que no lo lleve al baño; una vez le dio miedo el ruido que hace el agua al
bajar.)
El: «Quizá porque eso hace barullo cuando uno hace bajar el agua».
Yo: «Entonces tienes miedo».
El: «¡Sí!».
Yo: «¿Y en nuestro baño aquí?».
El: «Aquí no. En Lainz me asusto cuando haces bajar el agua. Cuando yo estoy y eso corre,
entonces yo me asusto».
Para demostrarme que no tiene miedo en nuestra vivienda, me pide ir al baño y accionar la
descarga del inodoro. Luego me manifiesta:
El: «Primero hay un barullo fuerte, luego uno más débil» (cuando el agua baja). «Cuando hace
un barullo fuerte, prefiero quedarme ahí; cuando hace uno más débil, prefiero salir».
Yo: «¿Por qué tienes miedo?».
El: «Porque siempre me gusta ver» (se corrige), «oír, un barullo fuerte, y entonces prefiero
quedarme ahí para oírlo bien».
Yo: «¿A qué te hace acordar un barullo fuerte?».
El: «A que yo tengo que hacer Lumpf en el baño». (Entonces, lo mismo que el calzón negro.)
Yo: «¿Por qué?».
El: «No sé. Sé que un barullo fuerte se oye cuando uno hace Lumpf. Un barullo grande hace
acordar a Lumpf, uno pequeño a pipí». (Cf. el calzón negro y el amarillo.)
Yo: «Escucha, ¿el caballo de la diligencia no tenía el mismo color que un Lumpf?». (Según su
indicación, era negro).
El (muy tocado): «¡Sí!».
Me veo precisado a intercalar aquí algunas palabras. El padre pregunta demasiado y explora
siguiendo sus propios designios, en vez de dejar exteriorizarse al niño mismo. Por eso el
análisis se vuelve opaco e incierto. Hans va por su camino y no rinde nada cuando se le quiere
sonsacar algo fuera de este. Es evidente que ahora su interés recae sobre Lumpf y pipí, no
sabemos por qué. La historia del barullo está tan poco satisfactoriamente esclarecida como la
de los calzones amarillos y negros. Conjeturo que su agudo oído ha notado muy bien la
diferencia del ruido según sea un hombre o una mujer quien orine. Pero el análisis ha
comprimido algo artificialmente el material en la oposición entre las dos necesidades. Al lector
que todavía no haya hecho por sí mismo un análisis, sólo puedo aconsejarle no querer
comprenderlo todo enseguida, sino prestar a todo cuanto acuda una cierta atención neutral y
esperar lo que sigue.
11 de abril. Hoy por la mañana temprano Hans vino otra vez al dormitorio y, como sucedió los
últimos días fue enviado de vuelta.
Luego cuenta: «Escucha lo que me he pensado: «Yo estoy en la bañera(54), entonces viene el
mecánico y la destornilla. Entonces toma un gran taladro y me lo mete en la panza»».
El padre traduce así esta fantasía: «Yo estoy en la cama con mamá. Entonces viene papá y me
expulsa. Con su gran pene me desaloja {verdrängen} de la mamá». Por nuestra parte,
pospondremos aún nuestro juicio.
Además, cuenta sobre una segunda cosa que se ha imaginado: «Viajamos en tren a Gmunden.
En la estación nos ponemos la ropa, pero todavía no estamos listos y el tren parte con
nosotros».
Más tarde le pregunto: «¿Ya has visto alguna vez a un caballo haciendo Lumpf?».
Hans: «Sí, muchas veces».
Yo: «¿Mete un barullo fuerte cuando hace Lumpf?».
Hans: « i Sí! ».
Yo: « ¿A qué te hace acordar ese barullo? ».
Hans: «Como cuando el Lumpf cae en la bacinilla»
El caballo de la diligencia que se tumba y mete barullo con las patas es sin duda… un Lumpf
que cae y así mete ruido. El miedo a la defecación, el miedo a los carruajes con pesada carga,
es exactamente igual al miedo a una panza muy cargada.
Por estos desvíos, el padre vislumbra el correcto estado de la causa.
