Siguiendo los planeamientos de Michael Foucault, cómo se van articulando las relaciones institucionalizadas en el discurso (que es en sí mismo práctica social) entre:
– Los saberes,que objetivan un discurso científico y social sobre la violencia (biología, medicina, psiquiatría, psicología, educación, sociología, criminología, etcétera).
– Las estrategias o técnicas de poder,que se corresponden con los saberes sobre la violencia que establecen códigos, imponen normas socioculturales, formulan legislaciones, modelan procesos de socialización, prácticas policiales y procesos judiciales, sanciones y castigos.
– Las prácticas sociales, aprendidas e internalizadas por las personas para dar forma a su propia existencia, objetivadas, por ejemplo, en las relaciones de género, en estructuras jerárquicas
de poder, en situaciones de vulnerabilidad y riesgo.
De acuerdo con esto, el discurso social de la violencia de género lo podemos agrupar en tres unidades discursivas, propuestas por el autor según la función que ejercen en un contexto sociocultural determinado:
– Función legitimadora de un discurso anclado en la racionalidad científica occidental que ha caracterizado la modernidad y en un modelo androcéntrico.
– Función visibilizadora y reorganizadora del campo teórico y discursivo que no profundiza en la complejidad de la violencia.
– Función desestabilizadora ejercida por la crítica y el ejercicio deconstructivo
de la teoría feminista, que pone en juego la estabilidad y “…la aceptabilidad de la práctica
discursiva” anterior (Foucault, 1987:261).
Las prácticas discursivas “arqueologizadas”, siguiendo la tendencia argumentativa de Foucault (tratando de mostrar las tendencias teóricas en las “unidades discursivas”) en vinculación con las funciones de:
a) Primera unidad discursiva