11 de abril. Hans dice en el almuerzo: « ¡Qué lindo que en Gmunden tuviéramos una bañera
para que yo no debiera ir a la casa de baños! ». En efecto, en Gmunden, para bañarlo con agua
caliente, siempre se lo llevaba a una casa de baños situada en las cercanías, a causa de lo cual
él solía protestar con fuerte llanto. También en Viena berrea cada vez que para bañarlo lo ponen
en la bañera grande, o lo recuestan. Es preciso bañarlo estando él de rodillas o de pie.
Este dicho de Hans, quien ahora empieza a nutrir el análisis con exteriorizaciones autónomas,
establece la conexión entre sus dos últimas fantasías (la del mecánico que destornilla la bañera
y la del infortunado viaje a Gmunden). De la segunda, el padre había inferido con acierto una
aversión a Gmunden. Por lo demás, otro buen aviso de que uno no tiene que comprender lo que
añora desde lo inconciente con el auxilio de lo antecedente, sino de lo subsiguiente.
Le pregunto si tiene miedo, y de qué tiene miedo.
Hans: «Miedo de caerme adentro».
Yo: «¿Por qué no has tenido miedo cuando te han bañado en la bañera pequeña?».
Hans: «Es que estaba sentado, no me podía recostar, es muy chica».
Yo: «¿Y cuando en Gmunden viajaste en bote no tuviste miedo de caer al agua?».
Hans: «No, porque me he sostenido, y entonces no puedo caer adentro. Sólo tengo miedo de
caerme adentro en la bañera grande».
Yo: «Pero si es mamá quien te baña. ¿Acaso temes que mami te eche adentro del agua?».
Hans: «Que ella saque las manos y yo caiga en el agua de cabeza».
Yo: «Pero bien sabes que mami te quiere y no sacará las manos».
Hans: «Solamente lo he creído».
Yo: «¿Por qué?».
Hans: «No lo sé, terminantemente ».
Yo: «¿Quizá porque te portabas mal y has creído que ella ya no te quería?».
Hans: « i Sí! »
Yo: «Estando tú ahí cuando mami bañaba a Hanna, ¿quizá deseaste que ella soltara la mano
para que Hanna se cayera adentro? ».
Hans: «Sí».
Creemos que el padre ha colegido de manera muy correcta esto.
12 de abril. Regresamos de Lainz en segunda clase, y Hans dice, viendo los asientos de cuero
negro: «¡Puf! Yo escupo los calzones negros y los caballos negros, escupo también porque
tengo que hacer Lumpf».
Yo: «¿Acaso has visto en mami algo negro que te ha asustado?».
Hans: « i Sí! ».
Yo: «¿Qué, pues?».
Hans: «Yo no sé. Una blusa negra o unas medias negras».
Yo: «¿Quizá pelos negros al hacer pipí, cuando estabas curioso y espiaste?».
Hans (disculpándose): «Pero al hace-pipí no se lo he visto».
En otro momento en que volvió a tener miedo cuando del portón del patio de enfrente salió un
carro, le pregunté: «¿No se parece ese portón a un trasero? ».
El: «¡Y los caballos son los Lumpf!».
Desde entonces dice siempre, cuando ve salir un carro: «Mira, viene un Lumpfi»». La forma
«Lumpfi» le es por completo ajena en otros campos, suena como un mote cariñoso. Mi cuñada
siempre llama «Wumpfi» a su hijo,
El 13 de abril ve en la sopa un trozo de hígado y dice: «¡Puf! Un Lumpf». Es evidente que
también a las croquetas de carne las come a desgano por causa de su forma y color, que le
recuerdan a un Lumpf.
Al anochecer, mi esposa me cuenta que Hans estuvo en el balcón y luego dijo: «He pensado
que Hanna estaba en el balcón y se ha caído». Yo le había dicho con frecuencia que, si Hanna
estaba en el balcón, él debía vigilar que no se acercara mucho a la balaustrada; un artesano del
movimiento secesionista la ha construido de la manera más inapropiada: con grandes
aberturas, que debí achicar por medio de alambre tejido. El deseo reprimido de Hans es harto
trasparente. La mamá le pregunta sí preferiría que Hanna no estuviera, y él responde que sí.
14 de abril. El tema de Hanna se sitúa en el primer plano. Como se recordará por mis notas
anteriores, tuvo hacia la recién nacida, que le robaba una parte del amor de los padres, una gran
aversión que aún ahora no ha desaparecido y sólo en parte es sobrecompensada por una
ternura hipertrófica. Ya ha manifestado varias veces que la cigüeña no debe traer
ningún niño más, debemos darle dinero para que no traiga ninguno más de la gran cesta donde
están los niños. (Cf. el miedo al carro mudancero. ¿Y, la diligencia no se parece a una gran
cesta?) Dice que Hanna arma demasiado berrinche, y eso lo fastidia.
En cierto momento dice, de pronto: «¿Te acuerdas cómo ha llegado Hanna? Estaba acostada
en la cama junto a mami, tan amorosa y linda». (Esta alabanza ha sonado sospechosamente
falsa.)
Luego, abajo, delante de la casa. Otra vez se le nota un progreso grande. Hasta los carros de
carga le instilan menos miedo. Exclama, casi con alegría: «¡Ahí viene un caballo con eso negro
en la boca! », y por fin puedo comprobar que se trata de un caballo con un bozal de cuero. Pero
Hans no siente ninguna angustia frente a ese caballo.
Golpea con su palo sobre el pavimento, y pregunta: «Escucha, ¿hay un hombre ahí abajo … uno
enterrado. . . o sólo hay eso en el cementerio?». O sea que no lo atarea sólo el enigma de la
vida, sino el de la muerte además.
De regreso al interior de la casa, veo `una cesta que han dejado en el vestíbulo, y Hans dice:
«Hanna ha viajado en una cesta así a Gmunden. Siempre que hemos viajado a Gmunden, ella
viajó también en la cesta. ¿Qué? ¿Otra vez no me crees? De verdad, papi, créeme. Hemos
comprado una cesta grande y ahí hay puros niños, en la bañera se sientan ellos adentro». (En la
cesta se empacó una pequeña bañera.) «Yo los he puesto adentro, de verdad. Puedo
acordarme muy bien».
Yo: «¿De qué puedes tú acordarte?».
Hans: «De que Hanna ha viajado en la cesta, porque yo no lo he olvidado. ¡Mi palabra de
honor!».
Yo: «Pero el año pasado, sin embargo, Hanna ha viajado en el compartimiento del tren con
nosotros {mitfahren}».
Hans: «Pero siempre antes ella ha viajado en la cesta».
Yo: « ¿No tenía mami la cesta? ».
Hans: « ¡Sí, mami la tenía!».
Yo: «¿Dónde pues?».
Hans: «En casa, en el suelo».
Yo: «¿Quizá la llevaba consigo a todas partes?».
Hans: «¡No! Cuando ahora viajemos a Gmunden, Hanna viajará también en la cesta».
Yo: «¿Y cuándo salió ella de la cesta?»..
Hans: «La sacaron».
Yo: «¿Mami?».
Hans: «Yo y mami, luego nosotros subimos al carruaje y Hanna montaba el caballo y el cochero
ha dicho «¡Júoo!». El cochero estaba en el pescante. ¿Estabas tú también? Mami lo sabe bien.
Mami no lo sabe, lo ha vuelto ha olvidar, ¡pero no hay que decirle nada!».
Hago que me repita todo.
Hans: «Entonces Hanna descendió del carruaje».
Yo: «Pero si aún no podía caminar».
Hans: «Bueno, la alzamos para bajarla».
Yo: «¿Y cómo se ha sentado sobre el caballo, si el año pasado todavía no podía sentarse?».
Hans: «Oh, sí; bien que se ha sentado y exclamado «¡Júoo!», y ha dado «¡Júoo, Júoo!», con el
látigo que yo tenía antes. El caballo no tenía ningún estribo y Hanna ha cabalgado. Papi, pero si
no es en broma».
¿Qué significa este disparate mantenido con obstinación? ¡Oh! No es ningún disparate: es la
parodia que hace Hans de su padre y la venganza que se toma sobre él. Viene a decir tanto
como esto: «¿Cómo puedes invitarme a creer que la cigüeña trajo a Hanna en octubre, si yo he
notado el vientre grande de la madre ya en el verano cuando viajamos a Gmunden? Lo mismo
puedo yo pedirte que creas mis mentiras». ¿Qué otro significado puede tener la aseveración de
que Hanna ya el verano pasado los acompañó en el viaje a Gmunden «en la cesta», si no
que él sabe acerca de la gravidez de la madre? Que tenga en perspectiva la repetición de ese
viaje en la cesta para todos los años que vendrán responde a una forma frecuente de añorar un
pensamiento inconciente desde el pasado, o bien responde a razones especiales y expresa su
angustia de ver repetida esa gravidez para el siguiente viaje de verano. Ahora también nos
hemos enterado de la trama en virtud de la cual había perdido el, gusto por el viaje a Gmunden,
como nos lo indicara su segunda fantasía.
Más tarde le pregunto cómo fue, en verdad, que Hanna llegó, tras su nacimiento, a la cama de
mamá.
Con esto, Hans puede desatarse y «embromar» al padre.
Hans: «En fin, Hanna llegó. La señora Kraus» (la comadrona) Ja puso en la cama. Claro que
ella no podía caminar. Pero la cigüeña la trajo en el pico. Caminar, claro que no podía».
(Continúa sin parar: ) «La cigüeña llegó hasta el pasillo sobre la escalera y entonces golpeó y
todos estaban dormidos y ella tenía la llave justa y abrió la puerta y puso a Hanna en Hanna en
tu cama y la mami estaba dormida… no, la cigüeña la puso en la cama de ella. Ya era todo
de noche, y entonces la cigüeña sin hacer ruido la puso en la cama, sin patalear, y después se
puso el sombrero, y después volvió a irse. No, sombrero no tenía».
Yo: «¿Quién se puso el sombrero? ¿El doctor, quizá? ».
Hans: «Después la cigüeña se alejó (weggehen}, se fue a casa y después llamó por teléfono y
toda la gente de la casa ya no durmió más. Pero no se lo cuentes a mami ni a Tinni» (la
cocinera). «¡Es un secreto!».
Yo: «¿La quieres a Hanna?».
Hans: «Oh, sí, la quiero mucho».
Yo: «¿Qué preferirías? ¿Que Hanna no hubiera venido al mundo o que esté en él? ».
Hans: «Preferiría que ella no hubiera venido al mundo».
Yo: «¿Por qué?».
Hans: «Por lo menos no gritaría así, y yo no puedo aguantar los gritos».
Yo: «Tú también gritas».
Hans: «Hanna grita también».
Yo: «¿Por qué no puedes aguantarlo?».
Hans: «Porque grita muy fuerte».
Yo: «Pero si ella no grita».
Hans: «Si uno le pega en la cola desnuda, ella grita».
Yo: «¿Le has pegado alguna vez?».
Hans: «Cuando mami le pega en la cola, ella grita».
Yo: «¿Y eso no te gusta?».
Hans: «No … ¿Por qué? Porque hace semejante barullo con los gritos».
Yo: «Si preferirías que no estuviera en el mundo es porque no la quieres».
Hans: «Hum, hum» (asintiendo).
Yo: «Por eso has pensado, cuando la mami la baña: «Ojalá saque las manos», y entonces ella
se caería adentro del agua… ».
Hans (completando): « … y se moriría».
Yo: «Y así te quedarías solo con mami. Y un muchacho bueno no desea eso».
Hans: «Pero tiene permitido pensarlo».
Yo: «Pero eso no está bien».
Hans: «Pero si él lo piensa, es bueno escribírselo al profesor».
Más tarde le digo: «¿Sabes? Cuando Hanna sea más grande y pueda hablar, ya la querrás
más». .
Hans: «Oh, no. Yo la quiero ya. En el otoño, cuando sea más grande, yo iré con ella, solo, al
parque y le explicaré todo».
Cuando quiero iniciar un ulterior esclarecimiento, él me interrumpe, probablemente para
explicarme que no es una cosa tan mala que él desee la muerte de Hanna.
Hans: «Escucha, hace ya mucho que ella estaba en el mundo, aun cuando todavía no estaba
ahí. Claro: con la cigüeña ya estaba en el mundo». .
Yo: «No, con la cigüeña quizá no estaba todavía».
Hans: «¿Pero quién la ha traído? Ha sido la cigüeña quien la trajo».
Yo: «¿Y de dónde la ha traído?».
Hans: «Pues de ella misma».
Yo: «¿Y dónde la ha tenido?».
Hans: «En la cesta, en la cesta de cigüeña».
Yo: «¿Y cómo es esa cesta?».
Hans: «Roja. Pintada de rojo». (¿Sangre?)
Yo: «¿Quién te lo ha dicho?».
Hans: «Mami… yo me lo he pensado … está en el libro».
Yo: «¿En qué libro?».
Hans: «En el libro ilustrado». (Hago que me traiga su primer libro ilustrado. En él hay impreso un
nido con cigüeñas sobre una chimenea roja. Esa es entonces la cesta; curiosamente, en la
mis ma página se ve un caballo al que están herrando. En la cesta sitúa Hans a
los niños que no encuentra en el nido.)
Yo: «¿Y qué ha hecho entonces la cigüeña con ella?».
Hans: «Después ha traído a Hanna. En el pico. ¿Sabes? La cigüeña que está en Schönbrunn, la
que picoteó la sombrilla». (Reminiscencia de un pequeño episodio en Schönbrunn.)
Yo: «¿Has visto cómo la cigüeña trajo a Hanna?».
Hans: «Escucha, yo estaba dormido todavía. A la mañana temprano ninguna cigüeña puede
traer a una nenita o a un nenito».
Yo: «¿Por qué?».
Hans: «No puede hacerlo. Ninguna cigüeña puede hacerlo. ¿Sabes por qué? Para que la gente
no vea, y de pronto, cuando amanece, hay una nenita ahí».
Yo: «Sin embargo, ¿sentiste curiosidad en aquel momento por saber cómo la cigüeña hizo
eso;?».
Hans: «¡Oh, sí!».
Yo: «¿Qué aspecto tenía Hanna cuando vino?».
Hans (falsamente): «Toda blanca y linda. Como de oro».
Yo: «Pero la primera vez que la viste no te gustó».
Hans: «¡Oh, me gustó mucho!».
Yo: «¿Pero te sorprendió que fuera tan chiquita?».
Hans: « ¡Sí! ».
Yo: «¿Cómo era de chiquita?».
Hans: «Como una cigüeñita».
Yo: «¿Y como qué más? ¿Tal vez como un Lumpf?».
Hans: «Oh, no; un Lumpf es mucho más grande … un poquito más chico, es como Hanna
realmente».
Yo le había anticipado al padre que la fobia del pequeño se reconduciría a los pensamientos y
deseos ocasionados por el nacimiento de la hermanita, pero había omitido alertarlo sobre que
un hijo es un «Lumpf» para la teoría sexual infantil, de suerte que Hans habría de pasar por el
complejo excremental. De este descuido mío se engendraron las eventuales oscuridades de la
cura. Ahora, consumada la aclaración, el padre intenta escuchar a Hans por segunda vez sobre este punto importante.
Al día siguiente me hago repetir la historia que me contó ayer. Hans relata: «Hanna ha viajado a
Gmunden en la cesta grande, y mami en el compartimiento del tren, y Hanna ha viajado en el
vagón de carga con la cesta, y después, cuando estábamos en Gmunden, yo y mami liemos
alzado a Hanna para bajarla, la hemos puesto sobre el caballo. El cochero estaba en el
pescante y Hanna tenía la fusta anterior» (del año pasado) «y fustigaba al caballo y todo el
tiempo decía «¡Júoo!», y todo el tiempo eso era divertido, y también el cochero fustigaba. – El
cochero no fustigaba porque Hanna tenía el látigo. – El cochero tenía las riendas -también las
riendas las tenía Hanna-.» (Todas las veces hemos viajado en un carruaje de la estación a la
casa; Hans busca aquí armonizar realidad y fantasía.) «En Gmunden hemos alzado a Hanna
para bajarla, y ella ha subido sola las escaleras». (Cuando Hanna estuvo en Gmunden el año
pasado, tenía 8 meses de edad. Un año antes, época a la cual evidentemente se refiere la
fantasía de Hans, a la llegada a Gmunden habían trascurrido cinco meses de embarazo.)
Yo: «El ano pasado Hanna ya estaba».
Hans: «El año pasado viajó en el carruaje, pero un año antes, cuando estaba en el mundo con
nosotros … ».
Yo:«¿Ya estaba con nosotros?».
Hans: «Sí, tú siempre venías a viajar conmigo en bote, y Anna te servía».
Yo: «Pero no el año anterior, pues entonces Hanna todavía no estaba en el mundo».
Hans: «Sí, ella estaba en el mundo. La vez que viajó en la cesta ya podía correr, ya podía decir
«Anna». (Esto último puede hacerlo sólo desde hace cuatro meses.)
Yo: «Pero si por entonces todavía no estaba con nosotros».
Hans: «¡Oh, claro!, ella estaba sin embargo con la cigüeña».
Yo: «¿Qué edad tiene pues Hanna?».
Hans: «En el otoño tendrá 2 años. Pero Hanna ya estaba, tú lo sabes bien».
Yo: «¿Y cuándo estuvo con la cigüeña en la cesta de cigüeña?».
Hans: «Hace ya mucho, antes que viajara en la cesta. Hace ya mucho tiempo».
Yo: «¿Cuánto hace que Hanna puede caminar? Cuando estaba en Gmunden no podía hacerlo’
aún».
Hans: «El año pasado no, otras veces ya sí».
Yo: «Sin embargo, Hanna estuvo sólo una vez en Gmunden».
Hans: «¡No! Estuvo dos veces; sí, eso es cierto. Me acuerdo muy bien. Pregúntale a mami te lo
dirá sin duda».
Yo: «Pero eso no es verdad».
Hans: «Sí, eso es verdad. La primera vez que estuvo en Gmunden podía caminar y cabalgar, y
después hubo que llevarla en brazos. – No, fue después cuando cabalgó y el año anterior hubo
que llevarla en brazos».
Yo: «Sin embargo, hace muy poco tiempo que camina. En Gmunden no podía caminar».
Hans: «Sí, anótalo simplemente. Yo me acuerdo muy bien, -¿De qué te ríes?».
Yo: «De lo farsante que eres, pues sabes muy bien que Hanna estuvo una vez sola en
Gmunden».
Hans: «No, eso no es verdad. La primera vez montó en el caballo … y la segunda vez … » (se
vuelve manifiestamente inseguro).
Yo: «¿No sería mami el caballo?».
Hans: «No, un caballo de verdad, en el cabriolé de un caballo».
Yo: «Pero si siempre hemos viajado en carruaje de dos caballos».
Hans: «Bueno, entonces era un coche de plaza».
Yo: «¿Qué ha comido Hanna en la cesta?».
Hans: «Le pusieron dentro pan y manteca y arenques y rábanos» (una cena de Gmunden), «y
mientras Hanna viajaba se ha untado el pan con manteca y ha comido cincuenta veces».
Yo: «¿No ha gritado Hanna?».
Hans: «¡No!».
Yo: «¿Qué ha hecho entonces?».
Hans: «Ha comido ahí dentro, toda tranquila».
Yo: «¿No anduvo a los tumbos?».
Hans: «No, ha comido todo el tiempo, y ni siquiera se ha movido de su lugar. Bebió dos grandes
tazas de café. A la mañana temprano todo quedó acabado y dejó las sobras en la cesta, las
hojas de los dos rábanos y un cuchillo para cortar los rábanos; lo limpió todo como una liebre,
un minuto y ya había acabado. Fue una corrida. Yo y Hanna incluso he acompañado el viaje {mitfahren} dentro de la cesta, he dormido en la cesta toda la noche» (dos años atrás, en efecto,
viajamos a Gmunden de noche) «y mami ha viajado en el compartimiento del tren. Todo el
tiempo hemos comido también en el carruaje, eso era una fiesta. – Ella no ha montado en el
caballo» (ahora se ha vuelto inseguro porque sabe que ocupamos un carruaje de dos caballos)
« … ella se ha sentado en el carruaje. Esto es lo verdadero, pero yo y Hanna hemos viajado
solos … mami ha montado en el caballo, Karolin» (nuestra muchacha del año pasado) «en el
otro … Escucha, esto que te cuento ni siquiera es verdad».
Yo: «¿Qué no es verdad?».
Hans: «Todo eso. Escucha, la pondremos a ella y a mí en la cesta y yo liaré pipí dentro de la
cesta. Haré pipí en los calzones, no me importa nada, eso no es una chanchada. Escucha, pero
si no es una broma, pero es divertido».
Luego cuenta la historia de la venida de la cigüeña, como ayer, salvo que, al salir, ella no se ha
puesto el sombrero.
Yo: «¿Dónde tenía la cigüeña la llave de la puerta?». Hans: «En el bolsillo».
Yo: «¿Y dónde tiene la cigüeña un bolsillo?».
Hans: «En el pico».
Yo: «¡En el pico! Nunca he visto a una cigüeña que tuviera una llave en el pico».
Hans: «¿Cómo pudo entrar entonces? ¿Cómo pasó entonces la cigüeña por la puerta? Eso no
es verdad, me equivoqué; la cigüeña llamó y alguien le abrió».
Yo: «¿Y cómo llama la cigüeña?».
Hans: «Tocando el timbre».
Yo: «¿Cómo lo hace?».
Hans: «Toma el pico y aprieta con el pico».
Yo: « ¿Y ha vuelto a cerrar la puerta? ».
Hans: «No, una sirvienta la cerró. Ella ya estaba levantada, le ha abierto y cerrado a la cigüeña».
Yo: «¿Dónde tiene la cigüeña su casa?».
Hans: «¿Dónde? En la cesta donde tiene a las nenitas. Quizás en Schönbrunn».
Yo: «No he visto ninguna cesta en Schönbrunn».
Hans: «Estará más lejos. – ¿Sabes cómo la cigüeña abre la cesta? Toma el pico -la cesta
también tiene una llave-, toma el pico y deja caer uno» (una mitad del pico) «y abre así» (me lo
demuestra con la cerradura del escritorio). «Hay también una manija».
Yo: «¿Una nenita no es muy pesada para ella?».
Hans: «¡Oh, no!».
Yo: «Escucha, ¿una diligencia no se parece a una cesta de cigüeña?».
Hans: «¡Sí!».
Yo: «¿Y un carro mudancero?».
Hans: «Un carro de granuja» (granuja: invectiva para niños malcriados) «también».
17 de abril. Ayer Hans puso en práctica lo que planeaba desde hacía tiempo, y cruzó hasta el
patio. Hoy no quiso hacerlo porque justamente a la altura del portón de entrada estaba
estacionado un carro junto a la rampa de descarga. Me dijo: «Cuando un carro está estacionado
ahí, tengo miedo de que yo embrome a los caballos y ellos se tumben y hagan barullo con las
Patas».
Yo: «¿Y cómo embroma uno a los caballos?».
Hans: «Cuando uno echa pestes contra ellos, entonces uno los embroma, cuando uno les grita
«Júoo Júoo!»».
Yo: «¿Ya has embromado tú a los caballos?».
Hans: «Sí, muchas veces ya. Me da miedo hacerlo, pero eso no es verdad».
Yo: «¿Ya has embromado caballos en Gmunden?».
Hans: «¡No!».
Yo: «¿Pero te gustaría embromar caballos?».
Hans: «¡Oh, sí; me gustaría mucho!».
Yo: «¿Te gustaría fustigarlos?».

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